Nietzsche critica la metafísica platónica, a la que acusa de »egipticismo», en el sentido de tendencia a la permanencia, a la intemporalidad, a la petrificación. Para Nietzsche, lo que hasta ahora se ha considerado ser, en contraposición al devenir, no es; únicamente el devenir es.
Temática
La primera idiosincrasia del filósofo es el rechazo a la noción de devenir, a la temporalidad, a la muerte.
Explicación
Para Nietzsche, hay dos rasgos fundamentales que determinan la idiosincrasia de los filósofos. En este fragmento, estudia el primero de ellos: el rechazo a la noción de devenir, a la temporalidad, a la muerte. La expresión «idiosincrasia» la emplea en su habitual sentido de peculiaridad, pero haciendo hincapié en lo que en ella hay de »idiota». Los filósofos se caracterizan por su falta de sentido histórico, es decir, que consideran las cosas desde la perspectiva de lo eterno; no tienen en cuenta una perspectiva histórica que implica su desarrollo en el tiempo. Por ejemplo, consideran el régimen democrático en sí, de manera esencial, y no cómo se ha ido gestando a la luz de sus condiciones económicas, sociales, políticas, etc.
Relación entre Nietzsche y Platón
Ambos filósofos representan concepciones ontoepistemológicas opuestas. Sin embargo, por paradójico que parezca, también ofrecen coincidencias significativas, aunque desde perspectivas opuestas.
Ontoepistemología Nietzscheana
Nietzsche piensa en contra de la metafísica porque ve en ella una forma de valoración que valora desde la debilidad. Para él, los sentidos captan la realidad plural y cambiante; la razón crea conceptos que son ficciones. Todo está bajo la voluntad de poder.
Ontología de Platón
La ontología de Platón tiene su origen en el intento de superar el relativismo ético de los sofistas y el movilismo ontológico de Heráclito. Está expuesta en su teoría de las Ideas, que implica un dualismo ontológico:
- Por un lado, está el Mundo Sensible de las cosas particulares, múltiples, dominado por el cambio continuo. Es el mundo aparente, material, mezcla del ser y no ser.
- Por otro lado, está el Mundo Inteligible, el mundo de las Ideas, el mundo verdaderamente real, inmóvil, permanente y estable. Cada idea es única, eterna, inmutable; cada idea es una sustancia, en cuanto no necesita de ninguna otra cosa para existir, salvo de la Idea del Bien.
En Platón, el conocimiento tiene una clara finalidad ética y política. El ser humano debe aspirar a conocer el Mundo de las Ideas; es su fin más noble y del que depende el futuro de su alma. Por otra parte, el filósofo gobernante lo es porque conoce las Ideas, y sobre todo la Idea del Bien, y debe plasmar ese orden ideal en el orden sensible.
Del mismo modo que hay un dualismo ontológico y antropológico en Platón, también en el conocimiento se manifiesta ese dualismo: los sentidos captan el mundo visible, mundo ontológicamente degradado y que está en movimiento. Por ello, solo podemos obtener de él opinión y no ciencia. Esta solo puede versar sobre lo que es inmóvil, eterno, es decir, sobre la Idea del Mundo Inteligible, que son captadas por el alma racional.
Puntos de Coincidencia
Platón coincidiría con Nietzsche en que no puede haber ciencia del mundo sensible, el único real para Nietzsche, precisamente por estar en continuo devenir, cuestión en la que ambos también coincidirían, con la salvedad de que para Platón es un signo de apariencia y para Nietzsche de realidad.
Hay que destacar que tanto Nietzsche como Platón ven el ser como valor. En efecto, el ser supremo para Platón es la Idea del Bien; el Bien es lo supremamente valioso, el fin al que tiende todo ser. Para Nietzsche, los juicios (las afirmaciones) serán verdaderos en cuanto nos animan a vivir, en cuanto que detrás de ellos hay una fuerza que valora según su fortaleza, pero no en cuanto puedan expresar nada real, estable, objetivo.
Actualidad: Sobre el Lenguaje Embaucador
Desde que los sofistas, durante el siglo V a. C., en la Atenas democrática, ocuparon el centro de la vida cultural como maestros de retórica, dedicándose a la formación de los futuros dirigentes políticos, la importancia de analizar el lenguaje no ha perdido actualidad.
Ya en el siglo XX, fenómenos como el nazismo y el fascismo han surgido por la capacidad de unos líderes que, a través de sus discursos, llegaron a persuadir a millones de personas de sus propuestas, a pesar de que su contenido era manifiestamente delirante y estúpido.
Con la expansión de los regímenes democráticos y la consiguiente creación de partidos políticos, el lenguaje que utilizan los líderes de los partidos se basa en el estudio de los mensajes que pueden llegar al electorado, como medio para ganar las elecciones.