La Sustancia Infinita
Descartes encuentra que cada persona tiene noción o idea de la infinitud, de algo infinito. Esta es la idea de algo sumamente perfecto y superior a lo humano. Tal idea no puede provenir de la experiencia de la realidad exterior, pues toda nuestra experiencia lo es de seres o fenómenos concretos y finitos. Tampoco le parece a Descartes posible que seres tan limitados como nosotros sean capaces de componer la idea de un ser infinito a partir de ideas de cosas finitas. ¿Por qué esta idea está en mi mente, entonces?
Prueba Ontológica de la Existencia de Dios
Como Descartes ha partido de un yo que piensa ideas y que tiene entre sus ideas la de algo infinito, está abocado al argumento ontológico, es decir, a aquel que parte de la idea de Dios en mi mente para llegar a deducir su existencia necesaria.
1. La existencia es una perfección -> Dios es perfecto -> Dios existe.
2. Todo aquello que percibo clara y distintamente como perteneciente a la naturaleza verdadera e inmutable de una cosa, puede ser afirmado con verdad de esa cosa -> percibo clara y distintamente que la existencia pertenece a la naturaleza verdadera e inmutable de Dios -> Dios existe.
Prueba Psicológica
Idea innata puesta por Dios.
Prueba Causativa
La causa debe tener al menos igual perfección que el efecto. Yo, que soy un ser finito e imperfecto, encuentro en mí una idea de algo perfecto e infinito.
La Realidad Exterior
La existencia de Dios será para Descartes la clave de bóveda, el puente que permita salir del yo y reconquistar el mundo extramental, sometido previamente a una duda aún no despejada. Descartes no puso en duda la concepción de Dios de la tradición teológica occidental. Por eso mantiene, al identificar a Dios con la sustancia infinita, que será preciso predicar de Él todas las cualidades positivas elevadas hasta el más alto grado, hasta la perfección. Será preciso, por tanto, decir que es eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente, infinitamente bondadoso y veraz. Un ser así garantiza que los contenidos del pensar de la res cogitans se corresponden con objetos reales, o sustancias dotadas de extensión (res extensa). Dios es la garantía de que mis ideas verdaderas son ideas de algo verdadero. Mi convicción subjetiva acerca de la existencia del mundo físico y corpóreo (incluido mi propio cuerpo) no puede ser burlada cruelmente por un ser perfectamente bondadoso y veraz. Dios no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe. Luego el mundo existe (res extensa).
El Dualismo Cartesiano y el Problema de la Libertad
La ontología cartesiana inaugura una concepción tripartita de la realidad: el yo, la divinidad y el mundo físico, tres ámbitos diferentes con sus respectivos atributos (el pensamiento, la infinitud y la extensión).
Descartes distingue dos tipos de sustancias: la increada (que es Dios) y las creadas (sujetos pensantes y cuerpos). Define la sustancia como: «una cosa que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para existir». De acuerdo con esta definición, y en sentido estricto, la única sustancia que existe en sí y por sí es Dios, ya que solo Él es causa de sí mismo. Ahora bien, en sentido amplio son sustancias distintas la res cogitans y la res extensa, ya que no necesitan una de otra para existir porque son independientes.
La independencia de unas sustancias con respecto a las otras permite, además, establecer una demarcación importante: mientras que el mundo físico (o la naturaleza) está regido por leyes mecánicas, el yo es absolutamente libre y se rige por leyes morales. El oponer o diferenciar la res cogitans y la res extensa es tanto como oponer la mente y el cuerpo, a la manera en que en la Antigüedad hiciera Platón. Independientemente de que se comparta o no, el dualismo cartesiano es comprensible si tenemos en cuenta que Descartes seguía, en todo lo concerniente al cuerpo, una concepción mecanicista. Todos los seres materiales siguen leyes puramente físicas, y el cuerpo es uno de esos seres físicos. El cuerpo es una especie de autómata o de robot sometido a las mismas leyes que los demás objetos. La libertad solo se puede afirmar si se mantiene el dualismo cuerpo/mente, siendo la mente el ámbito de la libertad. Así pues, alma y cuerpo son sustancias separadas y luchan entre sí.
La solución para unir o para comunicar el alma y el cuerpo es muy insatisfactoria, ya que Descartes piensa en la glándula pineal como órgano que realiza la unión cuerpo/alma. Así pues, el ser humano es una realidad cogitante, conciencia sin extensión, captada por intuición. Es también un cuerpo, una res extensa, material y mecánica, que la conciencia dirige y, a su vez, es afectada por él, porque los dos entran en interacción en la glándula pineal (GP). Ahora bien, ¿cómo algo puramente inextenso puede actuar sobre algo puramente extenso y mecánico? La solución cartesiana cierra en falso el problema.