David Hume: Empirismo y Escepticismo en la Filosofía Moderna

David Hume

El Conocimiento Humano

David Hume consideraba que la ciencia de la naturaleza humana serviría para avanzar en las demás. Esta ciencia debería explicar el funcionamiento y el alcance del entendimiento humano, es decir, realizar un examen crítico del conocimiento. La ciencia de la naturaleza humana debe considerarse como la principal de todas las ciencias.

La estrategia que siguió Hume en su proyecto general de construir una ciencia de la naturaleza humana se apoyó en el análisis del conocimiento. Este análisis se dividió en tres pasos sucesivos:

  1. Establecer los elementos que configuran nuestro conocimiento de la realidad.
  2. Estudiar cómo se combinan estos elementos para producir conocimientos complejos.
  3. Averiguar los límites dentro de los cuales podemos lograr un conocimiento seguro y fiable.

1 Los Elementos del Conocimiento

La teoría del conocimiento de Hume parte de la afirmación empirista según la cual todos los contenidos de la mente humana son percepciones. Estas percepciones son de dos tipos:

  1. Impresiones: Son las percepciones que se originan en los sentidos externos o internos. Pueden ser simples (provienen de un único sentido) o complejas (varios sentidos). Según su origen, podemos distinguir tres tipos de impresiones: sensaciones, pasiones y emociones.
  2. Ideas: Son el recuerdo actual de impresiones pasadas: son percepciones que ya se presentaron a la conciencia con anterioridad y ahora hacen su reaparición. Hume acepta la clasificación propuesta por Locke:
    • Ideas simples: Cada una proviene de una impresión correspondiente.
    • Ideas complejas: Se obtienen por asociación de ideas simples conforme a tres tipos de relaciones: semejanza, contigüidad espacial o temporal y relación de causa y efecto.

Las impresiones y las ideas tienen dos diferencias fundamentales:

  1. La vivacidad: Las impresiones se nos presentan con más viveza que las ideas y proporcionan una información más detallada que el pensamiento, que ha de nutrirse de la memoria. Por ejemplo, cuando estamos en un museo viendo un cuadro, percibimos sus colores y figuras, captando sus detalles, estamos teniendo impresiones del cuadro. Cuando estamos fuera del museo y pensamos en el cuadro y tratamos de hacerlo presente en nuestra mente, estamos ante una idea del cuadro. En este caso, los detalles se difuminan y la percepción presenta una menor viveza. Al reducir la diferencia entre impresiones e ideas a una cuestión relativa a la viveza con la que las capta la mente, se reduce la diferencia entre sentir y pensar.
  2. El orden en el que se presentan: Las impresiones son siempre anteriores a las ideas. Cuando queremos enseñar a un niño a identificar los colores, se los mostramos para que tenga impresiones de ellos y a partir de ahí alcance a tener ideas de los mismos. No caemos en el error de intentar que primero consiga una idea del color para luego identificarlo cuando lo vea. Las impresiones son la causa de las ideas, y no a la inversa. Este orden indica que para Hume, el pensamiento es una actividad cognoscitiva de segundo orden subordinada a la sensibilidad.

Establecidos los elementos del entendimiento y sus relaciones, Hume enuncia los dos primeros principios de la naturaleza humana:

  1. Todas las ideas simples proceden de las impresiones correspondientes.
  2. Para probar la validez de una determinada idea, es condición necesaria y suficiente señalar la impresión correspondiente de la que procede.

El primer principio elimina de raíz cualquier posibilidad de admitir la existencia de ideas innatas, en contra de la opinión de los racionalistas. El segundo principio se constituye en un criterio de validez de ideas que no plantea graves problemas cuando se aplica a ideas simples, pero que resulta devastador cuando se aplica a las ideas complejas.

2 Modos de Conocimiento

El entendimiento humano puede operar con las impresiones y las ideas para construir conocimientos complejos. Existen dos tipos de conocimientos complejos:

  1. Conocimientos por la relación entre ideas: Se construyen conectando entre sí ideas que guardan una determinada relación. Su verdad es independiente de la experiencia y puede descubrirse mediante operaciones del entendimiento. Si un enunciado que expresa una relación entre ideas es verdadero, su negación implica una contradicción. Encontramos este tipo de conocimiento en las ciencias formales (aritmética, álgebra, lógica o geometría). Por ejemplo, en el enunciado «En un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es la suma de los cuadrados de los catetos», sabemos que este enunciado es verdad sin comprobar nada. Solo necesitamos conocer los significados de los términos ‘triángulo, rectángulo, etc.’ para saber qué relación guardan entre sí y valorar la verdad o falsedad.
  2. Conocimientos de hechos: Se construyen a partir de los datos obtenidos de la experiencia y su verdad solo puede ser conocida mediante una comprobación experimental. La verdad o falsedad de un conocimiento de hechos depende de las impresiones. El que un enunciado que expresa un hecho sea verdadero significa que es así, pero hubiera podido serlo de otro modo; pero si se niega la proposición, no se incurre en un contrasentido. No hay contradicción en negar un conocimiento de hechos. Este tipo de conocimiento es el que conforma las ciencias empíricas. Por ejemplo, «Este castaño obtiene el alimento gracias a la fotosíntesis». Nunca llegaríamos a saber la verdad de este enunciado si no hubiésemos estudiado el proceso. Por otra parte, si negamos este enunciado estamos sosteniendo algo falso, pero no contradictorio. Recordemos a este respecto la distinción entre falsedad y contradicción: falso es aquello que no coincide con la realidad, mientras que contradictorio es aquello que ni coincide ni puede coincidir. Por lo tanto, puede saberse de antemano que lo contradictorio es falso, pero no puede saberse de antemano si un enunciado sobre un hecho es verdadero o falso.

El conocimiento por relación entre ideas se construye conectando entre sí ideas que guardan una determinada relación y no depende de la experiencia; el de hechos es a partir de los datos obtenidos de la experiencia. El conocimiento complejo es conocido mediante operaciones del entendimiento y son ciencias formales; los de hechos son conocidos mediante la comprobación experimental y son ciencias empíricas.

3 La Crítica al Principio de Causalidad

Según Hume, la validez del razonamiento es distinta según se trate de conocimiento por relación de ideas o de conocimiento de hechos. Los razonamientos que usan como premisas enunciados de relación entre ideas no plantean problemas relativos a su validez. El carácter necesario de las premisas garantiza la evidencia apodíctica e inapelable (necesaria, que expresa una verdad evidente e indiscutible, sin contradicción posible) de la conclusión.

En los razonamientos cuyas premisas son conocimiento de hechos, las únicas fuentes de evidencia con las que se cuenta son la sensibilidad y la memoria. Ambas tienen una limitación temporal: la sensibilidad nos proporciona evidencia sobre el presente y la memoria sobre el pasado. A menudo se hacen predicciones sobre hechos futuros con base en cómo fue el pasado o cómo es el presente. Según Hume, lo único que parece poder proporcionar evidencia sobre los hechos, más allá de los sentidos y la memoria, es la relación que hay entre la causa y el efecto. El fuego es la causa de que el agua se caliente y, por tanto, cada vez que coloquemos agua sobre el fuego, al estar la causa presente se producirá el efecto previsto. Esta parece ser la lógica que gobierna este tipo de hechos y que nos proporciona un grado de certeza que consideramos satisfactorio.

Tras explicar la conexión entre causa y efecto como una relación necesaria, Hume llegó a las siguientes conclusiones:

  1. No se trata de una relación de ideas porque si se analiza la idea que se tiene del hecho que consideramos causa, solo se descubre cuál es su efecto mediante la experiencia.
  2. No queda otra alternativa que afirmar que se trata de un conocimiento de hechos.

Hume encontró tres ideas responsables de crear el nexo entre la causa y el efecto: la contigüidad espacial, la sucesión temporal y la conexión necesaria. Al aplicar a estas ideas el criterio de validez (que consiste en señalar la impresión de la que proceden), las ideas de contigüidad y sucesión temporal no plantean problema porque proceden de la experiencia sensible y se pueden encontrar múltiples impresiones que las respaldan. El problema está en la idea de conexión necesaria. No se puede encontrar una impresión sensible de conexión necesaria entre dos fenómenos. Por eso, no es una idea válida.

Al desacreditar la idea de conexión necesaria, se está negando la posibilidad de predecir el futuro. La explicación de Hume consiste en proponer un tercer principio de la naturaleza humana, que se suma a los dos anteriores y se puede expresar con estas afirmaciones:

  1. La observación de la conexión continuada entre dos hechos genera una costumbre.
  2. La costumbre o el hábito es el fundamento de la creencia según la cual el futuro será como el pasado.
  3. Esta creencia nos proporciona la convicción de que las conexiones entre fenómenos que se han observado repetidamente continuarán produciéndose del mismo modo.

El principio de causalidad sí tiene un fundamento, pero distinto del que se pensaba. Se descubre que su apoyo no pasa de ser un sentimiento irracional que se instala en el hombre y lo hace confiar ciegamente en la regularidad de la naturaleza. La consecuencia de todo ello es la pérdida del valor epistemológico u objetivo del principio de causalidad. Hume admite solo un valor psicológico para este principio, pero considera que todas las disciplinas científicas que se han apoyado en este principio no están en peligro. Puede producirse una cierta crisis, pero esta será perfectamente superable si se consideran los siguientes aspectos:

  1. La aplicación del principio de causalidad debe restringirse al ámbito de la experiencia sensible. No se trata de conocimiento, sino solo de una mera creencia; se deben establecer controles externos que garanticen la correcta aplicación del principio. Se pueden detectar los casos en los que no se cumpla lo previsto y corregir el error cometido.
  2. El estatuto epistemológico de las afirmaciones obtenidas por medio de la aplicación del principio de causalidad pertenece a una categoría inferior. Ahora se debe admitir que se trata solo de un conocimiento probablemente verdadero y se debe tener la disposición de revisar aquella afirmación si aparece una evidencia sensorial en su contra.

La Realidad

Hume extrae las consecuencias que se derivan para el conocimiento efectivo de la realidad. Se trata de decidir si efectivamente existe noticia de una realidad exterior al hombre, de Dios y del propio sujeto pensante.

1 La Existencia de la Realidad Exterior

La filosofía tradicional había considerado que la realidad exterior al sujeto se concreta en la existencia de las sustancias. Las sustancias del mundo exterior poseen las cualidades que captan los sentidos. Con Hume, diríamos que las impresiones no son otra cosa que las cualidades de los objetos exteriores cuando son captadas por el sujeto. A partir de Descartes, la filosofía moderna cuestionó la existencia del mundo real, o sea, de las sustancias reales exteriores al sujeto.

Descartes restituyó la realidad del mundo a través de la garantía que la existencia de Dios ofrece a la verdad de nuestras ideas claras y distintas. Locke negó la posibilidad de un conocimiento positivo o real de las sustancias exteriores. Así, las sustancias del mundo exterior serían la causa desconocida de las ideas simples del sujeto. La consecuencia es que se conocen los efectos de las sustancias en el hombre, pero no a ellas mismas.

Hume negó que sea posible alcanzar la certeza de la existencia de un mundo exterior al hombre. Esta negación es coherente con el hecho de que tal existencia se ha establecido por medio de la aplicación del principio de causalidad. La sustancia sería la causa y las impresiones serían los efectos. Pero el ser humano está obligado a limitar el uso del principio de causalidad a aquello de lo que tiene impresión sensible. En consecuencia, no es lícita la extrapolación que desde las impresiones salta a la sustancia como su causa, puesto que de esta última no hay impresión sensible. La conclusión resulta ahora evidente: no solo no hay conocimiento de la realidad exterior, sino que ni siquiera se puede afirmar que tal realidad exterior efectivamente exista. Toda la realidad de la que tenemos constancia se limita a percepciones subjetivas.

2 La Existencia de Dios

La idea de Dios no es una idea válida. El criterio de validez de las ideas impone la obligación de señalar, para cada idea válida, la impresión de la que procede, y resulta obvio que no poseemos impresiones sensibles de Dios. Quedan descartadas todas las demostraciones de su existencia que se fundan en la idea que tenemos de Dios. Tampoco son consideradas válidas las demostraciones de la existencia de Dios cuyo punto de partida es la experiencia sensible. Según Hume, tales pruebas realizan también un uso indebido del principio de causalidad, puesto que aplican la noción de causa a algo de lo que no existe impresión sensible.

3 La Existencia del Sujeto Pensante

La idea de un sujeto pensante supone la existencia de una unidad que permanece idéntica e invariable a través del flujo de percepciones que se suceden de forma constante, pero esto último no parece posible. Para poder asegurar la validez de la idea de sujeto pensante, de nuevo se tendría que señalar la impresión de la que procede, que habría de ser una impresión permanente que acompañe a las otras impresiones que fluyen. Por así decirlo, en cada momento deberían existir dos impresiones diferentes, una de las cuales sería siempre la misma y cumpliría la función de informar al propio sujeto de su identidad. Hume dice verse obligado a confesar que, en su caso, las únicas impresiones que encuentra en su mente son las percepciones particulares que se presentan ante él. Apenas llegaron, se marcharon para dejar paso a otras que ocuparon el lugar de las anteriores.

4 Fenomenismo y Escepticismo

La crítica de Hume al entendimiento humano conduce a una posición fenomenista y escéptica:

  1. El fenomenismo es la tesis que reduce la realidad a un conjunto de fenómenos, a un mero aparecer ante el sujeto que percibe. Hume es fenomenista puesto que cuestiona seriamente la existencia de sustancias y concibe la realidad como una mera aparición fenoménica de la conciencia.
  2. El escepticismo niega la posibilidad de alcanzar conocimiento cierto sobre cualquier cosa. Hume considera que las impresiones y las ideas provenientes de impresiones constituyen conocimientos ciertos. No puede ser considerado un escéptico radical. Pero en la medida en que Hume reduce el conocimiento cierto a su mínima expresión, en la medida en que cuestiona todo un universo de saberes que el sentido común considera asequibles, puede ser catalogado como pensador escéptico, aunque no en la versión más radical.

La persistencia con que el sentido común testimonia la existencia tanto de la realidad exterior al sujeto, como del sujeto mismo, es explicada también por el autor como una mera creencia respaldada por la imaginación y la memoria. No se sabe, sino que se cree que existen el mundo y el yo. Esto es debido a la construcción unitaria de la imaginación, que elabora una imagen en función de la uniformidad y coherencia entre las percepciones actuales y el recuerdo de las pasadas.

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