Doctrina del Conocimiento
Esta doctrina pertenece al movimiento más representativo del siglo XVII, el Racionalismo, junto con Malebranche y Leibniz.
Características del Racionalismo
Los racionalistas sostienen las siguientes premisas:
- Ideas Innatas: Nacemos con ideas innatas, especialmente en lo que respecta a la lógica y a las matemáticas.
- Autosuficiencia de la Razón: La razón es autosuficiente y puede conocer sin la ayuda de los sentidos, los cuales pueden ser un obstáculo y generar confusión.
- Falta de Fiabilidad de los Sentidos: Los sentidos no solo son innecesarios para el conocimiento racional, sino que también pueden ser engañosos.
- Método Deductivo: Los racionalistas emplean el método deductivo, considerado el método válido para alcanzar la verdad, y que es el mismo que utilizan las matemáticas, ciencias exactas y rigurosas por excelencia.
El Método de Descartes
Descartes considera que muchas ciencias no han logrado los resultados esperados debido a la falta de un método adecuado. Propone aplicar el método deductivo a todas las ciencias para que alcancen el mismo grado de rigor y universalidad que las matemáticas. El objetivo de Descartes es desarrollar un método que proporcione a todos los saberes precisión, fidelidad y, en definitiva, verdad.
La Duda Metódica
El punto de partida de este método es, curiosamente, la duda. No se trata de una duda escéptica como fin en sí misma, ya que la meta para Descartes es la verdad. Se trata de una duda metódica (o duda cartesiana), una duda provisional que se utiliza como herramienta para alcanzar la verdad. Se duda de todo aquello que presente la más mínima sospecha de falsedad, pero solo provisionalmente hasta que se pueda demostrar su verdad. Esta duda es universal, porque abarca todos los ámbitos del conocimiento (razón y sentidos), comenzando por los sentidos y extendiéndose finalmente a la razón. Además, es una duda teórica, ya que no afecta al ámbito de la vida práctica, es decir, a la vida cotidiana o a la moral.
Reglas del Método
Descartes define el método como un conjunto de reglas ciertas y fáciles que, aplicadas correctamente, permiten distinguir lo falso de lo verdadero y alcanzar la verdad. En su obra «Discurso del Método», propone inicialmente 21 reglas que luego reduce a 4:
- Regla de la Evidencia: Aceptar solo aquellas ideas que se presenten a la razón como claras y distintas, es decir, como evidentes. Una idea clara es innegable, tan potente y verdadera que solo alguien fuera de su sano juicio la rechazaría. Una idea distinta es independiente y diferente de todas las demás. La evidencia a la que se refiere Descartes es una evidencia racional, y la facultad por la que el individuo capta dicha evidencia es la intuición, que es un conocimiento directo e inmediato (a diferencia de la deducción, que es un conocimiento mediato e indirecto). La intuición es el punto de partida de la deducción (duda → intuición → deducción).
- Regla del Análisis: Consiste en descomponer un problema en sus elementos más simples hasta encontrar la idea evidente.
- Regla de la Síntesis: Una vez encontrada la idea evidente, se deduce a partir de ella para extraer todas las ideas que estaban implícitas y así demostrar racionalmente lo que se desea, reconstruyendo el problema de forma ordenada.
- Regla de la Enumeración: Consiste en revisar todo el proceso para verificar si se ha omitido algo o si se ha deducido de forma precipitada o errónea.
La Metafísica Cartesiana
Aplicando las reglas del método, Descartes intentará demostrar todo lo real. Para ello, dudará de todo lo que no sea evidente hasta encontrar un punto de partida evidente, a partir del cual podrá demostrar todo lo real.
La Sustancia Pensante
Comienza dudando de los sentidos por dos razones: primero, porque a veces nos engañan, y no es prudente fiarse de quien nos ha engañado antes; segundo, porque no hay forma de distinguir el sueño de la vigilia. Sin embargo, ya sea que estemos dormidos o despiertos, ¿2+2=4? Pero existe la posibilidad, mientras no sepamos si existe Dios y si este es bueno, de que exista un genio maligno empeñado en engañarnos. Podría suceder, si existiera dicho genio, que todo lo que mi mente capta fuera falso, pero lo que no puede ser falso es que yo lo estoy pensando, y si pienso, existo (cogito, ergo sum). Aunque esta expresión parece una deducción, no lo es; es una intuición. No se deduce la existencia a partir del pensamiento, sino que pensamiento y existencia se captan en el mismo acto mental. No me capto pensando y a partir de ahí deduzco que existo, sino que me capto como ser pensante. Pensamiento y existencia se captan en un mismo acto mental, de tal modo que si dejara de pensar, podría dejar de existir.
No sé nada de mi cuerpo, ni de mis extremidades, ni de nada material; solo sé que soy un ser que piensa (sueña, siente, sufre, imagina, recuerda…). La primera realidad a la que llega Descartes es la Sustancia Pensante (Res cogitans), cuyo atributo es el pensamiento. Es importante entender que, para Descartes, el pensamiento es una sustancia, es decir, algo que no necesita de otra cosa para existir o ser pensado.
En dicho pensamiento, Descartes encuentra Ideas, Deseos y Juicios:
- Ideas:
- Adventicias: Aquellas que parecen proceder del exterior, las que percibimos a través de los sentidos (perro, casa, coche).
- Facticias: Aquellas que inventamos, las ficciones (mitos, cíclopes…).
- Innatas: Las que nacen con nosotros (captarse como ser pensante).
- Deseos: Proceden de la voluntad, no del entendimiento, y son manejados por el individuo a su antojo.
- Juicios: En la mente también encontramos la capacidad de juzgar, es decir, de hacer afirmaciones sobre algo. De todos los juicios que el ser humano puede hacer, a Descartes le interesa aquel que nos lleva a afirmar que las ideas adventicias están causadas por realidades que existen fuera de nuestra mente.
Argumentos:
- Este juicio parece nacer de la propia naturaleza humana, pero no en el sentido de la naturaleza racional, sino de una naturaleza instintiva, y esa tiene poco valor.
- Se argumenta que esos objetos se presentan ante nosotros en contra de nuestra voluntad, pero este argumento tampoco es válido, ya que los sueños y las alucinaciones tampoco dependen de nuestra voluntad.
- Habría un tercer argumento para demostrar que existe fuera de mi mente alguna de las ideas que están dentro de mi mente, y sería considerar a las ideas no como tales (ya que así son todas iguales), sino por aquello que representan, y buscar entre ellas alguna que represente una realidad ontológica que sea más entidad (superior) al ser que la piensa.