El Crepúsculo de los Ídolos: Crítica a la Cultura Occidental
La crítica de Nietzsche a la cultura occidental es demoledora y se dirige a la ciencia positivista, las religiones judaica y católica, la moral socrática y la filosofía tradicional. “Ídolo” significa verdad; así, “el crepúsculo de los ídolos” significa “fin de la vieja verdad”, la de la metafísica socrático-platónica y la de la ontología occidental, que encorseta el devenir en conceptos universales sobre el ser, camuflados tras la objetividad de un lenguaje con miedo a la vida y falta de decisión para vivirla.
Etapas en la Obra de Nietzsche
Muchos de los libros de Nietzsche están escritos a base de aforismos breves y párrafos sueltos, porque desconfiaba del orden lógico y racional y porque huía de la lógica expositiva de los tratados tradicionales de la filosofía. Se distinguen tres períodos en su obra:
- Juventud: Las influencias de Schopenhauer, Wagner y su interpretación de la cultura presocrática se reflejan en “El origen de la tragedia en el espíritu de la música” (su primer libro).
- Madurez: Se distancia de estas primeras ideas y se acerca a la actitud crítica de los ilustrados franceses. Escribe “Humano, demasiado humano”.
- Plena Madurez Filosófica: Destacan las más conocidas y provocativas obras de Nietzsche: “Así habló Zaratustra” y “El crepúsculo de los ídolos”.
Nietzsche y el Siglo XIX
La vida de Nietzsche (1844-1900) ocupa casi la segunda mitad del siglo XIX, un siglo muy agitado. Es el siglo en el que toman cuerpo las profundas transformaciones que se venían preparando desde el nacimiento de la modernidad. Se puede resumir este siglo en función de la contradicción existente entre, por un lado, un despliegue vertiginoso de la ciencia y la técnica y, por otro lado, el desarrollo social de una creciente masa de población, cuyos deseos de protagonismo social y político no se pueden evitar.
El problema histórico de esta época es cómo conciliar las demandas y aspiraciones de amplias capas de la sociedad burguesa, con unas estructuras políticas y sociales no preparadas para estos cambios. De ahí que la tensión entre tradición y revolución, entre minoría dirigente y masa, sea un factor importante de este siglo.
La Polarización del Pensamiento
Esta lucha generó una clara polarización del pensamiento a lo largo del siglo XIX. Muchos pensadores (Nietzsche) se decantan por una reinterpretación de la historia y la cultura occidental en términos de añoranza o nostalgia por los ideales de la Antigüedad. Nietzsche diagnostica que la cultura occidental ha sufrido una progresiva decadencia, tornándose una cultura antivital y enfermiza, oponiéndose tanto a los valores de la burguesía reinante como a los de los movimientos obreros, a los que siempre desprecia por ser claro síntoma de gregarismo y falta de autenticidad vital.
El Mundo de la Cultura y el Arte
Nietzsche es el portavoz de fin de siglo. Desde el mundo de la cultura, existe una aparente ruptura con todo el orden establecido. La música, la pintura y la poesía juegan a provocar a una burguesía decadente y aburrida; juegan desde la reivindicación de un talante elitista y diletante, actitud que simboliza la figura del bohemio, alguien que renuncia a vivir de acuerdo con los valores dominantes, busca experiencias para sentirse vivo y diferente al resto, y siempre con su afán de provocar, busca que su propia vida sea una obra de arte.
Nietzsche muestra una gran preferencia por el arte o por la actitud artística para penetrar en el carácter contradictorio de la vida. Su denominada “metafísica del arte” es una apología de lo creativo o concreto frente a lo conceptual o abstracto. Fue significativa la relación de Nietzsche en general con la música y en particular con Wagner.
Nietzsche, músico de vocación temprana, pasó de admirar a Wagner a despreciarlo, porque su música dejó de ser la “flauta de la vida” de Dionisio para convertirse en un fenómeno decadente.
Filosofía en el Siglo XIX
Filosóficamente, en el siglo XIX, se suceden por reacción el idealismo, romanticismo, vitalismo, etc. El romanticismo reivindica un nuevo concepto de razón: la filosofía de Hegel (muy influyente) la concibe como una fuerza que dirige la marcha de la historia humana. En contra, el positivismo intenta atenerse a los hechos concretos inspirándose en el modelo de las ciencias empíricas. Surgen corrientes irracionalistas, que ponen de relieve las dimensiones humanas que se escapan a la lógica abstracta de las teorías. El materialismo histórico de Marx y Engels cuestiona el papel alienante que juega la filosofía en tal situación.
En la segunda mitad del siglo, el positivismo pretendía ser la única respuesta filosófica adecuada a los tiempos. Las ciencias de la naturaleza tenían una ingenua soberbia: muchos científicos creían que la ciencia explicaba las leyes de la naturaleza y los misterios del humano.
El Vitalismo
Unos pensadores, muy distintos entre sí, se agrupan en el “vitalismo”. Todos ellos se oponen a los intentos positivistas de explicar el mundo y ponen por delante la “vida” (raíz con la que hay que comprender el mundo y la historia). Aunque esa “vida” es muy diferente en los distintos autores. La concepción de Nietzsche será la más radical y combativa.
Influencias en Nietzsche
Finalmente, el pensamiento de Nietzsche se nutre de varias fuentes. En primer lugar, la filosofía griega: hizo una reinterpretación muy peculiar, al rechazar la época clásica en favor de la época arcaica, donde la tensión dialéctica entre lo “apolíneo” y lo “dionisíaco” representaba el carácter contradictorio de la vida.