Crítica de Nietzsche a la Tradición Socrático-Platónica
El Rechazo del Mundo Inteligible
Para Nietzsche, la filosofía anterior a él representa una huida del hombre hacia un supuesto mundo verdadero, trascendente y separado del mundo real y terrenal. Según Nietzsche, este mundo inteligible y las ideas eternas no existen. Solo existe el mundo experimentable por los sentidos, el mundo del cambio y el movimiento, el mismo mundo de las apariencias de Platón, que este consideraba como copias imperfectas de una realidad superior.
La Metafísica como Síntoma de Decadencia
La metafísica, según Nietzsche, ha desvalorizado el mundo real al desconfiar de los sentidos, que nos muestran un mundo pasajero, y contraponerle un mundo suprasensible. Los conceptos metafísicos son, para él, conceptos vacíos que crean un mundo invertido. Se produce una duplicación de lo existente, jerarquizándolo en un mundo verdadero (ideal) y uno aparente (sensible).
Esta duplicación ontológica es un síntoma de decadencia, un temor a asumir la verdadera naturaleza del mundo. Es propio de espíritus débiles que temen a los instintos, a la muerte, a la lucha, al devenir, al continuo fluir. “Inventar otro mundo distinto a este implica tener recelo contra la vida, una actitud de recelo ante la vida como devenir”. Inventar un mundo mejor que este, según Nietzsche, nace del resentimiento hacia la vida, y de ahí surge la moral como algo antinatural.
Sócrates, Platón y el Cristianismo: La Suplantación de los Instintos
En Sócrates se origina, para Nietzsche, la decadencia de los instintos griegos. La razón suplanta a los instintos y la experiencia vital de lucha se reduce a la ecuación: RAZÓN = VIRTUD = FELICIDAD. Sócrates, por lo tanto, es un espíritu antivital.
Esta suplantación de los instintos por la razón continúa en Platón y en el cristianismo. Platón opone el mundo sensible, inauténtico y pasajero, al mundo ideal, auténtico. La esencia de la metafísica platónica es el dualismo. Tras ella se esconde una desvalorización del mundo sensible, que para Platón carece de valor y realidad: todo el ser y todo el valor se lo otorga al mundo inteligible. Para Nietzsche, Platón hizo esto por miedo al devenir, al cambio, a la vejez, la procreación, la enfermedad y la muerte.
Esta vida es rechazada por los débiles, quienes detestan a los fuertes, capaces de sobrellevar la vida con alegría. De ese odio nace el resentimiento, que produce una inversión de valores.
Las Cuatro Tesis de Nietzsche contra la Ontología Tradicional
- Lo sensible es la única realidad, y la existencia de otra realidad es indemostrable.
- El mundo “verdadero” no existe, y se le han adjudicado características contrarias a las de la única realidad.
- Defender la existencia de dos mundos es síntoma de debilidad y enfermedad, porque no se admite la realidad tal como es. Aceptar la realidad es aceptar lo trágico, ser optimista, tener una óptica dionisíaca de la existencia.
El cristianismo, según Nietzsche, es una forma de platonismo para el pueblo, una forma vulgar de la metafísica occidental, donde Dios sustituye a las Ideas. Esta contraposición llega hasta Kant, al oponer fenómeno y noúmeno.
La Ontología de Nietzsche: La Muerte de Dios
La ontología de Nietzsche busca invertir la ontología anterior, la del platonismo y la concepción cristiana. Busca eliminar los trasmundos o mundos transcendentales. Dios es un trasmundo, y se requiere la muerte de Dios.
Frente a los trasmundos, Nietzsche defiende el mundo sensible, el devenir. La verdadera realidad del ser es devenir y cambio. La realidad es móvil, dinámica, incesantemente cambiante. La vida, tanto animal como humana, también es devenir. El ser es un proceso infinito, eterno, sin un fin preestablecido. Y la voluntad de poder adquiere una dimensión ontológica.
La Moral Occidental: Una Moral Contraria a la Vida
La moral occidental es contranatural, se opone a la vida. La crítica de la moral platónico-cristiana señala que esta moral se dirige contra los instintos vitales, los condena. La base filosófica de esa moral es el platonismo, que se convirtió en la metafísica cristiana. Esta moral centra al ser humano no en esta vida, sino en la otra, en el más allá: “La vida acaba donde comienza el reino de Dios”.
La moral cristiana, como juicio valorativo sobre la vida, es un síntoma de decadencia, un juicio negativo, contrario a la vida, un signo de nihilismo. Si Dios ha sido la gran objeción contra la vida, Nietzsche lo niega, niega la responsabilidad ante Dios.
La moral tradicional es la moral del ideal ascético: la inversión de valores de los débiles, incapaces de soportar el sufrimiento. Es nihilista porque proporciona un falso consuelo en un mundo (el del más allá) que no existe: es la nada. El hombre anhela un mundo que no existe, anhela la nada.
La Voluntad de Poder
Decir que el mundo es voluntad de poder significa que lo real es un conjunto de fuerzas desiguales, en lucha incesante, que les impide alcanzar el equilibrio. La ciencia moderna, según Nietzsche, ha tratado de ignorar este componente cualitativo desigual de la fuerza, buscando su medición y cuantificación, su reducción a fórmulas numéricas y su igualación.
Nietzsche ofrece otro modelo, que subraya el carácter desigual, cualitativo y caótico de las fuerzas que constituyen el mundo. Desde su perspectiva, el ser, la naturaleza, es voluntad de poder. La realidad es devenir, energía cósmica en constante proceso de destrucción-producción de formas.
Todas las cosas participan de esa voluntad de poder o energía cósmica, voluntad de vivir. Para Nietzsche, la realidad es perspectiva. La vida también es devenir y perspectiva, pero además es interpretación. Selecciona e interpreta el aspecto bajo el que se enfrenta a la realidad. Por eso, la estructura plural y múltiple de la realidad requiere un conocimiento en perspectiva. Es imposible una comprensión fija, esencial y definitiva de la realidad. Será más verdadera la metáfora que permita al ser humano acrecentar su poder y vivir una existencia más plena.
La realidad es voluntad de poder, y también el hombre lo es. Decir que el hombre es voluntad de poder es considerarlo como un conjunto de fuerzas que buscan crecer, desarrollarse y ser más. Si en el universo la voluntad de poder subraya el caos de la naturaleza, en el plano psíquico muestra el microcaos que supone ser hombre.
La razón en el hombre no es la fuerza dominante, sino una fuerza más. Son expresiones de la voluntad de poder el arte, la moral y todas las actividades creadoras de sentido. Ciencia, arte, moral son productos de la voluntad de poder.
La voluntad de poder está más allá del bien y del mal. Es ella la que da sentido, valor y justificación a todas las cosas. La voluntad de poder se ha debilitado en la cultura occidental, se ha llenado de negatividad por el idealismo y los ideales morales del cristianismo, que niegan el valor de este mundo. Son propuestas teóricas de una voluntad debilitada, que ha caído en el nihilismo.