El Concepto de Virtud y Felicidad en la Filosofía de Aristóteles

En el desarrollo de su teoría, Aristóteles distingue distintos tipos de saber: saber productivo, el cual versa sobre “lo que puede ser de otra manera”, lo contingente, y se ocupa de hacer cosas; saber práctico, que también tiene como objeto lo contingente, pero que estudia la acción de saber vivir; y el saber teórico, que versa sobre “lo que no puede ser de otra manera”, es decir, lo necesario, simplemente la verdad, y que es el más perfecto de estos saberes. Por tanto, el conocimiento de lo contingente puede estar orientado, por un lado, al hacer, el producir algún objeto, al saber productivo. Pero también puede dirigirse al actuar, individual o colectivamente, y entonces constituye el saber práctico, un saber vivir, moral o político. Sin embargo, el saber teórico es siempre preciso y enseñable, ya que versa sobre lo necesario e inmutable, mientras que el saber práctico es universal, pero no es enseñable, consiste en realizar la “areté”, la virtud o excelencia en la vida individual o social.

Estos distintos tipos de saberes proporcionan los conocimientos pertinentes para alcanzar la felicidad que, según establece Aristóteles en el libro I de la Ética a Nicómaco, es el fin último de la conducta humana y consiste en la realización de la función o actividad que le es propia al ser humano de la manera más excelente o virtuosa. Ahora bien, ¿qué género de actividad y qué tipo de virtud correspondientes son los más perfectos, los que conducen a la consecución del fin último de la vida humana, la felicidad? Lo más propio y perfecto del ser humano es la razón, por lo que el hombre alcanzaría la felicidad mediante el saber; sin embargo, el hombre no sólo tiene esta función (la racionalidad), sino que posee otras y, por tanto, la realización de todas las funciones de forma adecuada será fundamental y necesaria para poder ser feliz. Aristóteles, en su concepción sobre el hombre, afirma que cuerpo y alma constituyen una única realidad, el alma es la forma del cuerpo, y distingue en ella tres funciones distintas:

  • El alma vegetativa, que poseen las plantas, los animales y las personas.
  • El alma sensitiva, propia de los animales y los humanos.
  • El alma racional, que es el alma propia del hombre.

Las dos últimas son las más importantes: el alma racional es pensante o cognitiva y el alma sensitiva es apetitiva o volitiva. Por ello, debemos distinguir entre virtudes intelectuales o dianoéticas, cuando haya un buen funcionamiento de la parte pensante del alma (razón); y virtudes morales o éticas, cuando el buen funcionamiento sea de la parte apetitiva del alma (voluntad). A través del logro de ambos tipos de virtudes se alcanzaría esa felicidad que todo humano tiene como meta. La virtud consiste fundamentalmente en el control de la dimensión volitiva del ser humano por la dimensión pensante del mismo. Consiste en adquirir el término medio, que depende de la persona, es decir, es relativo a nosotros mismos, y de la experiencia, y se consigue a través de las virtudes morales. La virtud ética es útil para templar las pasiones, es el justo medio entre dos vicios opuestos, es decir, entre participar por exceso o por defecto de una misma emoción; por tanto, tiene relación con la parte sensitiva del alma.

Las Virtudes Intelectuales

Las virtudes intelectuales son cinco: arte, prudencia, ciencia, entendimiento (o intelección) y sabiduría. Son disposiciones o estados que se crean mediante la enseñanza o la experiencia, que forman hábitos a través de los cuales se alcanza la verdad. En definitiva, las virtudes morales son hábitos de decidir lo mejor, las intelectuales de conocerlo.

Aristóteles, dentro de la parte pensante del alma, distingue tres tipos de virtudes intelectuales: las contemplativas, las productivas y las prácticas. Las más importantes son las contemplativas: ciencia, entendimiento y sabiduría. La ciencia es un modo de ser demostrativo sobre lo que no puede suceder diferentemente de cómo sucede. Es un conocimiento universal, por causas, enseñable y deductivo, ya que presupone la validez de unos supuestos o principios. Estos principios son captados por el entendimiento, que es, por tanto, la capacidad de comprender las primeras premisas o principios de la ciencia, que precisamente por ser premisas no son parte de la misma ciencia, ya que todo lo necesario no puede ser demostrado. Por último, la sabiduría es el grado más alto de la ciencia, el más perfecto de los grados de conocimiento, porque no sólo conoce lo que deriva de los principios, sino que también posee la verdad sobre ellos. Implica, por lo tanto, la unión de ciencia y entendimiento.

Sin embargo, para el ser humano no es viable una vida buena y feliz dedicada exclusivamente a la contemplación, también precisa de la posesión de ciertos bienes corporales (salud, fortaleza) y externos (medios económicos, justicia), lo que nos remite a la relación entre ética y política. Aristóteles concede gran importancia a las actividades humanas que contribuyen al desarrollo de las virtudes morales: la acción (sociabilidad natural del hombre, amistad, vida pública) y la producción (el negocio, la obtención de sustento y de bienes materiales). Respecto a la producción, la virtud intelectual productiva es el arte, que es la capacidad, acompañada de razón, de producir algún objeto. Es un conocimiento universal y enseñable que atañe a lo contingente.

La Prudencia como Virtud Intelectual

Pero desde el punto de vista ético, la virtud intelectual más importante es la prudencia, que es una virtud racional práctica que tiene como objeto lo contingente y decide lo que es bueno para el hombre, para vivir bien en general. Atañe, por tanto, a la acción y no es enseñable porque se alimenta de la experiencia. A través de esta virtud, Aristóteles relaciona las virtudes intelectuales y las morales, debido a que a la prudencia le compete determinar el justo medio en el que consisten las virtudes morales, es decir, es la capacidad de deliberar sobre lo bueno y lo malo y elegir el término medio relativo a nosotros.

Diferencias entre Prudencia, Ciencia y Arte

Aristóteles establece, además, las diferencias entre la prudencia y otras dos virtudes intelectuales: la ciencia y el arte. La ciencia y la prudencia se diferencian fundamentalmente en que tienen diferente objeto de estudio: la ciencia versa sobre lo necesario y la prudencia, en cambio, sobre lo contingente. Entre el arte y la prudencia también hay diferencias, aunque ambas virtudes tengan como objeto lo contingente. La prudencia es la capacidad de obrar sobre uno mismo, mientras que el arte es la capacidad de obrar sobre las cosas, es decir, el fin es distinto en la acción (prudencia) que en la producción (arte); en la acción, el fin o género es inmanente al sujeto que actúa, mientras que en la producción el fin es distinto del sujeto que la lleva a cabo.

El Hombre Prudente y la Política

Por otro lado, Aristóteles define a los hombres prudentes, que son los que son capaces de deliberar y decidir lo que es bueno, pero no sólo para ellos mismos, sino para vivir bien en general. Aristóteles opina que si una persona carece de prudencia, debe tomar como modelo a un hombre prudente, ya que, según él, la prudencia debe ser la cualidad de los administradores y de los políticos. Esto se debe a que los que dirijan la polis tienen que dotarla de unas determinadas condiciones de seguridad y estabilidad que faciliten el desarrollo de las personas para que alcancen todas las virtudes y logren su felicidad. Aristóteles opina que, en teoría, la mejor forma política es la monarquía, pero que, en la práctica, resulta mejor la aristocracia. Además, afirma que si estos gobiernos, en vez de preocuparse por la felicidad de sus ciudadanos, se preocuparan por enriquecerse, se transformarían en gobiernos viciosos: tiranía y oligarquía.

Como conclusión, podemos decir que, para Aristóteles, todos los hombres deben aspirar a ser prudentes, para de esta manera realizar la función que les es propia y poder lograr la felicidad, el fin supremo de la naturaleza humana, a través de la consecución de las virtudes intelectuales y las virtudes morales.

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