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Dios y la creación. A Él se llega sobre todo por la interioridad, en el encuentro del alma consigo misma. En el alma encuentra el alma la autotrascendencia a Dios. Ésta se produce por dos vías, la del entendimiento, en cuanto que el alma reconoce que siendo ella mutable no puede ser ella misma el fundamento de las verdades inmutables, y por tanto debe haber una realidad inmutable que las funde, la cual no puede ser sino
Dios mismo, y la de la voluntad, pues el deseo de felicidad plena que el alma encuentra en ella, no puede verse colmado sino por la contemplación y gozo de un Bien igualmente pleno, es decir, Dios mismo. Dios es uno pero en tres personas distintas, por tanto es trinitario. En cuanto Dios Padre es ser, y como tal crea, en cuanto Dios Hijo es conocimiento o logos, y en cuanto tal ilumina, y en cuanto Espíritu Santo es amor, y por ello beneficia. El atributo fundamental de Dios es la inmutabilidad. En Dios se encuentran como verbo o logos, las ideas ejemplares (el mundo inteligible de Platón), de acuerdo con la cuales crea el universo. Estas ideas son consustanciales con Dios mismo, de modo que no suponen ruptura de su unicidad.Dios crea en un mismo instante la creación entera, pero no totalmente actualizada. Además de lo creado en acto, Dios siembra en ello las razones seminales de aquellas realidades que irán apareciendo en el transcurso de la creación, según el paso del tiempo, cuando esas razones sean actualizadas. Con la creación crea también el tiempo, el cual propiamente no es sino en el alma y para el alma. Sobre las dimensiones del tiempo en el alma san Agustín dice que son tres: el presente del pasado (la memoria), el presente del presente (la atención), y el presente del futuro (la espera). Dios crea de la nada, “ex nihilo sui et subiecti”, según la expresión latina, es decir, ni de su substancia ni de alguna substancia preexistente. Dios crea libremente. La creación, en cuanto realidad limitada, conlleva necesariamente una falta de plenitud de ser, y por tanto una mal metafísico, que no es nada sustancial ni positivo, sino una mera privación.
El conocimiento. La posición de Nietzsche es un perspectivismo relativista y subjetivo, y por tanto entiende que las condiciones de la especie, historia, sociedad, biografía, psicología, etc. De cada individuo, hacen imposible cualquier pretensión de conocimiento objetivo. Lo que importa de la perspectiva no es si es verdadera o no, sino tan sólo si es favorable o no a la vida, pues Nietzsche afirma que la verdad es sólo una ilusión (falsedad) que ha olvidado que lo es. En realidad, todas las perspectivas son falsas. La epistemología, la metafísica, la ciencia (todas manifestaciones sucesivas del platonismo en Occidente) han pretendido estar en la perspectiva absoluta, objetiva. Han creído que había identidades, regularidades y cosas en sí. Han creído en el valor de la gramática, de los conceptos, de las leyes naturales y lógicas. Pero, en realidad, la vida se presenta como devenir, como pluralidad de diferencias, y nada está fijo ni es idéntico a ninguna otra cosa, ni siquiera a sí mismo. La base del error de la cultura occidental es diversa:-La cultura occidental ha creído en el lenguaje y la gramática, olvidando que el lenguaje es sólo una metáfora de la intuición. El lenguaje es solo una falsedad, pero por convencíón lo convertimos en una verdad. El problema aparece cuando olvidamos que esa verdad es sólo por convencíón y utilidad. Después, sobre el lenguaje, ha venido a formarse el concepto y la ley como regularidad, olvidando, a su vez, que el concepto es sólo otra metáfora del lenguaje. Finalmente ha venido a considerar que la realidad misma está dada en esos conceptos y en sus relaciones, perdiendo del todo el sentido de las intuiciones originales. La verdad, dice Nietzsche, es que leguaje y conceptos son sólo los cementerios de la intuición. -Debajo de esa pretensión de considerar el mundo de los conceptos y de las leyes (lógicas, matemáticas, naturales) como el mundo objetivo, actúa una voluntad de poder decadente y resentida que no puede resistir ni la pluralidad ni el cambio, que no acepta ni el caos ni la vejez ni el dolor ni la muerte. Esta pretensión de afirmar la objetividad en el conocimiento y de afirmar que sobre o detrás del mundo del devenir, la diferencia y la subjetividad, está lo en sí (la verdad en sí, lo bello en sí, lo bueno en sí, el espíritu puro) se llama platonismo, y es la naturaleza nihilista de Occidente, su gran error. Como ya hemos dicho, este platonismo comienza con Sócrates, lo manifiesta en su forma más estructurada Platón, lo continúan el judeo-cristianismo, la ciencia, los movimientos humanistas presentes en el Renacimiento y la ilustración, el socialismo y la democracia. En realidad el platonismo está presente en todo el desarrollo de Occidente desde Sócrates.