DUDA Y CERTEZA
Duda y certeza representan dos estados mentales opuestos respecto a la verdad. Mientras la certeza implica seguridad en poseer la verdad, la duda refleja la incertidumbre sobre su existencia. En el caso de Descartes, la duda es el primer paso hacia la construcción de un sistema científico unificado que conduzca a una primera verdad indudable, cuya certeza está asegurada por el método científico.
La duda como medio hacia la verdad y la certeza
Para Descartes, la duda metódica es fundamental para romper con los prejuicios y certezas espontáneas, y así abrir paso hacia la verdad y la certeza. La duda se extiende de manera universal, excepto en la religión, que es considerada revelada y superior a la razón y la moral. Descartes presenta tres motivos en el Discurso que justifican la duda como principio para alcanzar la verdad: los sentidos engañan, los errores en el razonamiento y la posible confusión entre vigilia y sueño. En las Meditaciones, agrega un cuarto motivo: la hipótesis del genio maligno, que plantea la posibilidad de un ser poderoso que induce al error incluso en lo elemental.
La certeza como objetivo último del conocimiento
La certeza es un estado subjetivo de seguridad absoluta respecto a la verdad de un conocimiento, que no puede ser cuestionado. Para Descartes, la certeza es el objetivo último del conocimiento, y se alcanza cuando se presenta de forma clara y distinta en la mente, despertando seguridad en su valor. Según él, nada es verdad si no se asocia a la certeza. Así, duda y certeza son las primeras nociones en su sistema científico, donde la certeza representa el punto culminante del conocimiento.
RES COGITANS Y RES EXTENSA
Res cogitans y res extensa Después de establecer un sistema científico basado en deducciones y descubrir la primera verdad indudable, Descartes profundiza en lo que puede conocer a partir de esta verdad. La siguiente verdad es que el «yo» es una sustancia pensante, denominada «res cogitans». Según Descartes, una sustancia es aquello que no necesita de ninguna otra para existir, y en este contexto, solo Dios podría ser considerado sustancia. Sin embargo, Descartes argumenta que el «yo» también es sustancia, aunque depende de Dios para existir. Esta «res cogitans» es una realidad inmaterial, un alma que es independiente de la realidad material o corpórea, distinta del cuerpo y más cognoscible que él. Es un ente espiritual cuya esencia es el pensamiento. Por otro lado, Descartes introduce la noción de «res extensa», que representa los cuerpos. Según él, la única idea clara y distinta, innata, que se tiene sobre los cuerpos es la de extensión. La idea de las cualidades corpóreas es oscura y confusa. Así, un cuerpo es concebido como una extensión matemática con longitud, anchura y profundidad, y tres propiedades: cantidad, figura y movimiento. Para probar la existencia de los cuerpos, Descartes postula la existencia de un Dios bueno que no permite engaños en los sentidos, argumentando que los cuerpos son parte de un mundo existente. Concluye que existen tres tipos de sustancias: Dios o «res infinita», el alma humana o «res cogitans», y el cuerpo o «res extensa». Aunque el ser humano parece poseer ambas sustancias, Descartes establece un dualismo total. En sentido estricto, el «yo» es la «res cogitans» que se une al cuerpo mediante la glándula pineal en el cerebro. Surge así el «problema de la comunicación entre las sustancias», que Descartes aborda y que posteriormente filósofos como Leibniz (con la «armonía preestablecida») o Malebranche (con el «ocasionalismo») intentan resolver.
PENSAMIENTO E IDEAS
Pensamiento e ideas Para Descartes, el pensamiento, expresado en el «cogito» (acto de pensar), equivale a ser consciente de algo. Todas las actividades del alma, según él, son pensamientos, ya que somos conscientes de ellas. Descartes sostiene que lo que conocemos directamente son las ideas, y que el yo está limitado a su pensamiento, conociendo únicamente sus propias ideas. La centralidad del estudio de las ideas se convierte en un aspecto clave del pensamiento cartesiano. Descartes clasifica las ideas como modos del pensamiento, distinguiéndose por su contenido y realidad objetiva. En las Meditaciones, introduce grados de perfección en las ideas, donde las que representan la substancia son más perfectas que las de los accidentes, y las que representan substancia infinita son más perfectas que las de substancia finita. Además, clasifica las ideas según su origen: innatas, adventicias y facticias. Las ideas innatas son aquellas que existen en uno mismo, no creadas ni provenientes del exterior; Descartes sostiene que estas ideas son las más importantes, invariables y claras. Se considera que han sido colocadas por Dios y son la base del sistema cartesiano, ya que a partir de ellas se puede construir todo el conocimiento. Las ideas adventicias provienen del exterior, representan realidades percibidas por los sentidos, mientras que las ideas facticias son inventadas, creadas por voluntad o en sueños. Finalmente, Descartes aborda la problemática de la filosofía: lo que se conoce directamente son las ideas, los contenidos de conciencia, no el mundo ni lo exterior. Esta perspectiva da lugar a interpretaciones posteriores, como la de Berkeley, quien argumenta que no existe un mundo en absoluto, solo mentes pensantes con percepciones sensibles otorgadas por Dios, sin un mundo real en ningún sentido.