La Posición Modernista y la Experiencia Religiosa
La posición modernista y afín, que concibe la experiencia religiosa como un sentimiento al margen del conocimiento conceptual, no refleja una conciencia primaria de la existencia de Dios. Más bien, se trata de una vivencia religiosa subjetiva con un contenido sumamente vago, cuya correspondencia con Dios no se demuestra. Si los modernistas se muestran tan agnósticos respecto a la objetividad de nuestros conceptos, ¿cómo pueden ser tan crédulos en cuanto al contenido objetivo y trascendente (Dios) de una vaga experiencia religiosa? No es lo mismo la experiencia de Dios que el sentido de limitación e indigencia vital, o de una inefable religación.
El realismo de esas vivencias y de la infinidad de aspiraciones del corazón humano puede explicarse por la amplitud del objeto de la voluntad (el bien en común) y su trascendencia sobre el apetito sensitivo. Sin embargo, esto no puede traducirse sin más por el sentido de Dios, que es un bien concreto, a menos que se dé por conocido previamente, especialmente si interviene el factor gracia, como ocurre en la experiencia mística de los santos cristianos. De hecho, los autores modernistas partían de una fe cristiana en Dios, más o menos vivida, pero ciertamente conocida. Incluso desde la fe, Isaías proclamaba: «En verdad eres un Dios escondido».
La supuesta comunicación personal o experiencia trascendental más o menos explícita, pero previa a la conceptualización, de la existencia de Dios (Rahner) se afirma con demasiada gratuidad. Además, una comunicación personal preconceptual de Dios al hombre compromete la incomunicabilidad ontológica de la persona, cuya apertura al otro se manifiesta por vía del conocimiento y el amor. La huida del realismo crítico se paga cara cuando se trata de razonar las propias opciones sistemáticas.
Argumento Cosmológico
La búsqueda de una Causa Primera que explique el ser y el obrar contingentes de todas las cosas de este mundo es, precisamente, la búsqueda de Dios, puesto que por Dios entendemos el ser que es causa de sí mismo y origen primero de cuanto existe.
Sobre el problema de la existencia de Dios ha habido distintas posiciones entre los filósofos a lo largo de los tiempos:
- Ateísmo: Algunos, muy escasos en la historia del pensamiento, niegan su existencia. Son los llamados ateos. Quizá los más característicos sean los modernos marxistas. Una forma especial de ateísmo es el panteísmo, que identifica a Dios con el conjunto del Universo y le niega un carácter personal y distinto del mundo. Tal es el caso de Espinosa (siglo XVII) y de los antiguos estoicos.
- Agnosticismo: Otros autores declaran que Dios es incognoscible, es decir, que nada podemos saber de su existencia. Son estos los agnósticos, que no niegan que Dios exista, sino solo que podamos llegar a su conocimiento. Cabe citar entre ellos a Kant y a los antiguos epicúreos.
Afirmación de la Existencia de Dios: Un tercer grupo de pensadores, el más extenso, afirma que Dios existe y que, de algún modo, podemos conocerle. Pero entre ellos hay también distintas posiciones:
- Ontologismo: Algunos sostienen que a Dios se le conoce de un modo directo, inmediato: que Dios se hace patente a nuestra experiencia. Son estos los ontologistas (Malebranche, Gioberti, Rosmini, entre otros). Para ellos, no es precisa una demostración racional de la existencia de Dios, puesto que basta una mostración de lo que es por sí mismo evidente.
- Fideísmo: Otros, los fideístas, creen que a Dios se puede llegar por la fe, pero no por la razón. La fe es para ellos un modo de saber, pero no racional ni basado en la razón, sino completamente ajeno a ella. Cabe citar entre estos a Daniel Huet (siglo XVII) y a las corrientes que dan a la fe una fundamentación afectiva o sentimental (siglo XIX).
- Demostración Racional: Otros, en fin, afirman que Dios no es evidente (en esta vida), pero tampoco es inasequible para la razón. Según ellos, la existencia de Dios es demostrable racionalmente. Tal es la posición ortodoxa católica. Si Dios fuera evidente (como para los ontologistas), la fe carecería de todo mérito moral; si fuera inasequible a la razón (como para agnósticos y fideístas), la teología no podría ayudarse de la razón ni esta nos conduciría a la verdadera causa de las cosas.
Argumento Físico-Teológico
La Sagrada Escritura atestigua este principio: la razón humana puede conocer a Dios por medio de la creación, pues las cosas creadas son testimonio permanente de su Autor y llevan a su conocimiento con alcance universal.
En este sentido, en el Libro de la Sabiduría encontramos dos motivos por los cuales el hombre puede alcanzar el conocimiento de Dios. Uno es la belleza que hay en las criaturas: por la contemplación de las diversas bellezas creadas, el hombre puede alcanzar el conocimiento de Aquel que es la fuente de toda belleza, Dios, Belleza Suprema. El otro motivo es el poder y la fuerza que existe en la naturaleza creada: las fuerzas de la naturaleza son un reflejo de la Omnipotencia de Aquel a quien se someten todas las potencias.
«Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a Dios y no alcanzan a conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues es el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor. Con todo, no merecen estos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos! Pero, por otra parte, tampoco son estos excusables; porque, si llegaron a adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el universo, ¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?» (Sabiduría 13, 1-9)