El contrato social y el estado: el pacto supone un contrato por el cual los individuos transfieren los derechos ilimitados que tenían en el estado de naturaleza a un soberano. Aparece entonces el Estado o sociedad civil, en el que las tendencias individuales a la enemistad y a la guerra quedan controladas por el temor al poder del soberano. Una vez constituido, el pacto es irreversible, a partir de ahí el poder del soberano es la suma de todos los poderes individuales:
El poder absoluto del soberano
- Su poder es absoluto e irreversible: los poderes diversos se limitan mutuamente. Del soberano dependen la justicia y la distinción entre el bien y el mal. Cuenta con todo tipo de privilegios con el fin de cumplir su misión, garantizar la seguridad y la paz. Los ciudadanos están obligados para una obediencia unilateral, ya que el Estado no tiene ninguna obligación para con los ciudadanos. Hobbes insiste en que el contrato se hace entre los ciudadanos y no entre los ciudadanos y el soberano.
- El soberano asume también la autoridad religiosa: el Estado no puede reconocer una autoridad independiente. En esta concepción Iglesia y Estado se identifican.
- El uso legítimo de la violencia pasa a ser monopolio del Estado: el pacto social implica que los ciudadanos han delegado en el soberano su derecho a ejercer la violencia para defenderse. Desde ese momento en que el ciudadano cede su capacidad de ejercer violencia al soberano, el Estado está legitimado para ejercer el terror sistemático, disuadir así a los ciudadanos de desobedecer la ley y garantizar el orden y la seguridad. Hobbes fundamenta la posibilidad de la vida social y de la paz en el temor que inspira el Estado, y que radica fundamentalmente en su capacidad para castigar.
- El soberano no puede hacer un ejercicio abusivo del poder: esto debilitará el Estado, ya que provocaría la resistencia de los ciudadanos y facilitaría que otro Estado más poderoso pudiera conquistarlo.
La libertad de los súbditos
En cuanto a la libertad de los súbditos con respecto al Estado, se limita a las acciones no reguladas por la ley. Hobbes señala que el ciudadano puede desobedecer al Estado cuando aquel es obligado a perjudicarse a sí mismo, puesto que el pacto se hizo precisamente para garantizar la protección de quienes lo suscribieron.
Clases de ideas
Clases de ideas: Locke distingue entre ideas y cualidades. Mientras que las ideas son percepciones, las cualidades con capacidades del objeto para producir en nosotros alguna idea:
Ideas simples
- Ideas simples: son aquellas que la mente se limita a recibir pasivamente y que no puede descomponer en otras ideas. Locke las considera los átomos del conocimiento. Pueden provenir de la experiencia externa (de la sensación) o de la experiencia interna (de la reflexión).
- De la sensación: pueden originarse a partir de un solo sentido o de varios. No toda idea es imagen de una cualidad objetiva, podemos tener ideas simples de las cualidades objetivas (primarias), o de las cualidades subjetivas (secundarias).
- De la reflexión: se producen cuando la mente reflexiona sobre las sensaciones derivadas de la experiencia interna. Tienen por objeto pues, los estados subjetivos de conciencia. Se producen cuando la conciencia tiene experiencia de sus propias operaciones.
- A la vez de la sensación y reflexión: ideas de placer y dolor. Estas ideas simples son la materia prima del conocimiento. La mente solo puede recibirlas de manera pasiva a partir de la experiencia, puesto que el entendimiento no tiene capacidad para crear ideas, pero puede relacionarlas entre sí.
Ideas complejas
Ideas complejas: son las que la mente produce activamente a partir de las ideas simples, asociándolas o combinándolas.
- Sustancias: son ideas que representan cosas particulares que tienen experiencia por sí mismas. Surgen al considerar una serie de cualidades que producen ideas en nuestro entendimiento y a las que atribuimos un soporte. Podemos percibir estas cualidades aisladas en los objetos, pero no es ese soporte al que llamamos sustancia, y que Locke define como un ‘no sé qué’ incognoscible.
- Sustancia pensante (el yo): conocemos nuestra propia existencia por intuición.
- Sustancia material (mundo): conocemos la existencia de la realidad mediante la sensación.
- Sustancia infinita (Dios): conocemos la existencia de Dios por demostración (basada en el concepto de causa: Dios es la causa última de nuestra existencia).
- Modos: son manifestaciones de la sustancia.
- Relaciones: surgen de la yuxtaposición de ideas simples o complejas, nos permiten percibir el mundo como un todo organizado: causa-efecto.
El lenguaje y el conocimiento
Locke analiza el lenguaje, puesto que las ideas se expresan con palabras: las ideas representan cosas particulares, pero la mente es capaz de abstraer, de advertir las semejanzas entre las ideas particulares y prescindir de sus diferencias, formando así una idea general que representamos con un signo convencional, una palabra. Estas palabras generales nos permiten referirnos a clases de cosas pero, siguiendo la tradición nominalista, Locke afirma que lo único que existe en la realidad son los individuos particulares.
Los elementos del conocimiento
Los elementos del conocimiento: Hume se muestra en desacuerdo con la definición de Locke de ‘idea’ aplicada a todo lo que conocemos.
Impresiones e ideas
- Impresiones: percepciones que nos llegan a través de los sentidos.
- Ideas: representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento. En consecuencia, son más débiles y menos vivas que aquellas. Por tanto, las ideas proceden de las impresiones.
- Similitudes y diferencias
- Puesto que no hay nada en nuestro entendimiento más allá de las impresiones o las ideas, hay que reconocer que todos los contenidos de la conciencia provienen de la experiencia sensible.
Crítica al principio de causalidad
Crítica al principio de causalidad: nuestro conocimiento de hechos está limitado a nuestras impresiones y solo tenemos impresiones actuales o recuerdos de las que ya hemos vivido. No puede haber conocimiento de hechos futuros, puesto que no poseemos impresiones de los que aún no ha sucedido.
Nuestra certeza se basa en la experiencia y no en una deducción racional. No obstante, no hay nada en la experiencia que nos garantice que los hechos pasados se repitan en el futuro. Se da por supuesto que dos fenómenos que siempre se han producido de manera contigua, tienen entre sí una relación de causa-efecto.
Nos basamos en una inferencia causal y concebimos la relación causa-efecto como una conexión necesaria, según la cual el efecto se producirá forzosamente.
Llegados a este punto, Hume aplica el criterio de verdad a la idea de conexión necesaria: si una idea es verdadera cuando podemos señalar la impresión a la que corresponde, se pregunta si podemos señalar la impresión que corresponde a la idea de conexión necesaria. Lo cierto es que no podemos señalarla: únicamente podemos percibir dos hechos contiguos, y la experiencia del pasado es que esos dos hechos siempre se han producido uno tras otro. Esta experiencia no justifica que haya una conexión entre ellos, pero la costumbre genera en nosotros una creencia en la existencia de esa conexión. Esta creencia es necesaria, y basta para vivir. La creencia producida por el hábito es, pues, como el instinto animal. La relación causa-efecto no es, pues, más que una ficción de la mente, aunque una ficción útil para la vida.
La crítica de los principios metafísicos
La crítica de los principios metafísicos: la crítica de Hume se extenderá a toda la metafísica tradicional, empezando por la idea misma de sustancia. Si el entendimiento está limitado por las impresiones, se nos es posible abordar cuestiones abstractas, como el concepto de sustancia. Hume acepta aquí la crítica de Berkeley y la extiende a las sustancias pensantes. Analiza cada una de las tradicionales sustancias cartesianas:
- La realidad material (mundo): no podemos saber si existen objetos fuera de nosotros, puesto que solo conocemos nuestras propias impresiones y no una realidad distinta de ellas. La realidad es, por tanto, una suposición que no se puede comprobar y que no tiene justificación racional, pero que es imprescindible para la vida. En la naturaleza humana existe una tendencia natural a buscar referencias estables como estrategia para hacer más fácil la vida cotidiana.
- La sustancia infinita (Dios): Hume analiza los argumentos para demostrar la existencia de Dios. El argumento ontológico queda invalidado porque la existencia es una cuestión de hecho y su contrario no implica contradicción. Si la inferencia causal es aceptable únicamente entre dos impresiones, no es válida en estos casos, puesto que de Dios no tenemos impresión alguna. Dios es, para Hume, una hipótesis inútil, no podemos probar su existencia.
- La sustancia pensante (yo): Hume no puede aplicar a la existencia del yo el mismo esquema argumentativo basado en la inferencia causal, porque los filósofos anteriores la explicaron como una intuición inmediata. En este caso hume argumenta que solo tenemos intuiciones de nuestras impresiones, y ninguna de ellas es permanente. Por otra parte, el yo no puede ser una impresión más, sino una realidad psíquica permanente donde van a parar nuestras impresiones.
El emotivismo moral
El emotivismo moral: el sentimiento desinteresado que permite la comprensión del otro es lo que Hume denomina simpatía, empatía, es la capacidad de dejar de lado nuestro propio interés para situarnos en la perspectiva y el interés de otra persona. Esta simpatía es un sentimiento natural y desinteresado, y esto que fundamenta la vida moral. Hume afirma que no podemos concebir deseo alguno que no tenga referencia a la sociedad. La soledad completa es posiblemente el peor castigo que podamos sufrir. En consecuencia, es imposible para una criatura como el hombre el ser totalmente indiferente al bienestar o malestar de sus semejantes.
- Emotivista: las proposiciones éticas no son verdaderas ni falsas, se limitan a expresar un sentimiento, de ahí que Hume asegure que no es contrario a la razón preferir la destrucción del mundo antes que un rasguño en mi dedo. Por eso afirma que la razón es esclava de las pasiones.
- Utilitarista: la inclinación de la naturaleza humana hacia el bien proviene de la utilidad para la vida social, aprobamos las cualidades útiles para la comunidad o para el propio individuo. Así se explica la justicia, que no tendría sentido en una sociedad de bienes ilimitados o en caso de que el individuo viviera aislado. Esta inclinación natural se refuerza con el hábito y la educación, que forjan en el individuo la conciencia moral. Para Hume, no puede justificarse moralmente la violencia, por el hecho de que la agresividad en el ser humano es natural.