Crítica Nietzscheana al Concepto de Ser: Metáfora, Lenguaje y Voluntad de Poder

CONCEPTOS:

Concepto de Ser

Nietzsche se refiere a una realidad fija, única y estable. El concepto de ser está en la base del lenguaje, pues está oculto en cada palabra, en cada frase que pronunciamos; por eso continuamente nos seduce a pensar de una manera sustancialista.

“Razón”

Nietzsche pone comillas para llamar la atención sobre un concepto que no acepta como propio; y rechaza la creencia de que la “Razón” desempeña en el lenguaje una función perniciosa, pues confiere a las estructuras gramaticales un valor ontológico, es decir, las considera reales. Para Nietzsche, lo verdaderamente racional no es negar lo que de verdad existe, sino asumirlo como punto de partida.

EXPOSICIÓN DE LA TEMÁTICA

La temática del texto consiste en la crítica al concepto tradicional de ser. Este concepto nace de la actividad de la “razón” en el lenguaje, que tiene como resultado la división de la realidad en “verdadera” y “aparente”. El ser humano, desde sus orígenes, se siente agobiado por la complejidad del mundo y siente la necesidad de simplificarlo para poder manejarse en él. Además, tiene la necesidad de transmitir sus vivencias personales a otros. Para cumplir ambos objetivos, se vale de las palabras que poseen en su origen un carácter metafórico, por ejemplo, “se le cayó el mundo encima”, no se refiere a nada literal, sino a la manera de cómo le afectó algo. Sin embargo, ciertas palabras se van aceptando de manera generalizada, al tiempo que entierran su origen metafórico. Surge entonces el concepto, que aspira a ser universal. Según el grupo que domine en la sociedad, impondrá sus conceptos como los únicos que se corresponden con la realidad (así, la palabra “matrimonio” será algo indisoluble y heterosexual, o bien un enlace provisional abierto a múltiples opciones sexuales). Según Nietzsche, no hay existencias fijas, por lo que ningún concepto ancla de manera definitiva en lo real. Únicamente la metáfora, que no pretende agotar los significados posibles, acoge este carácter abierto y dinámico de la realidad; aunque esto no quiere decir que todas las metáforas tengan el mismo valor, sólo aquellas que nos permitan crecer deben ser promovidas. El concepto de ser para Nietzsche expresa una realidad permanente, estable, y es lo que se sobreañade a la metáfora para convertirla en un concepto. Por tanto, el dualismo metafísico proviene de nuestra gramática, que atribuye toda acción a un agente y desdobla continuamente la realidad en agente y acciones; así se afirma “la tila tranquiliza”, como si hubiera dos realidades en juego.

JUSTIFICACIÓN DESDE LA POSICIÓN FILOSÓFICA DEL AUTOR

La manera de ordenar la experiencia a partir del concepto de ser es muy útil para los seres humanos, pero es nociva cuando pretende convertirse en un trasluz objetivo de la realidad. Surge entonces la verdad “objetiva” y “válida para todo” (esto lo llama Nietzsche como el monoteísmo de la verdad), la creencia en una realidad fija y siempre igual a sí misma, la apariencia como engaño y la convicción de que el otro mundo es el verdadero. Esto ocurre por una necesidad psicológica: el miedo a una existencia sin fundamento y en perpetuo cambio. Las categorías metafísicas se inventan para asentar el orden, la paz, que están ausentes en el mundo de los sentidos. Los filósofos, incapaces de aceptar el caos, construyen, por su interés propio, un mundo irreal donde poder sobrevivir. La metafísica está, por tanto, al servicio de las tendencias antivitales. Fue Platón quien proporcionó el fundamento metafísico de la tradición occidental al inventar otro mundo y conferirle el carácter de auténticamente real. El cristianismo incidió en lo mismo para imponer sus “verdades” alejadas de la vida, por eso Nietzsche llamó al cristianismo “platonismo para el pueblo”. Se origina así la primera trasvaloración moral: lo gozosamente vital pasa a ser malo y lo deficitariamente vital bueno. Se inicia con el sacerdote judío: es moralmente malo lo que él no posee. Esta idea es continuada por el cristianismo, que basándose en la metafísica platónica, convierte “esta moral de esclavos” en el eje de la tradición occidental y que, según Nietzsche, “es el veneno más mortal para la humanidad”. Él reivindica la voluntad de poder positiva, aquella que crea sus valores a partir de la autoafirmación y no de la negación resentida (tú eres malo porque eres fuerte, sano… por tanto, yo que no lo soy debo ser bueno). Esta idea exige “la muerte de Dios” y la aparición del “superhombre”, un ser humano que se hace cargo plenamente de sí mismo, capaz de aunar intensidad vital y refinamiento espiritual. Para lograr esta meta, el hombre debe abandonar la fe en la gramática de creer que sus categorías constituyen un trasluz de lo real; debe fomentarse un lenguaje cercano a la vida, a la tierra, al cuerpo.

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