La Crítica de Hume a los Conceptos Metafísicos
Mediante la aplicación del principio de la copia, David Hume se propone desenmascarar los grandes conceptos e ideas metafísicas de la tradición filosófica. Estos deben responder a una sencilla cuestión: ¿proviene dicha idea de alguna impresión? Si nuestra idea no se corresponde con ninguna impresión, deberemos rechazar dicha idea por no estar basada en la experiencia. Esto es lo que ocurre en las siguientes ideas y nociones:
Crítica a la Noción de Sustancia
El punto de partida de esta crítica es el principio de copia. Hume comienza planteándose “si la idea de sustancia se deriva de las impresiones de sensación o de reflexión”. Para él, no hay ninguna impresión que se corresponda con esta idea compleja y real, pero solo en nuestra mente. No tenemos conocimiento de las cosas o sustancias, sino solo de sus características o atributos, es decir, de las impresiones.
“Sustancia” es un nombre que designa distintas impresiones e ideas unidas en nuestra mente por la imaginación, según el principio de semejanza y el de contigüidad espaciotemporal. Nuestra mente cree en cosas o sustancias porque lo necesita para sobrevivir.
Esta crítica se concreta en la crítica particular a las tres sustancias cartesianas: la sustancia pensante (yo), la sustancia extensa (mundo) y la sustancia infinita (Dios).
Crítica a la Noción de Mundo Exterior
Locke justificaba la existencia del mundo exterior a mi pensamiento porque era la causa de mis ideas. Sin embargo, Hume no puede afirmar esto por su crítica al principio de causalidad ontológica. El puente entre el sujeto y la realidad queda roto, el fenomenismo de Hume nos lleva a quedar encerrados en la conciencia, en las percepciones. Creemos que existe el mundo real, pero dicha creencia no tiene una justificación filosófica, está apoyada en una creencia razonable, vital, basada en el hábito y la costumbre.
Crítica a la Noción de Yo o Identidad Personal
Hablamos del yo o de alma como algo realmente existente, pero, ¿se deriva de alguna impresión? Le otorgamos realidad al yo sencillamente porque todas mis percepciones (impresiones e ideas) refieren a mi mente, pero esta no es más que una colección de impresiones. Esta creencia no se apoya en la experiencia. No podemos afirmar la existencia del yo mediante la intuición porque para el filósofo escocés las únicas “intuiciones” válidas son las impresiones y, no tenemos impresiones de lo que los filósofos llaman alma, espíritu o yo. De otra forma: ¿Qué hace que yo siga siendo yo, es decir, que tenga identidad personal? Según Hume, nada, solo siento que me duele el estómago, que me veo en el espejo, pero no tengo ninguna impresión. El “yo” es un término que permite agrupar “una colección de diferentes percepciones”.
Crítica a la Noción de Dios
Esta es la extensión de la crítica a la sustancia, referida a la sustancia infinita. No tenemos ninguna impresión de Dios, por lo que no podemos mantener que existe un ser perfecto, omnipotente, infinito… Dios solo existe como idea en nuestra mente, afirmar que existe o que no, supone sobrepasar los límites de la experiencia.
Hume rechaza los argumentos de la existencia de Dios. El argumento ontológico falla porque no es posible demostrar a priori la existencia de Dios como un ser necesario. La necesidad solo se aplica a las relaciones de ideas. Sobre cuestiones de hecho no hay nada necesario ni nada imposible, todo es contingente.
Crítica a la Idea de Causa
La mayoría de nuestro conocimiento del mundo se basa en las relaciones y conocimiento sobre causas y efectos. Hume, admite su principio de que toda idea cuenta con la impresión de la que se deriva, su crítica es correcta, ya que la idea de causalidad ontológica carece de la impresión correspondiente.
Según Hume, el conocimiento por causa no tiene validez. Además, cuando decimos, por ejemplo, que el fuego es la causa de la quemadura, ¿qué pretendemos decir? Parece que queremos significar que cuando se da un acontecimiento o suceso A (causa) se produce necesariamente otro acontecimiento B (efecto). Hume analiza esta relación y mantiene que no tenemos una “impresión” de la conexión necesaria entre dichos acontecimientos.
Aunque Hume niegue la idea de una causalidad real, sin embargo, reconoce que la causalidad es una importante ley del pensamiento. Tenemos la creencia de que cuando se da un suceso (causa) se va a dar el otro (efecto) por el hábito y la costumbre. La certeza subjetiva proviene del hábito. La costumbre que tenemos de ver un fenómeno después de otro hace que afirmemos con “certeza” que siempre que se dé el primero le seguirá el segundo. Sin embargo, lo más que podemos afirmar es una creencia, que solo se puede justificar psicológicamente.