Si el superhombre es la figura humana del futuro y al mismo tiempo es aquél que conoce la muerte de Dios, se sabe voluntad de poder y dice sí al eterno retorno, entonces se hace preciso destruir la tradición cultural sobre la que el hombre actual se asienta. A esta se dedican los libros Crepúsculo de los Ídolos, Cómo se filosofa con el martillo. Esta crítica destructiva, como ya ocurrió en la segunda etapa de su obra, se centra en la moral, la metafísica y la religión.
La historia de la filosofía y la cultura occidental se ha construido y alimentado a partir de la fusión de dos elementos en una unidad bien trabada: el helénico y el judeocristiano. La fusión fue posible porque el griego renunció al sentimiento trágico de la vida, traicionándolo.
El cristianismo dio fundamento teológico al platonismo dogmático, por eso será entendido por Nietzsche como una vulgarización del platonismo en el que la forma antropomórfica de un Dios trascendente constituye el fundamento de ese mundo de las ideas. Por ello, el platonismo cristiano, o cualquier otra filosofía dogmática, es rechazado por Nietzsche por entenderlos como una edulcoración mentirosa de la existencia, que además, le incapacita para realizar la tarea creadora que por fidelidad a la tierra le corresponde. Este rechazo se extiende también a la ciencia.
La Crítica a la Metafísica
- La metafísica tradicional se ha construido desde la doble contraposición ser-devenir y razón-sentidos en sus aspectos ontológico y epistemológico respectivamente. Dada la hipervaloración que de la razón se hace, se considera el ser como lo auténticamente real. Como consecuencia de la relación ser-razón, se piensa que ésta aprehende lo que el ser es y lo expresa verdaderamente en conceptos, y dado el carácter no cambiante del concepto se califica el ser como lo permanente; paralelamente, los sentidos son engañadores.
El error está en el punto de partida. En efecto, separar ser y devenir es destemporizar el ser. Para Nietzsche ser y devenir no son inseparables, el ser es Voluntad de poder que es devenir incesante; por otra parte la razón no es el fundamento del ser y de la verdad, sino mero instrumento al servicio de la vida, de la Voluntad de poder.
De ahí la afirmación de Nietzsche que los filósofos carecen de sentido histórico, odian el devenir, dominados por un egipticismo que reduce todo lo vivo a momias conceptuales incapaces de comprender la vida. La incapacidad que pretenden ocultar con la desacreditación de los sentidos que son mentirosos e inmorales, y sobre todo el cuerpo, que no pueden dominar, lo que revela precisamente lo que pretendían ocultar: su incapacidad para aceptar y vivir la vida.
“La otra idiosincrasia de los filósofos es la de ‘momificar’ todo lo que es vivo, es confundir lo último y lo primero”, es poner “como comienzo, lo que viene al final”, los conceptos más generales. Si el concepto se origina por la fijación de una palabra eliminando las diferencias entre vivencias semejantes, es lo que se llama abstracción, y si a partir de estos conceptos la razón continúa abstrayendo diferencias hasta llegar a los conceptos generales, como ser, bueno, perfecto… entonces en ellos no queda nada de la realidad, que es la diferencia – no hay dos vivencias iguales-, son puros esquemas mentales. Por otra parte, los filósofos, al conferir a estos conceptos el grado supremo de la realidad, piensan que no pueden venir de lo inferior, de ahí que los consideren como incausados, “causa sui”, todos de igual grado, así construyen el concepto de Dios, que es el ser perfecto, bueno y a esto lo llaman el “ente realísimo” cuando es lo opuesto, lo consideran el creador. Ahora resume en cuatro tesis toda su crítica a la metafísica tradicional.Tesis de la Crítica a la Metafísica
- “Primera tesis. Las razones por las que ‘este’ mundo (el mundo sensible) ha sido calificado de aparente. ‘Tales razones no son otras que las categorías de la razón: unidad, categorías que no son sino una ficción mentirosa que oculta el cambio, cuya misión es la de posibilitar la vida. Su desenmascaramiento muestra a las claras que este mundo es el único real, y que ‘otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable’, ya que para ello debería usarse la categoría de causalidad.
- ‘Segunda tesis. Los signos distintivos’ atribuidos al verdadero ser de las cosas, son los signos de lo que no es, cuya génesis es furor de una ilusión en el sentido psicológico, que se concreta en fetichizar las estructuras racionales (el ‘mundo verdadero’) frente al devenir que los sentidos nos muestran.
- ‘Tercera tesis. Inventar fábulas’. El invento del ‘mundo verdadero’ no puede explicarse si no es por resentimiento, por venganza de la vida: se inventa un mundo distinto porque no se tiene el valor y la entereza para aceptar este mundo.
- ‘Cuarta tesis. Dividir el mundo’. La división de la metafísica tradicional entre ser aparente y ser verdadero, esto es un síntoma de decadencia, de una voluntad de poder que activa, que acaba queriendo lo que no es, abriendo así paso al nihilismo. Kant es un cristiano ‘alevoso’ (individuo que toma precauciones para cometer un delito sin riesgo de ser descubierto). El artista trágico, no crea un trasmundo, ‘no es pesimista’, sino que dice sí a la vida y selecciona, refuerza, corrige las características de lo real.
La Crítica a la Moral
La crítica de Nietzsche no se dirige a la moral en general, sino a la ‘moral contranatural’, que pretende fundarse en esa metafísica de raíz platónica y cuya forma más acabada es la moral cristiana, porque establece las normas de conducta que coartan, inhiben y condenan ‘los instintos de la vida’, condena que se acentúa desde la promesa mentirosa de la ‘otra vida’. Se critica un orden moral del mundo permanente y trascendente, externo al hombre y al que debe someterse. Frente a este orden propone ‘la transmutación de todos los valores’, lo que viene a significar el liberarnos de esas cadenas que nos hemos autoimpuesto y que nos impiden comprender el verdadero sentido de la existencia.
Los valores morales dependen de la forma de vida de quién los proyecte. De ahí que en Más allá del bien y del mal distinguía entre dos tipos de moral, la ‘moral de los señores’ y la ‘moral de los esclavos’, cuyos criterios de valoración respectivos son los anteriormente citados. El señor es el hombre orgulloso de sí y de su destino; ama su vida, se siente dueño de ella. El esclavo es aquel que teme la vida, por ello inventa unos valores a los que someterse, se refugia en el rebaño con el fin de sacar de él fuerzas para sobrevivir.