El Bien como Guía hacia la Sabiduría en la Filosofía Griega

El Bien: Orientación y Camino hacia la Sabiduría

Ideas Principales

  1. La luz del mundo de las ideas se contrapone metafóricamente a la oscuridad del mundo material.
  2. El camino de la sabiduría consiste en el ascenso hacia la luz, que requiere la liberación con respecto al mundo material.
  3. La culminación de este camino consiste en la contemplación del Bien o Sabiduría.
  4. El bien actúa como idea lectora en el conocimiento y como guía para la justicia ética y política.

Relación entre las Ideas

La primera idea muestra el significado de la metáfora que opone entre sí a los dos mundos. En este marco general, la segunda y tercera ideas describen el proceso del paso de un mundo al otro, tanto en términos de conocimiento como en un sentido ético. Finalmente, la cuarta idea presenta, a modo de conclusión, las consecuencias positivas del progreso anteriormente descrito.

Explicación de las Ideas

La primera idea sugiere el “dualismo ontológico” en el que se fundamenta toda la organización de la “teoría de las ideas”. En este sentido, la dualidad metafórica luz-oscuridad hace referencia a la contraposición entre lo real (es decir, las ideas) y la pura apariencia de lo material. La segunda idea hace referencia al ideal del sabio platónico, en el que la búsqueda de la verdad supone necesariamente el proceso ascético de superación del apego al mundo material, por lo que ir de la oscuridad hacia la luz debe entenderse simultáneamente en términos cognoscitivos y éticos. La tercera idea completa la anterior al describir la culminación del camino emprendido por el sabio como la contemplación del Bien.

El Problema de la Naturaleza

El sufrimiento del logos permite superar la visión caótica de la naturaleza basada en la voluntad caprichosa de los dioses y sustituirla por una visión cósmica que la humanidad puede desentrañar mediante la observación directa de la realidad. En su intento de explicar racionalmente la naturaleza, los primeros filósofos (los llamados filósofos físicos o presocráticos) proponen la existencia de un elemento “arjé”, es decir, unos primeros principios que se presuponen como raíces de las que surge todo aquello que observamos.

El primer filósofo, Tales, propondrá que el arjé es el agua. Tales comprueba que todos los seres naturales tienen una elevada proporción de agua. Anaxímenes, discípulo de Tales, criticará el exceso de concreción de la propuesta de su maestro, que identifica como arjé uno de los elementos de la propia naturaleza que debe ser explicada; propone por ello como arjé el “pneuma”, principio de carácter espiritual que posee la consistencia del aire, pero que actúa como una especie de aliento vital o espíritu.

En el otro extremo de influencia griega en el Mediterráneo, en la ciudad de Crotona (Golfo de Tarento, Nápoles), se establece una escuela filosófica, el pitagorismo, que dará un enfoque completamente diferente a la pregunta sobre el arjé. En lugar de pretender identificar el fundamento material de la naturaleza, los pitagóricos pretenden identificar las proporciones matemáticas que rigen los procesos naturales. El arjé será para los pitagóricos el número y la figura geométrica, puesto que mediante su utilización teórica es posible explicar las constantes matemáticas que rigen el cosmos; sin embargo, el interés por las matemáticas, que en un primer momento hará avanzar extraordinariamente al pitagorismo, se verá eclipsado por el misticismo, en virtud del cual el pitagorismo se asociará al orfismo para dar lugar a una extraña secta religiosa.

Más allá de los enfoques materialistas propios de los milesios o puramente formales como los pitagóricos, el enfrentamiento entre las propuestas de Heráclito y Parménides se sitúa en un plano superior, de carácter metafísico, en su intento de determinar la naturaleza del ser. La propuesta de Heráclito de Éfeso queda simbólicamente expresada por su elección del fuego como elemento arjé. Este tiene aquí un valor simbólico como representación del dinamismo y el cambio. En este sentido, debemos interpretar las sentencias heracliteanas: “todo pasa”, “la guerra es el padre de todas las cosas” o “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Con ellas, Heráclito pretende significar el carácter constitutivamente dinámico del ser. Regido por la oposición de elementos y fuerzas contrapuestas, el ser se despliega “dialécticamente”.

La interpretación dialéctica de la naturaleza supone entender que todos los seres y los procesos naturales deben ser interpretados como manifestaciones de un constante enfrentamiento entre fuerzas contrarias; dicho enfrentamiento, lejos de generar un caos, es la razón de ser del orden cósmico, ya que está regulado por una inteligencia natural superior a la que Heráclito denomina logos.

De nuevo en la Magna Grecia y contemporáneamente a los postulados de Heráclito, Parménides presentará una postura contraria en su orientación metafísica. En este sentido, en su poema Sobre la naturaleza, Parménides afirma enigmáticamente lo siguiente: “El ser es y el no ser no es”. Con esta afirmación, en la que la diosa que inspira su poema considera que está resumido el camino hacia la verdad, Parménides identifica lo real con la unidad y permanencia del ser, mientras que las apariencias cambiantes y múltiples de aquello que perciben nuestros sentidos constituyen el engaño que confunde a aquellos que se encuentran en el camino del error.

A partir de la segunda mitad del siglo VI a. C. surgirán una serie de planteamientos de carácter pluralista que tienen en común el proponer la existencia de un conjunto múltiple de elementos arjé. El primero en proponer una teoría pluralista será Anaxágoras, que explica la composición de todo ser natural como el resultado de la agregación de una serie de partículas diferentes, las homeomerías, en las que se encuentran en distintas proporciones las cualidades de cada ser, según explica su afirmación “todo está en todo”. Así, lo que determina que cada ser sea lo que es es la proporción predominante de las cualidades de sus homeomerías, que viene determinada por la actuación de una mente natural superior o “nous”.

Algo más tosca que la propuesta de Anaxágoras será la teoría de Empédocles, que propone cuatro elementos arjé (agua, aire, tierra y fuego) que se mezclan en distintas proporciones, agregándose y desagregándose en función de los principios de Amor y Discordia. Finalmente, y en claro contraste con la tosquedad de la propuesta de Empédocles, destaca la teoría del atomismo de Demócrito y Leucipo, que sorprende especialmente por su semejanza a las teorías actuales sobre el origen y la composición del universo. Esta teoría identifica como elementos arjé a un conjunto de átomos o partículas indivisibles con diferentes formas y características. A partir de la propuesta de la existencia de los átomos como estructura básica de la materia, los atomistas explican el origen del universo como el resultado de los choques azarosos que sufren estos átomos tras ser lanzados hacia los confines de un universo vacío por el efecto centrífugo de un “vórtice” o remolino original. Finalmente, la propuesta atomista representa el último intento de identificar el arjé como modelo explicativo del cosmos, puesto que los profundos cambios que el cambio del siglo provocará en la Hélade supondrán un giro radical en la temática filosófica.

El Problema de la Naturaleza Humana: El “Giro Antropológico”

A partir de comienzos del siglo V a. C. cambiará radicalmente la orientación del “logos” o razón crítica debido a una multiplicidad de factores que llevarán al abandono de la temática del “arjé” y a la orientación de la filosofía hacia una problemática de carácter ético-político. Entre las causas de este cambio de orientación podemos señalar el agotamiento del modelo filosófico centrado en la búsqueda del “arjé”. Existe, sin embargo, un conjunto de circunstancias histórico-políticas que a comienzos del siglo V a. C. cambiarán radicalmente el panorama. Estas circunstancias están en relación con el liderazgo ateniense. Atenas vivirá una indiscutible hegemonía cultural, política y económica durante el llamado “siglo de Pericles”. El propio Pericles introducirá progresivamente una serie de reformas en el gobierno de la ciudad, reformas constitucionales que instaurarán como sistema de gobierno la “bulé” o consejo de los quinientos. El nuevo contexto social y político creado exige que cada ciudadano sea capaz de reflexionar acerca de lo que es bueno o justo. Será en este nuevo contexto en el que surgirá un grupo de maestros profesionales que se proponen a sí mismos como sabios capaces de enseñar y transmitir la virtud: los sofistas.

Las enseñanzas de los sofistas consisten en transmitir a sus discípulos la erística, es decir, una técnica surgida de la combinación de la lógica discursiva, la dialéctica y la erudición que permite a quien la domina convencer a su auditorio. Los sofistas obtienen un gran éxito. El pensamiento de Protágoras justifica sus enseñanzas desde una posición relativista: “el hombre es la medida de todas las cosas”. Con ello quiere sugerir que las nociones del Bien o de la Justicia que determinan el ideal democrático son convenciones humanas y no realidades existentes en sí mismas. Por su parte, Gorgias irá más allá del relativismo, adoptando una posición de escepticismo radical: “la verdad no existe, aunque existiera no podría ser conocida, aunque fuese conocida no podría ser comunicada”.

El éxito de los sofistas llevará a Sócrates, personaje de origen popular y sin una formación especial, a intentar oponerse a esta corriente. Por ello es considerado como el primer gran filósofo responsable del “giro antropológico”. La oposición de Sócrates a los sofistas se centrará en el rechazo frontal al relativismo y al escepticismo en el que se fundamentan sus enseñanzas, desde la convicción de que el Bien y la Justicia existen en sí mismos como conceptos absolutos. La propuesta de Sócrates se apoya en una particular interpretación del lema “conócete a ti mismo”. El activismo de Sócrates a favor de la democracia será un compromiso tan firme que supondrá su condena a muerte. Su discípulo Platón decide organizar y sistematizar las sugerencias socráticas, dando lugar al primer sistema filosófico completo: la “teoría de las Ideas”.

La “teoría de las Ideas” supone la exposición y justificación de la propuesta socrática acerca del saber como mirada interior de la razón, combinada con otros elementos, fundamentalmente de origen pitagórico. En este sentido, en relación al problema de la “naturaleza humana”, la teoría de las Ideas propone el llamado “dualismo antropológico”, que describe al ser humano como un alma perfecta y eterna encerrada en un cuerpo, origen del mal y la corrupción.

La propuesta de Aristóteles acerca de la naturaleza humana será radicalmente opuesta. Aristóteles establecerá una unión sustancial entre cuerpo y alma, de tal manera que el alma será entendida como la forma del cuerpo, rechazando así la consideración constitutivamente perversa del cuerpo como origen del mal.

Tras la muerte de Aristóteles, la filosofía griega entra en un periodo de decadencia. Más allá de la continuidad respecto a las teorías anteriores, el helenismo se caracteriza por la aparición de dos propuestas éticas centradas en la búsqueda de la felicidad individual. La desaparición de la polis tras la asimilación de la Hélade por parte del imperio macedonio convierte a los que fueron libres ciudadanos en súbditos del imperio. Destacan así las teorías del estoicismo y el epicureísmo, que proponen modelos de felicidad individual que se identifican con la eliminación del sufrimiento y se concretan, respectivamente, en la “apatía” o eliminación de las pasiones y la “ataraxia” o satisfacción ordenada de los propios deseos.

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