Descartes: Racionalismo, Método y la Existencia de Dios

Descartes y el Inicio del Racionalismo

Con el racionalismo comienza la filosofía moderna. Esta corriente es iniciada por Descartes. Otros autores racionalistas son también Spinoza y Leibniz. Otra gran corriente filosófica es el empirismo, que se desarrolla en Gran Bretaña. El tema fundamental para ambas corrientes es la naturaleza y alcance del conocimiento. El avance seguro de la ciencia moderna lleva a establecer el conocimiento y la filosofía sobre bases seguras y estables. Los autores racionalistas y empiristas desarrollan una teoría de la realidad, en la que el conocimiento es previo a cualquier otro problema. El establecimiento de estas bases se hace desde la plena confianza en la razón como facultad de conocer. Frente a la que observamos una subordinación de la razón a la fe, la filosofía moderna se caracteriza por la autonomía de la razón. La razón es el principio desde el que se fundamenta el conocimiento y desde el que se trata de responder a todas las cuestiones filosóficas.

Asentar el conocimiento sobre bases exige usar la razón adecuadamente, empleando el método correcto. Por ello, las matemáticas y las ciencias experimentales son el modelo metodológico de estas corrientes filosóficas modernas. El racionalismo apela al método deductivo de las matemáticas y el empirismo al papel definitivo de la experiencia en el conocimiento. Una discrepancia entre racionalismo y empirismo reside en el problema del origen del conocimiento y el papel que en él juega la experiencia. El racionalismo manifiesta que el conocimiento se construye deductivamente desde ideas innatas, ideas que la razón posee con independencia de la experiencia. El empirismo es una crítica a esta concepción racionalista, señala que no hay ideas innatas, sino que todo conocimiento encuentra en la experiencia su origen y su límite.

El Método Cartesiano: Búsqueda de la Certeza

Intuición y Deducción

Descartes parte de la pregunta: ¿hay algo que pueda ser conocido de un modo cierto? El único modo de llegar a conocimientos sólidos es usando bien la facultad de conocer, la razón, empleando el método adecuado. Según Descartes, el método matemático. En su tiempo, las matemáticas representan un conocimiento sólido porque usan bien la razón: parten de unos principios evidentes, que los matemáticos llaman axiomas, y desde ellos se procede con rigor deductivo demostrando el conjunto de verdades matemáticas. Conocimiento indudable de los principios y rigor en las demostraciones son las claves del éxito matemático y lo son porque la razón es un conocimiento seguro. Se trata de extender tal proceder al ámbito de la matemática.

Los dos modos de obtener el conocimiento son la intuición y la deducción. De acuerdo con este método, conocemos con seguridad cuando deducimos con rigor desde verdades intuidas con certeza. Nuestros conocimientos los obtenemos por deducción desde otros anteriores. Ha de haber algún conocimiento que no sea deducción, pues de otro modo no habría deducción alguna, sino conocido directamente, conocido por intuición. La intuición es un conocimiento que tiene una singular importancia, pues al ser el principio desde el que partimos, si no es un conocimiento absolutamente seguro, tal duda se transmitirá al saber desde ella deducido. La intuición es un conocimiento evidente, un conocimiento tan claro y distinto que sobre él no quepa la más mínima duda. Claridad y distinción son los requisitos de esa evidencia. La claridad se refiere a la fuerza y nitidez. La distinción, a la precisión de límites de una idea frente a otras. Para buscar esa posible intuición, propone un análisis de todos nuestros conocimientos para ver si reúne los requisitos exigidos. Tal análisis se lleva a término mediante un proceso de duda. Esta duda no debe ser interpretada como una duda escéptica, sino como una exigencia del método.

Los Motivos de Duda y la Primera Verdad: El Cogito

No es posible examinar cada uno de nuestros conocimientos. Con el fin de destacar como fundamento del sistema del saber aquellos sobre los que no quepa duda, analiza los motivos que nos hacen dudar. Estos son cada vez más profundos, mostrándose de este modo la radicalidad del proyecto cartesiano. El primer motivo de duda es la información que los sentidos nos proporcionan. En ocasiones, estos nos engañan. Aunque me engañen los sentidos, no pone en duda la existencia de las cosas. Habla entonces de la imposibilidad de distinguir de modo definitivo entre los estados de vigilia y sueño. La profundidad de los motivos de duda parece llevarle a pensar que no hay ningún conocimiento del que podamos estar completamente ciertos. Esta situación nos conduce a la primera verdad: la existencia del yo. Esta verdad no es solo sobre la que Descartes levantará el edificio del saber, es el criterio de certeza, que le sirve de modelo para toda verdad. Lo que hace indudable a aquella es que la concibo con claridad y distinción; todo lo que conozca con igual claridad y distinción podré tomarlo por verdadero. Aún no sé quién soy; lo que en la primera verdad concibo con claridad y distinción es que soy una cosa que piensa, que soy pensamiento.

La Idea de Dios y las Demostraciones de su Existencia

Las Ideas como Contenido del Pensamiento

Las ideas son el contenido del pensamiento. Puede que estas ideas no se correspondan con nada real, pero no puedo dudar de que pienso ideas. Las ideas pueden ser adventicias, ficticias e innatas. Ideas que parecen tener su origen fuera de mí; otras que son elaboradas por mi pensamiento. Otras no pueden ser de ninguno de los dos tipos, por lo que son innatas. El importante giro respecto a la tradición anterior es que el objeto del pensamiento no son las cosas, sino las ideas. Se plantea así la necesidad de demostrar que mis ideas se corresponden con algo distinto de mí mismo. Es desde la demostración de la existencia de Dios desde donde Descartes se abrirá camino al conocimiento de una realidad diferente al propio pensamiento.

Las ideas pueden ser contempladas desde dos puntos de vista: como modo del pensamiento y en cuanto que unas representan una cosa y otras otra, en cuanto que tienen determinada realidad objetiva. Se refiere a la llamada realidad objetiva; las ideas sí se diferencian. La realidad objetiva de una idea requiere una causa en la realidad actual proporcionada que la produzca. ¿Hay alguna idea de cuya realidad objetiva no pueda ser yo causa? Si la hay, habré demostrado que no estoy solo en el mundo. Nada encuentra en su totalidad en mis ideas que no pueda ser explicado como causa, excepto en la idea de Dios. La idea de Dios no puede proceder de mí. Piensa que la idea de infinito no puede provenir sino de algo actualmente infinito, por lo tanto, Dios existe. Yo mismo, que tengo la idea de Dios, no podría existir si no existiera Dios.

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