Crítica de Nietzsche a la Filosofía Occidental: Devenir vs. Estatismo

La Negación del Devenir y el Valor de los Sentidos

La idea fundamental del texto es la crítica que hace Nietzsche a la filosofía occidental. Los filósofos niegan el devenir del mundo y desacreditan el valor del testimonio de los sentidos al manejar conceptos estáticos e inmutables, “momias”. La filosofía es criticada porque “deshistoriza”, “momifica” al considerar el ser como una realidad estática. Los filósofos consideran que el ser, el bien, la verdad son conceptos metafísicos, no sujetos al cambio. Es en este sentido en el que el autor critica el “egipticismo” de los filósofos. Por el contrario, Nietzsche opina que el ser metafísico es absurdo, ficticio, que no es posible conocerlo, ni demostrarlo. Para Nietzsche solo existe el devenir, “lo que deviene”, el mundo delimitado por el espacio y el tiempo, que puede ser experimentado por los sentidos. Y este mundo tiene como principio del devenir la voluntad de poder.

El Egipticismo de los Filósofos: Una Crítica a la Metafísica Tradicional

Este texto es un fragmento de El crepúsculo de los ídolos, obra en que el autor plantea una crítica a la metafísica tradicional y al papel de los filósofos. Nietzsche se pregunta por características peculiares, específicas de los filósofos. Sin embargo, esta es ya una primera muestra de su ironía, de su mal humor. La expresión “idiosincracia” la emplea Nietzsche en su sentido habitual de peculiaridad, pero aludiendo al mismo tiempo a su parecido con la palabra idiotez. La expresión “falta de sentido histórico” se refiere a la incapacidad del filósofo para reconocer que la temporalidad es un rasgo insoslayable del mundo. Desde Parménides se entiende que al Ser le pertenece la eternidad. También se le atribuye la inmutabilidad: por ello el filósofo también odia todo aquello que esté afectado por el cambio, por el devenir. Concluye Nietzsche que la idiosincracia del filósofo es el egipticismo, es decir, el aprecio desmedido por una vida más allá de la muerte, por la conservación, por la perdurabilidad, por la eternidad. Es propio de la cultura egipcia la voluntad de negar el tiempo. Con esta crítica Nietzsche sitúa el origen del error metafísico no en su adorada Grecia sino en el decadente imperio egipcio. Platón, infiel al espíritu griego, se dejó conquistar en sus viajes por el odio egipcio al devenir, al tiempo, a la vida.

La Momificación Conceptual y la Condena de la Vida

Nótese que la frase presenta una gradación ascendente de agresividad, un ejemplo de la musicalidad de la prosa de Nietzsche. Para el filósofo una cosa es más honorable si no está afectada por el tiempo sino que, por el contrario, está marcada por la eternidad, si es posible situarla sub specie aeterni. Naturalmente vida y eternidad son incompatibles por lo que marcar algo con el calificativo de eterno es matarlo, amortajarlo y “momificarlo”. De esta manera Nietzsche continúa explotando las connotaciones del “egipticismo”, la “idiosincracia” del filósofo. Nietzsche concreta el significado de la expresión momia: se refiere a momias conceptuales, que no son más que las Ideas de Platón, esos conceptos eternos e inmutables pero inexistentes a los que Platón dio entrada en la filosofía “hace milenios”. Los filósofos “matan”. Para Nietzsche el salto desde la existencia individual al concepto o Idea implica necesariamente la muerte del individuo. Piénsese en la diferencia que existe entre un cuerpo bello, vivo, tangible y caliente, y la Idea de Belleza, tan abstracta, tan lejana y tan fría. Cuando el filósofo crea su Idea, su momia, mata al individuo que le da origen. La creación del concepto o Idea implica la disecación del cadáver, su evisceración y relleno para que lo muerto tenga aspecto de vivo. Disecar cadáveres para el uso del cuerpo en la otra vida es asunto de gentes bárbaras, primitivas, “idólatras”. Los filósofos adquieren el aspecto de una tribu peligrosa capaz de las prácticas más macabras para satisfacer sus supersticiones, sus perversiones. La perversión del filósofo es la condena de la vida por su miedo a la vejez, a la muerte, a la procreación. Un mundo afectado por estas características es un mundo que queda refutado. El origen del desprecio de Platón por el mundo sensible es su miedo a las “imperfecciones” de la vida, su falta de ánimo para enfrentar una existencia inevitablemente devorada por el tiempo.

La Crítica a Sócrates y Platón: La Pars Destruens de Nietzsche

Esta es la síntesis del error metafísico que arrastramos desde Parménides: el ser es inmutable, no deviene, mientras que el mundo sensible, afectado por el tiempo y por el cambio, es una ilusión, una sombra, un engaño y, no sólo eso, también es pecado, algo de lo que el filósofo debe purificarse. Como se indica, nos centramos ahora, en concreto y con más detalle, a esa crítica que, como se ha dicho, Nietzsche dirige contra Sócrates y su discípulo Platón. Nos encontramos por la tanto en esa parte inicial de la filosofía de Nietzsche cuyo objetivo es “dinamitar”, como él mismo afirma, la tradición filosófica occidental. Es la pars destruens -la parte destructiva- de la filosofía de Nietzsche y de hecho es el punto de partida de su pensamiento. No resulta vano recordar aquí que, como se ha explicado, Nietzsche entiende que la filosofía nace viciada desde su nacimiento por haber corrompido el verdadero sentido de la tragedia.

El Conocimiento como Reducción de lo Extraño a lo Conocido

«¿Qué es lo que en realidad entiende el pueblo por conocer? ¿Qué quieren cuando desean alcanzar el conocimiento de algo? Pues nada más que esto: que algo extraño se reduzca a algo conocido. ¿Entendemos algo más por conocimiento los filósofos?

Lo conocido es aquello a lo que estamos acostumbrados y que, por lo mismo, no nos choca (…). ¿Será el instinto del miedo lo que nos impulsa a conocer? La satisfacción del que conoce, ¿será el júbilo de la seguridad recobrada? Un filósofo da por conocido al mundo cuando ha conseguido reducirlo a la idea. Pero ¿no será porque la idea es para él cosa conocida y habitual? ¡Vaya norma esta moderación de los que persiguen el conocimiento! (…) Su norma es que lo conocido es reconocido.»

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