Continuación Problema de Dios
El paso siguiente es eliminar la posibilidad de que dos de esas ideas innatas (infinito y perfección) puedan haber sido producidas por mí.
Descartes las analiza y concluye que sólo pueden haber sido causadas por un ser proporcionado a ellas, por lo que tienen que haber sido puestas en mí por un ser infinito y perfecto, demostrando así la existencia de Dios.
Una vez demostrada la existencia de Dios como ser perfecto, se eliminan los dos motivos de duda sobre las verdades racionales: que el propio Dios me engañe o que permita la existencia de un genio maligno. Por ello, puedo afirmar la existencia de una realidad externa a mi mente, en base a las ideas adventicias con la misma certeza con la que sé que es verdadera la proposición «pienso, existo».
Así pues, la demostración de la existencia de Dios cumple una doble función en la filosofía de Descartes. En la metafísica, rompe con el solipsismo, ya que existe otra realidad, la sustancia infinita y pensante que es Dios. En epistemología, la eliminación de los motivos de duda sobre la evidencia, no solo me permite recuperar la certeza sobre las verdades racionales, sino también estar seguro de la verdad de las ideas claras y distintas sobre los seres materiales.
Como resultado de la deducción puedo estar seguro de la existencia de tres sustancias: una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de las otras dos sustancias: la «res extensa», es decir, el «mundo» y la «res cogitana», la sustancia pensante.
Antropología
El modo como Descartes plantea y resuelve el problema del conocimiento le ha llevado a afirmar la existencia del yo como primera realidad. La prioridad del yo es el fundamento en la antropología del dualismo cartesiano.
Finalmente, una vez demostrada la existencia de un Dios infinito y perfecto, la reflexión de Descartes, aplicando sus criterios epistemológicos, le lleva a afirmar la existencia del mundo material, pero defendiendo un determinismo: todos los procesos responden a causas necesarias, y un mecanicismo: los procesos físicos se explican por causas antecedentes y no por causas finales.
Sin embargo, la defensa del dualismo antropológico, que define al alma como sustancia, hace posible que el ser humano sea libre.
De acuerdo a lo anterior, si el cuerpo humano fuera solo “res extensa”, sería una máquina más de la naturaleza sujeto a las mismas leyes mecánicas y deterministas que el resto de la naturaleza. Sin embargo, el ser humano no se reduce a su cuerpo, a la sustancia extensa, es también sustancia pensante, mente. Y el haber definido el alma, como sustancia, hace posible que el ser humano sea libre.
Si el dualismo antropológico cartesiano, es decir, la defensa de la diferencia de naturaleza y de la independencia de la mente respecto al cuerpo, tiene su raíz en su epistemología, las consecuencias últimas son antropológicas: sólo el dualismo permite, según Descartes, defender la libertad humana y la inmortalidad del alma.
Pero, el dualismo antropológico plantea el problema de cómo explicar la mutua relación de mente y cuerpo, de la que tenemos una experiencia continua. Descartes piensa que hay un punto en la base del cerebro, donde la mente influye en el cuerpo, y el cuerpo influye en la mente. Él la llamó glándula pineal. Los problemas que planteaba esta explicación fueron inmediatamente evidentes para los pensadores de la época.
Ética
Desde su posición racionalista y su propuesta de control racional de las pasiones la moral de Descartes encuentra un antecedente en el estoicismo.
Antes de sistematizar una moral definitiva, elabora una moral provisional, que debía ayudarlo a ser decidido en sus acciones y vivir lo más feliz posible mientras dudase de sus pensamientos. Quedó formulada en el Discurso del método en cuatro reglas: la primera expresa una actitud mediante la que se pretende vivir felizmente y en paz con los demás; la segunda propone ser diligente a la hora de actuar; en la tercera regla, considera que lo que perfecciona a un ser humano son sus acciones y el modo en que afronta lo que su voluntad no puede cambiar; y, por último, se propone elegir la mejor de entre todas las ocupaciones posibles.
En sus últimos años, Descartes afirmó que hay tres verdades que nos ayudan a dirigir bien nuestra conducta: que Dios existe y todo depende de Él, que la naturaleza del alma es más noble que la del cuerpo, y que el universo refleja la grandeza de Dios. A esto añadió que, como los individuos solo pueden subsistir formando parte de una sociedad, es preciso preferir los intereses del conjunto antes que los particulares.
En su tratado sobre Las pasiones del alma, Descartes señaló que la razón debe evitar el mal uso de las pasiones, pero no eliminarlas o despreciarlas, pues en sí mismas son positivas. Consideró, asimismo, que la virtud principal es la generosidad