Descartes y la Duda: El Origen del Pensamiento Moderno

El pensamiento de René Descartes representa un punto de inflexión en la historia de la filosofía. Su enfoque, centrado en la duda metódica y la búsqueda de la certeza, sentó las bases del racionalismo moderno y sigue siendo relevante en la actualidad. Este documento explora los conceptos clave de su filosofía, su contexto histórico y su impacto en el pensamiento contemporáneo.

1. La Duda Radical y la Búsqueda de la Certeza

1 El problema filosófico principal en este fragmento es la duda radical, en la que Descartes cuestiona la veracidad de todo lo que percibimos a través de los sentidos, las experiencias y las razones. Se enfrenta a la posibilidad de que todo lo que conoce pueda ser falso, incluso la realidad misma. Descartes sostiene que, para encontrar una certeza absoluta, debe rechazar todo lo que sea susceptible de duda. A través de la duda metódica, cuestiona la fiabilidad de los sentidos, los razonamientos y hasta de las percepciones oníricas. Finalmente, llega a la certeza indudable de su propia existencia, expresada en la frase «pienso, luego existo», que se convierte en el primer principio de su filosofía. Este pasaje está centrado en el método cartesiano de duda radical, el cual es clave en su proyecto filosófico. Descartes pone en duda todo lo que no sea indudablemente cierto, y a través de esta duda llega a la conclusión de que la única verdad incuestionable es la existencia del sujeto pensante.

2. Contexto Histórico y el Surgimiento del Racionalismo

2 El pensamiento de René Descartes se desarrolla en un contexto de gran agitación filosófica, marcada por la crisis del pensamiento medieval y escolástico. La escolástica, que había predominado durante la Edad Media, basaba su conocimiento principalmente en la autoridad de la Iglesia y la interpretación de textos antiguos. Sin embargo, durante el Renacimiento y los primeros momentos de la Revolución Científica, las bases de este pensamiento se vieron cuestionadas por los nuevos descubrimientos científicos y la creciente confianza en la razón humana. Pensadores como Galileo y Kepler, con sus avances en la astronomía, y el propio desarrollo de la física moderna, hicieron evidente la necesidad de replantear los métodos tradicionales de adquisición del conocimiento. Descartes, influido por esta revolución científica y la incertidumbre epistemológica que produjo, propuso un nuevo enfoque basado en la duda sistemática. Descartes se asocia principalmente con la escuela racionalista, una corriente filosófica que defiende que la razón es la principal fuente de conocimiento, contraria al empirismo que enfatiza la experiencia sensorial. Nació en 1596 en Francia y desarrolló su obra en un contexto de intensos cambios sociales y científicos. Su vida estuvo marcada por la búsqueda de un método seguro para alcanzar el conocimiento verdadero. En su famosa obra Meditaciones Metafísicas, Descartes expone su proyecto filosófico, que parte de la necesidad de encontrar un criterio sólido para determinar la verdad. Para ello, recurre a la duda metódica, una técnica que consiste en dudar de todo lo que es susceptible de ser puesto en cuestión, hasta llegar a una verdad indudable.

Esta duda radical le permite llegar a su primera verdad: cogito, ergo sum, que se convierte en el principio fundamental de su filosofía. En el proyecto cartesiano, la búsqueda de la verdad se centra en la noción de certeza absoluta. El cogito es la base de todo conocimiento, pues afirma que el pensamiento es la única realidad incuestionable. A partir de esta certeza, Descartes desentraña las nociones de ideas y sustancia. La res cogitans se distingue de la res extensa, y su relación marca la superación del solipsismo, pues, aunque el cuerpo y el mundo pueden ser objeto de duda, el pensamiento y la conciencia son innegables. Descartes, además, introduce la idea de Dios como garante de la verdad, porque solo un ser perfecto puede asegurar la fiabilidad de las facultades humanas y el mundo material. Dios, en el sistema cartesiano, se convierte en la base que valida las ideas claras y distintas que nos permiten conocer la realidad.

3. El Cogito y la Comparación con el Empirismo

3 En el texto, Descartes presenta el problema de la certeza del conocimiento, sometiendo todo a duda metódica, incluyendo los sentidos y el mundo exterior. La única verdad indudable que encuentra es su propia existencia, expresada en el principio cogito, ergo sum. Este mismo problema de la certeza se aborda en el empirismo de John Locke, quien sostiene que el conocimiento proviene de la experiencia sensorial y no puede depender de principios a priori. A diferencia de Descartes, Locke no duda de la realidad del mundo exterior, sino que examina cómo la mente interpreta las percepciones. Aunque tanto Descartes como Locke buscan resolver el problema de cómo alcanzar conocimiento verdadero, sus enfoques son opuestos. Descartes utiliza la duda metódica para rechazar todo lo que puede ser cuestionado, considerando que la única certeza es la existencia del pensante. Para él, la razón y las ideas claras y distintas son fundamentales para llegar a la verdad. Locke, por otro lado, no cuestiona la existencia del mundo exterior y sostiene que el conocimiento se origina en la experiencia sensorial. Mientras que Descartes ve la mente como un punto de partida absoluto y seguro, Locke ve la mente como una tabla rasa que recibe y organiza la información sensorial para formar conocimiento. Así, Descartes busca certezas a través de la razón y la duda, mientras que Locke se enfoca en el mundo perceptual y la experiencia como base de todo conocimiento.

4. El Dualismo Mente-Cuerpo y la Inteligencia Artificial

5 La relación entre los conceptos cartesianos de mente y cuerpo y los desarrollos actuales en inteligencia artificial y robótica plantea un interesante desafío filosófico. Descartes, con su dualismo, distingue entre la res cogitans y la res extensa. Según esta división, la mente es inmaterial y el cuerpo es material, lo que genera una tensión entre cómo interactúan ambos aspectos del ser humano. Hoy en día, la IA y la robótica intentan imitar la cognición humana a través de máquinas, lo que plantea interrogantes sobre si las máquinas pueden tener una mente comparable a la humana, o si la mente sigue siendo algo esencialmente diferente, intangible e irreducible a procesos materiales. Desde una perspectiva personal, creo que los avances en IA no resuelven el problema cartesiano del dualismo, sino que lo transforman. Las máquinas pueden procesar información y ejecutar tareas complejas, pero carecen de la conciencia y la capacidad de reflexión que caracteriza a la mente humana. Esto plantea un desafío para el dualismo cartesiano, ya que si las máquinas pueden realizar funciones que antes se pensaban propias de la mente, surge la pregunta de si esta distinción sigue siendo válida. Sin embargo, no podemos olvidar que, a pesar de los logros tecnológicos, la IA no posee una experiencia subjetiva como la mente humana, lo que sugiere que aún existe una barrera entre la materialidad del cuerpo y la inmaterialidad de la mente. El problema contemporáneo de la IA y la robótica guarda relación con las tesis filosóficas de Descartes al seguir cuestionando la naturaleza de la mente. Los desarrollos en estos campos nos obligan a reflexionar sobre si el pensamiento puede reducirse a un proceso mecánico, o si el ser pensante sigue siendo un fenómeno único e irreducible a la materia. En este contexto, los avances tecnológicos no resuelven el problema dualista, sino que lo mantienen vigente, desafiando nuestra comprensión de la mente humana y su relación con el cuerpo, en un mundo cada vez más lleno de máquinas inteligentes.

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