6.2.3.-LA CRÍTICA DEL MATERIALISMO Y LOS TRES ARTÍCULOS DE FE (33-66)
6.2.3.1.-PRIMER ARTÍCULO DE FE: Dios COMO MOTOR DEL UNIVERSO Y CRÍTICA DEL MECANICISMO. Párr. 33-44
El Vicario introduce un largo argumento -desde el 33 hasta el 40- contra el materialismo como explicación satisfactoria del mundo que desembocará en el primer artículo de fe.
Tras establecer el método, el criterio de verdad, y establecer su existencia, deja de lado su ‘yo’ y comienza a mirar fuera de él (33). Pasa a analizar la naturaleza exterior, la materia.
Todo lo que obra desde fuera de él mismo sobre sus sentidos lo llama materia.
Deduce las propiedades de la materia de las cualidades sensibles que de ella percibe. La materia, afirma, no es capaz de generar su propio movimiento, ya que es necesariamente inerte, (parece aceptar la concepción mecanicista del mundo físico de Descartes 19 :
la materia es inerte, pasiva y el movimiento tiene que añadírsele desde fuera). Por consiguiente su estado natural es el reposo (sólo se mueve cuando es afectada por algo) (34) y no el movimiento como afirmaban los materialistas; estos parten de una teoría de la naturaleza según la cual el movimiento no es un elemento extraño, sino una propiedad esencial de las cosas porque la materia no cabe concebirla como mera extensión -como había hecho Descartes-, de donde el orden o sistema del mundo no es resultado de un plan divino, sino efecto de la naturaleza de las cosas y de sus leyes inmanentes, postular la existencia de Dios o seres suprahumanos cualesquiera se hace superfluo, la hipótesis religiosa se hace innecesaria. Ahora bien, Rousseau califica a la materia de pasiva, inerte.
A continuación distingue entre dos tipos de movimiento (35):-el movimiento comunicado es aquel cuya causa motora no reside en el cuerpo movido y por consiguiente le ha sido comunicado por otro (como cuando abro la ventana y se me escapa el folio en el que escribo).
-el movimiento espontáneo es aquel cuya causa motora reside en el cuerpo que se mueve; éste último es el propio de los seres humanos. Frente al mecanicismo y su tesis de que sólo existe el movimiento mecánico y no el espontáneo, argumenta:
-Afirma su existencia apoyándose en el sentimiento que de él tiene, que es más fuerte que “toda evidencia”, “lo sé porque lo siento” (de nuevo la prueba de la convicción interna, el sentimiento, frente a la razón) (36): “Quiero mover mi brazo y lo muevo”; y, evidentemente nada de ello sería posible si sólo fuésemos cuerpos, materia inerte, luego somos algo más, existe otra parte constitutiva de nuestro ser que no es otra que la voluntad, la libertad. Sin ella sería imposible fundamentar la responsabilidad humana ni legitimar perspectiva moral alguna. Esta concepción del movimiento nos remite otra vez a su afán de socavar las tesis materialistas y el intento de estos de reducir al ser humano a materia, por el contrario se impone la idea del ser humano como un compuesto de cuerpo/mente (de nuevo el dualismo antropológico); compuesto cuya naturaleza no entendemos -“el medio de uníón de ambas sustancias me parece absolutamente incomprensible” (42), “La voluntad me es conocida por sus actos, no por su naturaleza” (41)-, es decir, no podemos dar cuenta de cómo se relacionan, la explicación de Descartes no le parece convincente 20 . Ahora bien el hecho de que no pueda darse cuenta de esta interrelación, piensa Rousseau, no autoriza a confundirlas, a reducir la una a la otra como hacen los materialistas: Puesto que operaciones de tan distinta naturaleza difícilmente quedarían explicadas remitíéndonos a un solo sujeto. Y aunque no podamos conocer las propiedades de esa voluntad que anima la materia ni de qué modo opera, sabemos lo suficiente, porque en nuestro saber hay una prioridad de orden práctico (el giro rousseauniano), y sí podemos, por contra, afirmar su existencia como artículo de fe o postulado (“La voluntad me es conocida por sus actos, no por su naturaleza”). La cuestión es que siento que mi voluntad ejerce su influencia sobre el mundo, y eso es suficiente para afirmarla.
-Otro argumento: Además, por analogía con nosotros mismos (aunque no tiene certeza), los movimientos de los animales son espontáneos (36).
Conclusión
De manera que si la causa del movimiento no está en la materia (ella recibe el movimiento y puede comunicarlo pero no producirlo), y no podemos entender el mundo como un gran animal (animismo, 38) porque, primera razón, nosotros que formamos parte de él no lo sentimos así, y, segunda razón, los movimientos del universo nada tienen de espontáneo -libertad-, entonces, y puesto que no podemos incurrir en una cadena causal infinita, de efecto en efecto, de acción en reacción, finalmente nos tenemos que remitir a una causa primera -que no puede ser física, debe ser semejante a la voluntad-, una Voluntad Suprema -Dios- que mueve el universo y anima la materia (40). Este es el primer dogma o artículo de fe de su religión natural.
Es significativo que Rousseau denomine a este principio y a los siguientes ‘artículos de fe’, ello es así por la relevancia que el sentimiento (persuasión interior, asentimiento interno), frente a la razón, tiene en el asentamiento de los mismos; es decir, no son principios que establezca el entendimiento sin ayuda de ninguna otra facultad, no son principios en el sentido teórico o especulativo de la expresión. Sabemos que en Rousseau el sentimiento constituye un auxilio fundamental para la racionalidad práctica. Podemos decir que son dogmas que requieren de una fe en el sentimiento. Y en este caso concreto: Es su concepción del mundo, la que gracias al asentimiento interno, le conduce a afirmar la existencia de una voluntad suprema y última -Dios- como causa primera.