Método Cartesiano: La Búsqueda de la Verdad
La reacción cartesiana contra el escepticismo, sumada a su interés por la ciencia, lleva a Descartes a rechazar el error y buscar la verdad. Descartes insiste en la necesidad de rechazar el error, lo que implica la búsqueda de la verdad. Se propone investigar para determinar algo con certeza, incluso si eso es que no puede haber conocimiento verdadero. Descartes cree que se necesita un método para alcanzar el conocimiento, un método similar al utilizado por los matemáticos. La validez de los conocimientos matemáticos reside en el método. No es que las matemáticas sean un saber distinto. Si la razón es única, el saber también lo es, y debe haber un único método para alcanzar la sabiduría. Descartes nunca abandonó este ideal de un saber universal, que se puede considerar de dos maneras: a) como fundamento único de todos los saberes; b) como la adquisición plena de la sabiduría. Para ello, necesita un método: «una serie de reglas ciertas y fáciles, tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca a algo falso por verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo mental, sino por incrementar su conocimiento paso a paso, llegue a una verdadera comprensión de todas aquellas cosas que no sobrepasen su capacidad».
Reglas del Método Cartesiano
Regla I: La Unidad del Saber
Las ciencias conforman la sabiduría, una sabiduría universal y humana. Son un conjunto de conocimientos o verdades íntimamente ligados. Conocer una verdad abre la puerta a otra. El estudio de un conocimiento aislado es inútil, ya que trunca su verdadero fin: generar juicios sólidos y verdaderos sobre la realidad.
Regla II: Objetos Simples y Complejos
Para alcanzar la sabiduría, es necesario partir de objetos conocidos y simples, que permiten obtener la ciencia perfecta y la seguridad de la verdad. Debemos rechazar los objetos complejos, que generan confusión. Sin embargo, estos conocimientos complejos no deben abandonarse por completo, ya que, tras discutirlos y perfeccionarlos, permiten a los maestros guiar a sus alumnos. Hay dos formas de conocer: a través de la experiencia y de la deducción, siendo la experiencia más propensa al error.
Regla III: Intuición y Deducción
Para estudiar los objetos correctamente, debemos usar la intuición (un concepto formado por la inteligencia, basado en la razón, que ofrece respuestas certeras por su simpleza) y la deducción (el proceso de sacar conclusiones a partir de cosas conocidas con certeza). La intuición se centra en lo inmediato y simple, mientras que la deducción requiere un trabajo mayor. No debemos basarnos en opiniones ajenas o conjeturas propias sin una convicción personal (tras la intuición o deducción).
Regla IV: El Método
Para investigar el conocimiento y la verdad, es necesario ser ordenado, organizar las ideas y seguir un método o conjunto de reglas simples y certeras. El método permite discriminar lo verdadero de lo falso y facilita el alcance del conocimiento. A través de la intuición, descubrimos lo verdadero, mientras que con la deducción llegamos al conocimiento. El método es el sistema más efectivo para llegar al conocimiento de todas las cosas.
Eliminación de las Cosas Dudosas
Descartes examina los motivos de duda que afectan a sus conocimientos. Los sentidos son la principal fuente de conocimiento, pero a menudo engañan. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado, por lo que se deben someter a duda los conocimientos derivados de los sentidos. Aunque parezca exagerado dudar de todo lo percibido por los sentidos, ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño. La incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia lleva a extender la duda a lo sensible y a lo inteligible. Aun así, algunos conocimientos parecen indudables, como los matemáticos. Sin embargo, Descartes plantea la posibilidad de que Dios nos haya creado de tal manera que nos equivoquemos incluso en verdades evidentes como las matemáticas. En ese caso, todos nuestros conocimientos serían dudosos.
El Genio Maligno
Descartes plantea la posibilidad de un genio malvado que interviene en nuestras operaciones mentales, haciéndonos tomar lo falso por verdadero. Siendo incapaces de eliminar esta posibilidad, debemos considerar dudosos todos nuestros conocimientos. La duda se extiende a todos los conocimientos, incluyendo los que no parecen derivar de la experiencia.
La Primera Verdad: Pienso, Luego Existo
En la segunda meditación, Descartes se da cuenta de que, para ser engañado, ha de existir. La proposición «pienso, existo» («cogito, sum») es cierta mientras piensa. Esta proposición supera todos los motivos de duda, incluso la existencia de un genio maligno. Se presenta con claridad y distinción, resistiendo la duda y gozando de certeza absoluta. Es la primera verdad evidente. Descartes considera la claridad y la distinción como características de toda proposición verdadera. Tras descubrir esta primera verdad, Descartes se propone reconstruir el saber y, mediante la deducción, extraer todas sus consecuencias.