Crítica de la razón pura
Obra que pretende determinar los límites del conocimiento. El punto de partida es el hecho de la razón pura, que es la existencia de la ciencia. Kant plantea la cuestión que define toda su filosofía trascendental: ¿es posible que la Metafísica se convierta en una ciencia?
El primer paso es preguntarse: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad a priori de la ciencia? Kant llama trascendental a toda reflexión sobre las condiciones a priori de posibilidad del conocimiento, que coinciden con las de la experiencia en general. Aquí se manifiesta el llamado giro copernicano que consiste en suponer que sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas. Aquello que es a priori o puro es universal y necesario. Kant no sigue a Hume en la afirmación de que todo conocimiento posible es a posteriori, particular y contingente.
El siguiente paso es analizar las dos facultades implicadas en todo conocimiento de un fenómeno, el componente sensible (intuiciones) y otro intelectual (conceptos). Las facultades son la sensibilidad y el entendimiento. La reflexión sobre las formas a priori de la Sensibilidad la denomina Kant Estética trascendental, la cual concluye que necesariamente toda intuición sensible se experimenta según ciertas relaciones espaciales (arriba, abajo, detrás) y temporales (antes, después, simultáneamente). El espacio y el tiempo son intuiciones de la sensibilidad.
La reflexión sobre las formas a priori del Entendimiento la denomina Kant Analítica trascendental. Ha de haber tantos conceptos como juicios a priori, que hacen posible los juicios sintéticos a priori de la física. Las formas a priori son las categorías que se pueden usar de dos modos distintos. El uso empírico de las categorías es el único legítimo porque refiere éstas a los fenómenos, observando así el principio de que «pensamientos sin contenido son vacíos, intuiciones sin concepto son ciegas». Por el contrario, el uso trascendental de las categorías no es legítimo porque tiene el error de referir los conceptos puros a los noúmenos, de manera que tales conceptos quedan vacíos de contenido empírico. Este es el origen de los razonamientos de la metafísica, que pretenden referir las categorías (unidad, sustancia, causa, etc.) a las tres sustancias cartesianas (Alma, Mundo y Dios), que no son fenómenos, sino noúmenos.
Una vez descubierto el origen de la metafísica en el abuso de los conceptos puros del Entendimiento, Kant critica las ilusiones trascendentales relativas a esos tres noúmenos.
La dialéctica trascendental
Analiza el uso de la tercera facultad de conocimiento, la Razón, cuyo cometido es sistematizar los conocimientos para hallar lo incondicionado. La Razón elabora ciertas ideas que son conceptos sin contenido empírico alguno, y por lo tanto vacíos, como las ideas de alma, mundo y Dios, que nombran las tres sustancias cartesianas. La Dialéctica trascendental descubre y critica las tres ilusiones trascendentales en que incurre la Razón pura cuando cree que ha demostrado algún juicio verdadero sobre los tres noúmenos citados. Cada una de tales ilusiones tiene un nombre específico:
a) Los paralogismos de la razón pura
Son razonamientos que pretenden demostrar la existencia del alma, entendida como una sustancia permanente que causa todos los fenómenos mentales. Ahora bien, no poseemos ninguna intuición empírica del alma, por lo que no estamos autorizados a afirmar su existencia. Por consiguiente, la idea de alma es un concepto vacío al no corresponderle ningún contenido empírico.
b) Las antinomias de la razón pura
Atañen al problema de la Cosmología racional: el mundo. Hay cuatro antinomias que hacen un uso trascendental de las categorías en relación con la idea de mundo, entendido como la totalidad de los fenómenos. La tercera antinomia sostiene en su tesis que hay libertad de la voluntad y lo niega en la antítesis. La cuarta sostiene en su tesis que hay un ser necesario y lo niega en la antítesis, afirmando que todo es contingente. En estas dos antinomias la tesis y la antítesis son compatibles una vez que aceptamos la distinción entre el uso teórico de la razón pura, que no puede aceptar la libertad ni la existencia de Dios, dado que no son fenómenos, y el uso práctico de la razón pura, donde tiene sentido postular la libertad y la existencia de un ser necesario (Dios) como exigencias ineludibles del proyecto moral.
c) El ideal de la razón pura es Dios
Por ser la realidad incondicionada que reúne todas las perfecciones. Se denomina “ideal” por ser una cosa singular que sólo puede determinarse por medio de una idea, es decir, un concepto sin referencia objetiva alguna. Todas las demostraciones de la existencia de Dios se reducen a las siguientes:
1ª. La prueba físico-teológica.
2ª La prueba cosmológica.
3ª La prueba ontológica
Que pasa del análisis de la idea de Dios como “ens realissimum” a la afirmación de su existencia, como si ésta fuera un predicado real más, como es el caso de la eternidad o la omnipotencia. Todas las pruebas citadas incurren en el mismo error, pues en todas ellas la Razón trasciende los límites de la experiencia en su búsqueda de un ser absolutamente incondicionado, que es la causa última de todas las condiciones o fenómenos. Ahora bien, cuando nuestros razonamientos rebasan el campo de los fenómenos usamos conceptos vacíos, es decir, sin significado objetivo.