Demostraciones de la Existencia de Dios según Descartes: Un Pilar del Racionalismo

Las Demostraciones de la Existencia de Dios

Descartes quería construir un sistema filosófico en el que todos los conocimientos estuviesen ordenados deductivamente. Ese sistema sería como un árbol, cuyas raíces serían la metafísica, su tronco la física y sus ramas otras ciencias aplicadas. En la cuarta parte del Discurso del método construye su metafísica, que luego presentará de forma más desarrollada en las Meditaciones Metafísicas y los Principios de filosofía. Esta parte del principio: pienso, luego existo. Descartes infiere un criterio de verdad: las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas, pero aún se mantiene la hipótesis del genio maligno, ideada por Descartes, que admite la posibilidad de la existencia de un genio, con un enorme poder, que me puede engañar, incluso en aquello que creo conocer con gran evidencia. No hay otro modo de avanzar que probar que existe Dios y que este no puede ser engañador ni consentir que exista un genio maligno que me engañe.

Prueba de la Existencia de Dios a partir de la Idea de Infinitud

Para probar la existencia de Dios no tiene otro posible punto de partida que las ideas. Desde el yo, Descartes cree poder justificar las ideas de las cosas corpóreas inanimadas, las ideas de los ángeles, de otros hombres, de los animales, etc.; pues, nada parece haber en ellas tan excelente que no pueda proceder de mí mismo. La idea de Dios sobrepasa mi perfección; por “Dios”, Descartes entiende “una sustancia infinita, eterna, inmutable, que me ha creado a mí mismo y a todas las cosas que existen”. Descartes concluye diciendo que es imposible que yo sea la causa de esa idea; pues, aunque pudiera serlo en tanto que se trata de una sustancia, y yo soy una sustancia pensante, sin embargo, no podría serlo tratándose de una sustancia infinita y siendo yo sólo finito; la idea de sustancia infinita debo de haberla recibido de una sustancia infinita. Y, por tanto, Dios existe. Dios ha impreso la idea de infinitud y perfección en mi naturaleza y, por tanto, es una idea innata. Esta prueba se basa en el principio de causalidad. Se demuestra la existencia de Dios como causa de una idea innata que hay en mí: la idea de Ser Infinito y Perfecto.

Prueba de la Existencia de Dios como Causa de mi Existencia

Descartes desarrolla otra prueba que muestra a Dios como causa de mi existencia. Yo, que me reconozco como un ser imperfecto, reconozco al mismo tiempo que no puedo ser el autor de mi ser, pues, al crearme a mí mismo, desde luego no me hubiese dotado de todas las perfecciones privadas de mí por Dios. Conclusión: Es necesario que exista un ser más perfecto de quien yo dependa y que me haya creado. Este es también un argumento causal. Prueba la existencia de Dios como causa de la existencia del propio yo.

Destrucción de la Hipótesis del Genio Maligno y Criterio de Verdad

Tras reconocer la existencia de Dios, Descartes ya puede destruir la hipótesis del genio maligno. La veracidad es una perfección y Dios, como ser perfecto, ha de poseerla, no consintiendo así en engañarme ni permitiendo que haya otro ser que me engañe. El problema no es ahora el de cómo puedo estar seguro de que algo es verdad, sino el de cómo explicar el error. El error se puede evitar constriñendo la voluntad dentro de los límites del entendimiento, esto es, absteniéndome de juzgar acerca de aquello que no perciba clara y distintamente. Establecida la existencia de Dios, se hace aplicable el criterio de verdad: todas las cosas que concebimos clara y distintamente son verdaderas tal y como las concebimos. El criterio de verdad se aplica a las proposiciones matemáticas, puesto que estas son percibidas con claridad y distinción.

El Argumento Ontológico

Descartes procede a exponer otro argumento para probar la existencia de Dios, el llamado argumento ontológico. El argumento es, en resumen, como sigue: Todo lo que conozco clara y distinto como perteneciendo a la esencia de algo, le pertenece realmente. Concibo clara y distintamente que a la esencia del triángulo le corresponde que la suma de sus ángulos equivalga a dos rectos, y tal propiedad le pertenece realmente. Concibo clara y distintamente que a la esencia de Dios le pertenece la existencia, ya que Dios es el Ser perfecto y la existencia es una perfección. Luego, Dios existe necesariamente.

El argumento ontológico aparece formulado por primera vez en una obra de San Anselmo de Canterbury. Si es cierto que la forma del argumento es la misma en San Anselmo y Descartes, sin embargo, hay ciertos matices que los diferencian. En el argumento ontológico, San Anselmo trata de encontrar una prueba irrefutable de la existencia de Dios con fines meramente religiosos, mientras que Descartes prueba la existencia de Dios para poder resolver un problema epistemológico. A partir del cogito, como vimos, puedo tener certeza de mi existencia como sujeto, pero no de mis pensamientos ni de la realidad exterior, y menos, de la correspondencia entre ambos. Es Dios, en cuanto no nos puede engañar debido a su perfección, quien puede garantizarnos la existencia del mundo y su correspondencia con mis pensamientos, y es condición de posibilidad del conocimiento.

La Existencia del Mundo Externo

Tras establecer su propia existencia como ser pensante y la existencia de un Dios benevolente que garantiza la verdad de aquello que se presenta clara y distintamente a la mente, Descartes vuelve su atención hacia el mundo externo y acaba admitiendo la existencia de las cosas materiales. Descartes sostiene que yo no puedo ser la causa que produzca las ideas sensibles, pues no soy más que una cosa que piensa. Afirma Descartes que esas ideas deben proceder de una realidad distinta de mí mismo, que puede ser un cuerpo, o Dios mismo o alguna criatura más noble que el cuerpo. Dios resultaría ser falaz si me enviara esas ideas, por mediación de alguna criatura más noble que los cuerpos, no me dio ninguna facultad, pero sí me ha dado una inclinación a creer que dichas ideas me son enviadas por las cosas sensibles y, dado que Dios no es engañador, esa inclinación no es ilusoria; esto es, que las causas de las ideas de las cosas sensibles son las cosas corpóreas mismas, y que estas existen. Pero, ¿estas cosas son tal como las percibimos? Según Descartes, lo único que cabe afirmar, como realmente existente en los cuerpos, es lo que percibimos en ellos con claridad y distinción, es decir, aquello que es objeto de la geometría especulativa: la extensión, el movimiento y la figura. En cuanto al sonido, la luz, el color, no son percibidos con claridad y distinción, y no existen en los cuerpos, sino en el sujeto.

La Triple Función de Dios en la Filosofía Cartesiana

Dios tiene una triple función en la filosofía cartesiana:

  • Función Gnoseológica: La demostración de la existencia de Dios proporciona el fundamento de la certeza, de la realidad de nuestras evidencias, y permite así el salto del pensamiento -del cogito– a la realidad… Dios existe; Dios es un ser perfecto; un ser perfecto no puede no ser veraz; por tanto, Dios, que me ha creado, no puede engañarme. En la medida en que Dios es el fundamento último de la certeza, representa la clave de la bóveda del sistema de Descartes. Hay que subrayar aquí este papel central de Dios en la filosofía racionalista: la razón y la verdad dependerían en última instancia del poder de Dios. En esto ha solido verse una herencia escolástica, de la que sólo se liberará el pensamiento en la Ilustración.
  • Función en la Física: Dios en la física cartesiana sirve para explicar el origen del movimiento. Dios es la primera causa del movimiento y conserva constante la cantidad de movimiento del mundo.
  • Función Ontológica: Finalmente, en el aspecto ontológico, Dios es causa creadora y conservadora de las sustancias finitas.

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