Democracia Participativa y Teoría de la Acción Comunicativa de Habermas

Racionalidad Comunicativa y Ética del Discurso

En la Teoría de la Acción Comunicativa, toda acción humana y social debe basarse en la racionalidad comunicativa frente a la racionalidad instrumental o técnica. La racionalidad comunicativa considera que todo desarrollo de la razón tiene su origen en la comunicación entre los hombres: por un lado, en la capacidad de exponer más y mejor sus razones y argumentos; por otro, la de entender más y mejor las razones y argumentos de los otros. Así, la razón comunicativa se basa en el uso del lenguaje para buscar el entendimiento y el acuerdo intersubjetivo que nos permitan establecer normas de actuación morales (ética) y sociales (derecho) partiendo del presupuesto de la igualdad y la libertad. Cuando esta interacción dialógica busca argumentaciones racionales con pretensiones de universalidad se denomina “discurso”. El grado máximo de racionalidad social será establecer un discurso acerca de los fines y los valores que deben guiar la acción humana.

La ética del discurso de Habermas es una reelaboración de la ética formal de Kant donde se establece un nuevo imperativo ético no individual, como en Kant, sino que debe basarse en lo que todos los seres humanos, de común acuerdo y mediante diálogo, acepten como norma universal. La teoría consensual del bien mantiene la aspiración a la universalidad, pero no renuncia a la consideración de los diversos intereses de las personas implicadas en una situación. Se debe encontrar el consenso en una norma que todos los afectados podrían llegar a aceptar y preferir frente a otras, teniendo en cuenta sus intereses y manteniendo siempre la igualdad y la libertad.

La Necesidad de una Política Deliberativa

Debido a este carácter comunitario y de consenso, surge la necesidad de una política que sea deliberativa. Como la ética ya no se funda en el individuo sino en el conjunto social, y es por tanto “política”, tiene como presupuesto la existencia de una comunidad de diálogo en la que todos, sin coacción y en igualdad de oportunidades, puedan opinar para buscar un consenso racional acerca de qué intereses pueden considerarse comunes. Por ello, a su vez, es necesario establecer las condiciones reales, tanto materiales como culturales, que permitan a las personas intervenir en el diálogo en condiciones de libertad e igualdad. La propuesta de Habermas es, por lo tanto, un proyecto, pues la libertad e igualdad de condiciones no se consigue nunca de forma perfecta, pero se convierten en el horizonte para construir una sociedad justa. La “comunidad ideal de diálogo” es una utopía que debe servir de modelo para establecer las normas de derecho legal de una democracia participativa.

De la Comunidad Ideal a la Realidad: Crisis de la Democracia

Pero, lo primero es ser conscientes de la distancia entre la comunidad ideal y la situación real. La situación real, la serie de condicionantes sociales, políticos y económicos, han llevado a que la tecnificación, la burocratización y las reglas económicas se impongan sobre el individuo, lo que lleva a la “crisis de motivación” y a la pasividad en la participación social, el egoísmo y la desafección de lo público. Esta pasividad termina generando un problema de legitimidad de la propia democracia, donde gran parte de la población deja de participar en el voto. Por ello, Habermas considera necesario generar un espacio público que fomente la vinculación de los individuos con la sociedad, creando normas consensuadas. Surge así un nuevo proyecto: la democracia participativa.

Democracia Participativa vs. Democracia Liberal y Republicana

La democracia participativa se diferencia de los dos modelos teóricos habidos hasta la fecha: la democracia liberal y la republicana.

  • Democracia liberal: Busca un Estado que sea básicamente el garante de una sociedad entendida exclusivamente en términos individualistas y económicos, y donde la política tiene la función de regular los posibles conflictos de intereses.
  • Democracia republicana: La primacía la obtiene la sociedad civil, que ha de conquistar en términos éticos al Estado, y donde lo comunitario prevalece sobre lo individual y la política se dirige contra el poder para reducirlo.

Habermas, con su propuesta deliberativa, busca superar y sintetizar ambas perspectivas. Por un lado, pretenderá la defensa del individuo y, por otro, la importancia de la sociedad como una comunidad de convivencia.

Hacia una Democracia Auténtica: Criterios y Esfera Pública

Para conseguir esta democracia auténtica, se han de establecer criterios institucionales y legales que se presupone que todos los afectados admitirían tras un diálogo celebrado en condiciones de igualdad. Esta democracia participativa busca el consenso pragmático, donde ningún afectado puede ser eliminado o coaccionado, debiendo siempre respetarse los derechos humanos. La democracia participativa es así una apuesta por la implicación de los ciudadanos y los colectivos en la resolución de los conflictos. Asimismo, la política deliberativa apoya la institucionalización moderna de los discursos, pero no olvida la importancia de la esfera pública de la sociedad civil, donde se desarrollan también procesos discursivos que han de ser tenidos en cuenta. Por ello, afirma que las deliberaciones se pueden realizar de manera formal ―asambleas, parlamentos, etc.―, o de manera informal, en las discusiones que se llevan a cabo en el seno de la sociedad civil, donde se puede valorar el estado real de la democracia.

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