El problema kantiano de la metafísica como ciencia
El problema kantiano acerca de si es posible la metafísica como ciencia inicia la crítica de la metafísica tradicional. La metafísica, en el sentido heredado del racionalismo, como saber puramente racional, se aproxima a las ciencias en esa búsqueda del conocimiento universal y necesario, pero no logra alcanzar el rango de ciencia. Así lo advierte Kant cuando conoce la crítica realizada por Hume: las ideas de la metafísica van más allá de la experiencia y el conocimiento científico no puede traspasar el límite de la experiencia.
Este despertar del sueño dogmático no se restringe a señalar la necesidad del elemento empírico, pues descubre la importancia del elemento trascendental: el elemento a priori otorga validez y necesidad al conocimiento de los fenómenos.
Metafísica general y especial
En la metafísica tradicional se distingue entre un sentido general u ontológico, cuyo objeto es el ser en cuanto ser, y una metafísica especial, que se ocupa de los entes considerados fundamentales. En el primer caso, se busca el ente en cuanto ente, con independencia de toda determinación, y por tanto, de su existencia sensible. También las ideas del alma, mundo y Dios están más allá de toda experiencia posible; su función es unificar la multiplicidad de fenómenos, alcanzar lo incondicionado, por tanto, tienen un carácter absoluto.
La razón busca unificar todos los fenómenos mediante juicios a priori, a través de argumentos que adoptan la forma de razonamiento, que puede ser categórico, hipotético o disyuntivo. En la búsqueda de esa unidad plena sobrepasa el ámbito de la experiencia y aplica las categorías y principios más allá de los fenómenos espacio-temporales, de modo que cae en la «ilusión trascendental»: la aplicación ilegítima de las categorías a lo incondicionado.
Sin embargo, aunque llevar las categorías más allá de la experiencia sea lógicamente ilegítimo, la búsqueda de lo incondicionado es una tendencia de la naturaleza misma de la razón.
La dialéctica trascendental
En la Dialéctica trascendental Kant se propone investigar el carácter ilusorio de la metafísica a través de su crítica a las tres partes de la metafísica tradicional, que se corresponde con las tres ideas trascendentales de la razón: alma, mundo, Dios.
- La Psicología racional pretende un conocimiento a priori del alma, idea que unifica el conjunto de todos los fenómenos de la experiencia interna.
- La Cosmología racional busca la totalidad incondicionada de todas las causas, la totalidad absoluta de los fenómenos de la experiencia externa: la idea del mundo.
- En la Teología racional la razón realiza una síntesis total: reúne todos los fenómenos psíquicos y físicos, lo que se configura como la idea de la razón, esto es, la idea de Dios, unidad o síntesis suprema de todos los conceptos pensables.
Cuando la razón pretende realizar inferencias silogísticas con las ideas del alma, mundo y Dios, comete errores lógicos. Es el caso de las antinomias, ilusiones de la cosmología especulativa, en las que, partiendo del mismo grupo de supuestos, se llega a dos proposiciones aparentemente contradictorias. Así, en la tercera antinomia Kant plantea como tesis que puede suponerse la libertad en el mundo, y como antítesis que no hay libertad, que todo lo que sucede en el mundo responde a una causalidad. En efecto, lo que afirma la antítesis se sostiene en el supuesto de que nos situemos en lo intuido en el espacio y en el tiempo. Pero si consideramos el mundo como unificador de todo lo que hay en el espacio y en el tiempo, puede pensarse en algo totalmente indeterminado.
La solución de las antinomias aparece si se comprende que las tesis y las antítesis se refieren a ámbitos distintos, al nouménico y al fenoménico.
Las ideas de la razón y el límite del conocimiento
Dios, alma y mundo son, según Kant, tres ideas que expresan el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales. La razón metafísica quiere conocer los objetos de la experiencia tal como son en sí mismos, como cosas en sí. Podemos conocer objetos, pero no las cosas en sí de la realidad pues, al intentar conocerlas, al aplicar las estructuras de nuestra sensibilidad y de nuestro entendimiento, ya no obtenemos la cosa en sí sino el objeto en tanto que es conocido por nosotros. Por tanto, podemos pensar los noúmenos, pero no podemos conocerlos; la cosa en sí o noúmeno es el límite de nuestro conocimiento, que sólo puede alcanzar los fenómenos.
Con todo, las ideas de la razón no son, por sí mismas, engañosas; la ilusión o engaño viene del uso que hacemos de ellas: trascendente, cuando se considera que tales ideas pueden traspasar toda la experiencia posible; e inmanente, cuando las ideas respetan el límite de la experiencia.
Usos de la razón: metafísico y regulativo
Kant, señala, pues, dos usos diferentes de la razón teórica: un uso metafísico, que resulta ilegítimo desde el punto de vista del conocimiento científico y que ha llevado a la ilusión trascendental, que toma las ideas en su sentido trascendental y cae en el error de considerar que podemos conocer el mundo total y exclusivamente a priori. Y un uso regulativo, legítimo, en el que las ideas en su sentido inmanente sirven de guía o regla para que la razón alcance una unidad sistemática del apartado por el entendimiento.
Conclusión: la metafísica como filosofía primera
La filosofía crítica kantiana analiza la razón pura, teórica, para apreciar las posibilidades y alcance del conocimiento racional, para hallar el fundamento del conocimiento y averiguar así el lugar de la metafísica. Y desde los límites que encuentra en la razón teórica, propone un uso práctico de la razón en el que la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, y la libertad de la voluntad humana sean postulados de la razón práctica.
En conclusión, la metafísica, como conocimiento especulativo de la razón, no es posible como ciencia. Pero en su uso regulativo, las ideas proporcionan unidad al conocimiento y orientan a la razón. Kant muestra, pues, la necesidad de la metafísica-crítica como la filosofía primera desde la que se fundamenta la posibilidad misma del conocimiento científico. Y en la perspectiva moral, desde el uso práctico de la razón, como reguladora de las leyes morales.