El Empirismo de David Hume: Una Revolución en la Filosofía
A partir del siglo XVI, emerge un nuevo modelo científico basado en el método hipotético-deductivo. Este cambio da lugar a dos corrientes filosóficas predominantes: el empirismo y el racionalismo. El racionalismo, con Descartes como máximo exponente, se fundamenta en la razón como herramienta principal y defiende la existencia de ideas innatas, tomando como modelo el método matemático. En contraste, el empirismo se apoya en la experiencia y niega la existencia de conocimientos innatos. Entre los empiristas más destacados se encuentran Locke, Berkeley y, especialmente, David Hume.
Vida y Obra de David Hume
David Hume nació en Edimburgo en 1711. Durante sus viajes a Francia, escribió su obra más importante, el «Tratado de la naturaleza humana», que inicialmente no tuvo éxito. Esto lo llevó a publicar un «Compendio» del mismo en 1740. Hume falleció en Edimburgo en 1776. En este «Compendio», Hume expone la novedad de su método empirista, su aspiración de que la filosofía alcance el rigor de la física y su objetivo de desarrollar una ciencia de la naturaleza humana que estudie y analice al ser humano. Además, critica el racionalismo de Descartes al afirmar que el límite del conocimiento es la experiencia.
Impresiones e Ideas: La Base del Conocimiento
Uno de los pilares de la filosofía de Hume es la distinción entre impresiones e ideas. Según explica en el «Compendio», una percepción es una impresión cuando sentimos una pasión o emoción, o cuando recibimos imágenes de los objetos a través de los sentidos. Por lo tanto, las impresiones pueden ser de pasión, emoción o sensación. En cambio, una percepción es una idea cuando tenemos una copia atenuada de las impresiones. La diferencia entre ambas no radica en el contenido, sino en la intensidad: las impresiones son más fuertes y vívidas que las ideas, que son más débiles.
El Criterio Empirista de Significación
De esta concepción se deriva el criterio empirista de significación. Este criterio establece que las impresiones preceden a las ideas y que a cada idea le corresponde una impresión. Así, para verificar la validez de un término filosófico, debemos preguntarnos de qué impresión se deriva esa idea. Si no encontramos una impresión correspondiente, el término carece de validez.
Además, Hume critica a Locke en relación con las ideas innatas. Para Hume, las impresiones son las verdaderas ideas innatas, mientras que Locke no diferencia entre impresión e idea, denominando a todo «idea».
Análisis de la Idea de Causa
Otra cuestión fundamental es el análisis de la idea de causa. Hume distingue dos tipos de proposiciones: las relaciones de ideas, que son proposiciones de la lógica y la matemática y no pueden negarse sin caer en contradicción (solo pueden demostrarse), y las cuestiones de hecho, que son proposiciones que se justifican en la experiencia y pueden comprobarse.
Hume se centra en las cuestiones de hecho, ya que en muchas de ellas aparece la idea de causa, utilizada en diversos ámbitos. Por lo tanto, fundamentar la idea de causa es crucial. Para ello, Hume utiliza el ejemplo de las bolas de billar y descubre tres características de esta relación causal: la contigüidad en el tiempo de la causa y el efecto, la prioridad temporal de la causa y la conjunción constante. Sin embargo, no encuentra ninguna impresión de la conexión necesaria para considerar válida la idea de causa.
El Problema de la Inducción y el Principio de Uniformidad de la Naturaleza
Hume recurre al ejemplo de Adán para explicar por qué hacemos predicciones sobre el futuro si la idea de causa no es válida y no tenemos impresión del futuro. Concluye que nuestros razonamientos sobre la causa y el efecto se basan en la experiencia pasada y en el supuesto de que el curso de la naturaleza se mantendrá uniforme, y que el futuro será conforme al pasado (Principio de Uniformidad de la Naturaleza). Aunque no podemos comprobar que la naturaleza se comportará siempre de la misma manera, estamos determinados por la costumbre a suponer que el futuro será como el pasado. No tenemos conocimiento de hechos futuros, solo tenemos creencias (escepticismo radical).
Hume también diferencia entre la concepción y la creencia. La creencia implica una concepción, pero no aporta ninguna idea nueva. La concepción abarca todo lo que podemos imaginar que ocurrirá en una relación causal, mientras que la creencia es lo que consideramos más probable que suceda debido a la experiencia pasada.
Crítica a la Metafísica y a Otros Empiristas
Hume critica la metafísica, ya que sus conceptos abstractos no encuentran verificación en las impresiones y, por lo tanto, no son válidos y deben ser eliminados. Esto implica una crítica a los empiristas Locke y Berkeley. Para Berkeley, Dios era la causa de sus ideas, mientras que para Hume, ni la idea de Dios ni la idea de causa son válidas. Locke, por otro lado, sostenía que la realidad exterior causaba las ideas, pero para Hume, la idea de causa no es válida, y no afirma ni niega la existencia de la realidad externa, considerándolo ilegítimo.
Podríamos preguntarnos de dónde provienen las ideas para Hume, pero su empirismo no permite responder, ya que esto implicaría ir más allá de la experiencia, y no hay conocimiento más allá de nuestras impresiones.
Crítica al Yo y a la Identidad Personal
Otra crítica de Hume se dirige al yo o identidad personal. Esta idea no deriva de ninguna impresión, ya que si alguna impresión originara la idea del yo, esta sería invariable durante toda nuestra vida, y no existen impresiones constantes e invariables. Hume explica la idea del yo a través de la memoria: el sujeto tiene impresiones sucesivas, pero no constantes del yo, y utilizando la memoria crea una idea abstracta de la que no tenemos impresión y, por lo tanto, no es válida.
Los Juicios Morales y la Estética
Hume también critica los juicios morales. Para él, la razón solo interviene en el cálculo de las consecuencias de una acción, pero es el sentimiento el que determina si una acción es moral o inmoral. En los juicios morales, se deben conocer todas las circunstancias, y a partir de ahí, el sentimiento decidirá si la acción es moral (si produce un sentimiento placentero) o inmoral (si produce un sentimiento de rechazo). De manera similar, critica la idea de belleza, ya que no encontramos la belleza en una figura, sino que es el sentimiento el que determina si un objeto es bello o no. También afirma que no podemos calificar de morales o inmorales las acciones de objetos inanimados.
Finalmente, expone que el fin último de cualquier acción humana no puede ser explicado por la razón, sino por los sentimientos.
Conclusión: La Importancia de la Crítica a la Causalidad
El punto más relevante de la teoría del conocimiento de Hume es la crítica a la idea de causa. Esta crítica le permite cuestionar otras ideas y establecer que lo que determina nuestra creencia en la idea de causa no es el conocimiento, sino la costumbre y, por lo tanto, esta idea no es válida.
Relación de Hume con Otros Autores
Hume critica la idea de Dios. Mientras que para Berkeley, Dios era la causa de sus ideas, para Hume esta inferencia no es válida, porque no tenemos impresión de Dios, y además, la idea de causa tampoco es válida. En cuanto a la existencia de la realidad exterior, la postura de Hume puede calificarse de agnóstica. Si para Locke la existencia de la realidad externa se justifica con una relación causal (recordemos que para Locke la realidad exterior era la causa de sus ideas), para Hume esta inferencia no es válida, porque no va de una impresión a otra, sino de las impresiones a una supuesta realidad diferente de las mismas.