David Hume: Empirismo, Conocimiento y Moral en la Ilustración

David Hume: Vida, Contexto y Pensamiento Filosófico

David Hume nace en Edimburgo en 1711 y muere en 1776.

Contexto Histórico

Inglaterra (Tras la Revolución de 1688)

  • Revolución burguesa.
  • Monarquía parlamentaria.
  • Supremacía del Parlamento.
  • Intervención del pueblo en las leyes.
  • Derechos y libertades individuales, políticas y religiosas.
  • Libertad económica: abolición de los monopolios.
  • Inglaterra se convierte en la primera potencia económica, industrial y capitalista.

Francia Prerrevolucionaria

  • Despotismo ilustrado: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
  • Secularización, deísmo, ateísmo.
  • Influencia creciente de los ilustrados.

Contexto Sociocultural

  • La Ilustración escocesa, inglesa y francesa:
    • Confianza en la razón crítica, autónoma, secularizada.
    • Confianza en la educación y el desarrollo del saber.
    • Confianza en el progreso de la humanidad.
  • El liberalismo económico.
  • El inicio de la Revolución industrial.

Contexto Filosófico

Racionalismo (Principalmente en el continente)

  • Ideas innatas.
  • La matemática como modelo de razonamiento y método deductivos.
  • Especulación metafísica.

Empirismo Inglés

  • No existen ideas innatas, sino que todas las ideas y todos los conocimientos proceden de la experiencia.
  • La física como modelo de razonamiento inductivo y del método experimental.
  • Negación de la metafísica.

Utilitarismo

  • Lo bueno es lo útil, el placer, lo que da más felicidad.
  • «La mayor felicidad, para el mayor número de personas».

Emotivismo Moral

  • Los juicios morales no proceden de la razón, sino del «sentimiento moral».

Pensamiento de Hume

Hume se sitúa, como Locke, en el campo del empirismo psicológico: la experiencia más inmediata es la experiencia de la propia mente y, en ella y desde ella, aborda la explicación del conocimiento. Conocer es también para él tener ideas. Pero considera que la palabra «idea» es poco precisa y puede llevar a confusión. La sustituye, pues, por la de percepción. Conocer es tener percepciones. Y, al estudiar estas percepciones, encuentra dos tipos distintos: las «impresiones», de gran viveza e intensidad, en las que se perciben con facilidad los detalles; las «ideas» propiamente dichas, más apagadas y difusas, y a las que siempre acompaña alguna impresión. De este hecho deduce que toda idea tiene que tener alguna impresión de la que se derive.

Las percepciones se presentan también con orden y regularidad. Atribuye el orden y regularidad a las leyes de la asociación, que serían el equivalente mental a la ley de la gravitación universal de Newton. Estas leyes son: asociación por semejanza, asociación por contigüidad espacio-temporal y asociación por causalidad.

De acuerdo con este planteamiento, Hume distingue dos tipos de conocimientos: el que establece «relaciones entre ideas» y el «conocimiento de hechos». En el que establece relaciones entre ideas domina la asociación por semejanza: es el reino de la lógica y de las matemáticas. En él se obtienen conocimientos verdaderos, válidos universalmente. Su validez depende sólo del principio de contradicción. El conocimiento de hechos presenta más dificultad. En su elaboración intervienen las leyes de la asociación espacio-temporal y de la causalidad. Las relaciones espacio-temporales pueden ser percibidas y son, por tanto, impresiones. La causalidad, en cambio, no se puede percibir; en ella la mente va más allá de lo inmediatamente presente. En virtud de la causalidad se pasa de un hecho a otro. Pero ¿cómo? Para el racionalismo tradicional, la relación causa-efecto era una relación necesaria. Encontraba su justificación en el principio de causalidad: «todo lo que empieza a existir tiene que tener una causa». Este principio era considerado evidente y era una de las leyes de la mente. Pero, para Hume, la justificación última es la experiencia y no existe impresión alguna que justifique la validez de este principio. La causalidad, lo que en el fondo hace, es suponer «una conexión necesaria» entre la causa y el efecto. La causalidad no es más que una «creencia», fruto de la costumbre y del hábito psicológico de haber encontrado hasta el presente siempre unidas la causa y el efecto.

Eliminado el valor cognoscitivo del principio de causalidad, los tres grandes ámbitos sustanciales de la realidad quedan sin soporte, tanto el del «yo», como el del mundo externo, como el de Dios.

En el ámbito de la moral ocurre lo mismo. La razón pierde su fuerza. Sólo puede determinar la verdad o falsedad de las proposiciones, pero no influir en la conducta. El fundamento de la moral es el sentimiento. Hume defiende el emotivismo moral y, con ello, deja abierta la puerta a los irracionalismos que, desde Rousseau, jalonan la filosofía moderna y contemporánea.

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