El Cogito y el Criterio de la Verdad
La Duda Metódica y el Cogito
Descartes inicia su filosofía con la duda metódica, cuestionando la realidad del mundo sensible. Esta duda se fundamenta en:
- Las ilusiones de los sentidos.
- La hipótesis del sueño, que nos hace creer como reales cosas que son falsas.
- Los paralogismos o engaños de la razón, que ponen en duda la verdad del mundo externo.
Sin embargo, al tomarse a sí mismo como objeto de su propio pensamiento (autoconciencia), el sujeto encuentra una verdad indudable: «Cogito, ergo sum» (Pienso, luego existo). La certeza de la propia duda implica la existencia real del sujeto que duda. Este «Yo» que piensa no es el de la percepción sensible, sino el que es consciente mentalmente de su propia existencia.
El Cogito como Fundamento de la Verdad
El cogito se presenta como una verdad intuitiva, no afectada por la hipótesis del Dios engañador. La razón se descubre a sí misma como la base de las otras verdades, siendo la mente sujeto y objeto del conocimiento.
La Evidencia del Cogito y el Criterio de Verdad
El «yo pienso, luego existo» es el primer principio metafísico de la realidad. Implica la intuición mental clara y distinta de la conexión entre pensar y ser. Serán verdaderas aquellas cosas que percibamos con la misma evidencia: de forma clara y distinta.
Son evidentes aquellos pensamientos que se manifiestan inmediatamente a una mente atenta (claridad) y de manera distinta (independiente de otra percepción). Por ejemplo, proposiciones aritméticas y geométricas simples como «2 + 2 = 4» son claras y distintas en el acto de la intuición mental.
Sin embargo, existe el riesgo del solipsismo, donde solo el sujeto puede considerar sus pensamientos como claros y distintos, sin verificación externa. Esto puede derivar en un escepticismo subjetivo: la duda sobre la veracidad de nuestras ideas claras y distintas.
Las reglas básicas del método cartesiano para encontrar los primeros principios verdaderos son:
- Evidencia: No admitir nada como verdadero sin conocer objetivamente que lo es.
- Análisis: Dividir las dificultades en partes.
- Síntesis: Pasar de lo simple a lo complejo.
- Enumeración: Revisar todos los pasos anteriores.
Demostraciones de la Existencia de Dios
Para escapar del solipsismo, Descartes analiza sus pensamientos para encontrar alguno que implique la existencia de un ser fuera de su mente, demostrando así la existencia de Dios y su veracidad.
Prueba por los Efectos
Descartes se pregunta por la causa de la idea de Dios en su mente. Utiliza el principio de causalidad eficiente aristotélico-tomista: todo lo que existe debe tener una causa con la misma realidad que el efecto. En la mente existe la idea de un ser perfecto, y esta idea no puede proceder de la imaginación, sino de un ser externo y perfecto: Dios, que la ha puesto en la mente.
Argumento Ontológico
Descartes, siguiendo a San Anselmo, argumenta que la idea de Dios implica su existencia. Es tan imposible pensar en Dios como no existente como pensar en un triángulo con más o menos de tres lados. La idea de un Ser perfectísimo implica la existencia como una de sus perfecciones.
Se plantea un posible círculo vicioso: la capacidad deductiva de la mente se utiliza para demostrar su propia fiabilidad. Descartes había puesto en duda esta fiabilidad con la hipótesis del genio maligno. Sin embargo, si se demuestra que Dios no es engañador, se garantiza la fiabilidad del criterio de evidencia.
Descartes concluye que el error no es responsabilidad de Dios, sino del mal uso de nuestra capacidad racional, impulsados por la voluntad a creer como verdaderas cosas que no son claras y distintas.