David Hume: Vida y Obra
David Hume nació en Edimburgo en 1711. Estudió derecho por indicación familiar, pero su verdadera pasión era la filosofía. Comenzó a trabajar en una oficina comercial en Bristol, pero enfermó y abandonó el trabajo. Se trasladó a Francia para dedicarse a la investigación y al saber. Su ambición era convertirse en el «Newton de las letras», estableciendo las bases de la ciencia de la naturaleza humana, de un modo similar a como lo había hecho Newton en el ámbito de la física. En 1739, publicó el Tratado de la naturaleza humana, una obra monumental que, sin embargo, pasó totalmente desapercibida en su momento.
Intentó ocupar una cátedra en la Universidad de Edimburgo, pero su fama de ateo y escéptico se lo impidió. En un segundo intento, perdió la plaza frente a Adam Smith. En 1752, consiguió el puesto de bibliotecario de la universidad, lo que le dio acceso a una gran cantidad de libros y tiempo para escribir. Durante este periodo, comenzó a escribir la Historia de Inglaterra, que tuvo un gran éxito. En 1763, volvió a Francia como secretario del embajador en París, donde conoció a Rousseau y a Montesquieu. Murió en Edimburgo en 1776.
La Moralidad según Hume: El Sentimiento como Fundamento
Para Hume, la moralidad es una cuestión de hecho: todo el mundo hace distinciones morales entre lo bueno y lo malo. Sin embargo, el fundamento de estas distinciones no reside en la razón, como habían afirmado los filósofos de la antigüedad, sino en el sentimiento.
Hume rechaza la idea de que la razón sea la fuente de la moralidad. Argumenta que las dos operaciones del entendimiento son el conocimiento de hechos y las relaciones entre ideas, y que ninguna de ellas permite obtener la menor noción de lo bueno y lo malo. Lo que denominamos bueno y malo no es una cualidad o propiedad inherente a un objeto, sino un sentimiento de aprobación o rechazo que surge en nosotros ante ciertos hechos. Consideramos que algo es bueno o malo, justo o injusto, no porque la razón capte alguna cualidad en el objeto, sino por el sentimiento de agrado o desagrado que se genera en nosotros, de acuerdo con las características propias de la naturaleza humana.
Empatía, Altruismo y Utilitarismo
Las valoraciones morales, por lo tanto, dependen del placer o del dolor que despiertan en el hombre determinadas acciones. Este placer no debe entenderse como un disfrute hedonista, sino como un placer altruista. El placer y el dolor asociados a la conducta moral están ligados al sentimiento de empatía. Al vincular placer y altruismo, Hume se convierte en un antecedente del utilitarismo, una corriente ética que considera que la acción moral preferible es aquella que produce el mayor bien para el mayor número de personas. Esto se conoce como consecuencialismo, ya que se tienen en cuenta las consecuencias de las acciones.
La utilidad, según Hume, reside en los efectos que produce la empatía, que nos lleva a ayudar a los nuestros. El hombre ya no es visto como un ser egoísta, sino como un ser parcial, que toma partido por aquellos con los que siente empatía. La empatía, sin embargo, no es universal, sino que funciona en círculos de cercanía, lo que implica una menor utilidad a medida que nos alejamos del círculo más cercano. La utilidad reside en ayudar a los que son como nosotros, en defender a los nuestros.
La Naturaleza Humana y la Sociedad
Eliminada la posibilidad de que la valoración moral dependa de categorías racionales, parece que estamos abocados a un relativismo moral. Sin embargo, Hume da por hecho que la naturaleza humana es común y constante, y que existen pautas universales que regulan los sentimientos. Debajo de la utilidad, Hume encuentra las virtudes de la benevolencia y la justicia, que están presentes en el ser humano.
Para Hume, los teóricos del contrato social defienden una ficción filosófica que nunca tuvo lugar, ya que la sociedad no se puede separar del ser humano. Existe un deseo natural que empuja a los seres de ambos sexos a unirse y a mantenerse unidos para criar a sus hijos. La familia constituye el núcleo básico de la sociedad, que se va ampliando al constatar los beneficios de un modo natural. La sociedad no se genera por la reflexión de los seres humanos en un estado de naturaleza, sino que es el resultado de tres deseos: el deseo sexual, el deseo de posesión y el deseo de intercambio. Estos deseos se convierten en instituciones de derecho: el matrimonio, la propiedad privada y las cámaras de comercio. Es sobre la base de la utilidad que el ser humano vive en sociedad. En consecuencia, la obediencia al gobierno no tiene otro fundamento que la utilidad, y esa obligación cesa cuando desaparece el beneficio.
Nicolás Maquiavelo: Vida y Obra
Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469, en el seno de una familia noble. En 1498, comenzó a desempeñar encargos para la República de Florencia, en concreto, la dirección de la guerra contra Pisa. En 1499, fue nombrado canciller, y durante 13 años se convirtió en el embajador de Florencia ante el rey francés, el emperador austriaco y el Papa. En 1512, la familia Medici recuperó el poder en Florencia y Maquiavelo fue destituido de su cargo. A partir de entonces, se dedicó a leer y escribir. Comenzó a escribir El Príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Recuperó parte de la confianza a partir de 1520 y se ocupó de asuntos menores, como escribir una historia de Florencia y elaborar un informe sobre las fortificaciones de la ciudad. En 1527, las tropas de Carlos V saquearon Roma. Ese mismo año, los Medici huyeron de Florencia y el nuevo gobierno no vio con buenos ojos a Maquiavelo, destituyéndolo como cronista. Enfermo de pena, murió en 1527.
El Contexto Político de Maquiavelo
Durante el siglo XV, las repúblicas italianas, como Nápoles, Florencia, Venecia, Milán y Roma, habían logrado una paz basada en el equilibrio de fuerzas. Sin embargo, la irrupción de las potencias de España y Francia desestabilizó este equilibrio. La mayor obsesión de Maquiavelo fue unir a las ciudades italianas bajo la figura de un gran príncipe que lograra recuperar la gloria del Imperio Romano.
La Filosofía Política de Maquiavelo: Realismo y Virtud
En la actualidad, el término «maquiavélico» se asocia con un modo de actuar astuto y pérfido. Incluso, las obras de Maquiavelo fueron incluidas muy pronto en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. La famosa frase «el fin justifica los medios» no es más que una síntesis inexacta y malintencionada de las teorías de Maquiavelo, quien insiste en que no se puede considerar virtud al hecho de matar y traicionar a los amigos. Así se puede conseguir el poder, pero nunca la gloria.
Una de las tesis más discutidas de El Príncipe se encuentra en el capítulo XVIII, en el que destaca que el príncipe debe actuar como hombre y como bestia, utilizando las leyes y la fuerza. En concreto, debe ser como el león, pero también como la zorra, porque el león asusta a los lobos pero cae en las trampas, mientras que la zorra es astuta y no cae en el engaño, dentro del cual entra la conducta de no cumplir la palabra dada.
El Príncipe es una obra en la que Maquiavelo vuelca su experiencia de 15 años en la corte. No se limita a contar sus experiencias, sino que elabora una serie de reglas de conducta que pueden servir para gobernar. No es una obra utópica, imaginada desde el ideal de cómo deberían ser los hombres. En esta obra, Maquiavelo considera que el hombre es de naturaleza perversa y egoísta, solo preocupado por su propia seguridad y por aumentar su poder. Los hombres obran el mal a menos que la necesidad les obligue a obrar el bien.
Poder, Fortuna y Virtud
Para Maquiavelo, el poder no es logos o razón, sino fuerza y coacción. Maquiavelo inaugura el pensamiento político moderno al reinterpretar el concepto de virtud de los antiguos. La virtud, para Maquiavelo, es la habilidad, el valor y el ímpetu para dominar la fortuna, entendida como el azar y la incertidumbre de las sociedades modernas. La virtud es la fuerza para dominar a la diosa irracional, imprevisible y caprichosa. En los Discursos, defiende la república como el régimen más apto para hacer frente a la fortuna, ya que el poder no reside en una sola persona, sino que está repartido entre la nobleza, el pueblo y la plebe.
La Ética en la Política: Males Menores y la Salvación de la Ciudad
Maquiavelo piensa los problemas éticos en un mundo éticamente irracional, dominado por la fortuna, en el que el bien puede llevar al bien o al mal, y viceversa, en el mundo de la política. Esto contradice la ética clásica, según la cual el bien siempre produce el bien. La paradoja de Maquiavelo es que obrar bien en política contempla hacer el mal en casos límite, y siempre para salvar el bien de la ciudad. Por lo tanto, Maquiavelo no separa ética y política, sino que separa la ética clásica de la ética política moderna.
El hecho de que Maquiavelo plantee su problema con el término de «males menores» o «mayores» demuestra que en él no hay una transvaloración, sino que acepta que un mal puede evitar una catástrofe, que un mal puede traer un bien, y viceversa. Existe en Maquiavelo una incompatibilidad entre dos éticas: la privada y la política. Se puede ser un buen individuo en el ámbito privado o se puede ser un buen príncipe. Se puede salvar el alma o se puede salvar la ciudad. Pero, para Maquiavelo, una elección honesta se basa en salvar la ciudad, porque en una ciudad segura alguien puede pensar en sus fines y proyectos, que caben en la comunidad porque ésta los hace posibles.