Crítica de Nietzsche a la Metafísica Tradicional: Desenmascarando el Idealismo

La Crítica de Nietzsche a la Metafísica

Nietzsche define la metafísica como la ciencia que trata de los errores fundamentales del hombre, pero lo hace como si estos fueran las verdades fundamentales. La metafísica es una mentira vital con la que se auxilia para escapar de la caducidad y poder dar a su existencia un significado infinito. Todos se inquietan cuando comienzan a sospechar que hay algo de acertado en aquella tesis según la cual toda la filosofía está a partir de ahora a merced de la historia. La situación del metafísico respecto al texto de la naturaleza es como la del intérprete que da del pasaje de un autor una explicación más profunda que la que este encerraba, de manera que, en realidad, no ha explicado, sino oscurecido, al autor. Lo que provoca la metafísica en general es la corrupción del texto.

La tarea que se propone Nietzsche es la de desenmascarar todo idealismo, de manera que la idea fundamental podría resumirse así: «lo que en la filosofía tradicional se ha considerado como ser frente al devenir, no es; sólo el devenir es. No hay ningún mundo de ideas eternas, sólo existe el mundo espacio-temporal en el que no hay nada estable». En esta línea son fundamentales dos capítulos: El problema de Sócrates, en el que se realiza una crítica de este pensador, y La razón en filosofía.

El Egipticismo y los Errores de la Filosofía

Tras la crítica a Sócrates inicia el ataque global a la metafísica, a la que califica de Egipticismo. Nietzsche señala dos errores graves de la filosofía:

  1. a) La minusvaloración de la realidad de lo cambiante, del devenir, y el consecuente rechazo del mundo espacio-temporal, colocando en su lugar un mundo imaginario al que llaman mundo verdadero.
  2. b) La confusión entre lo último y lo primero, con lo que quiere decir que la filosofía se guía por los conceptos supremos y generales que, sin embargo, están vacíos.

Considera los principales conceptos metafísicos engaños gramaticales o del lenguaje. El concepto de «ser» le parece el peor de todos, una ficción vacía.

Y rechaza también los conceptos de «yo» (Descartes), «cosa en sí» (Kant), «sustancia», «causa», etc. Para Nietzsche, todos estos conceptos surgen de un desprecio al valor de los sentidos y por una sobreestimación de la razón. Nietzsche propone, por el contrario, aceptar el testimonio de los sentidos: lo real es el devenir.

El Mediodía y la Inversión de la Ontología

La eliminación de la diferencia entre lo auténtico y lo inauténtico, entre mundo verdadero y mundo aparente, es para Nietzsche el punto culminante de la humanidad, el mediodía. Con esta metáfora quiere significar «el instante de la sombra más corta, final del error más largo». El error más largo de la humanidad es la creencia en dos mundos. Nietzsche arremete, finalmente, contra el concepto de verdad. Su pensamiento puede considerarse un fenomenismo. Pero tampoco admite «verdades en sí». Una «verdad en sí» es algo tan absurdo como un «sentido en sí». Una verdad es tal por su valor pragmático (pragmatismo).

La tarea que se propone Nietzsche es la inversión de la ontología y de la valoración que se ha hecho del ser hasta ahora. Lo que hasta ahora se había considerado apariencia, es decir, lo sensible, lo temporal, lo que fluye en el devenir, es lo real para Nietzsche; en cambio, lo que hasta ahora se creía el verdadero ser, es decir, lo intemporal, lo eterno, lo más sagrado, Dios, es sólo invención del pensamiento.

Los Errores e Ilusiones de la Metafísica

¿Cuáles son esos errores e ilusiones de los que Nietzsche quiere liberarse? En primer lugar está el principio metafísico de que el comienzo, el origen, el fundamento del nacimiento contiene la verdad entera, el verdadero ser, la integridad y lo absoluto. Frente a esta ficción metafísica, Nietzsche exige que concluye su investigación sobre lo originario con el resultado de que los colores dominantes se logran a partir de materiales viles, incluso menospreciados. Cuando se ha superado la metafísica, se muestra una historia que ni brota de un principio esencial ni logra la plenitud de un fin. El sentido, la significación y la verdad no están ni al principio ni al final. El pecado original de los filósofos es que no quieren enterarse de que el hombre ha devenido. Muchos toman incluso la configuración más reciente del hombre, tal como ha surgido por la impronta de algunas religiones y de determinados acontecimientos políticos, como la forma fija de la que debe partirse. Han sido los filósofos de todas las épocas los que se han apropiado de las tesis de los escrutadores de los hombres (los moralistas), pero las han echado a perder, al haberlas adoptado incondicionalmente y haber querido demostrar como necesario lo que aquellos sólo entendían como indicación aproximativa o sólo como verdad de un decenio circunscrito a un país o una ciudad.

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