El problema de los Universales
Introducción
El problema sobre los universales, o sobre la naturaleza de las ideas, ha sido un tema polémico a lo largo de la historia del pensamiento. Desde las primeras respuestas con Platón y Aristóteles, se marcaron dos planteamientos diferentes:
- Prioridad de las ideas sobre la realidad individual (Platón).
- Prioridad del individuo sobre el concepto (Aristóteles).
En la Edad Media, se convierte en una de las cuestiones lógico-epistemológicas más sobresalientes, generando enfrentamientos dialécticos. Por eso, se le llama «el problema de los universales».
La continuidad de la polémica y las diferentes respuestas se explican si consideramos la propia importancia del tema y sus implicaciones:
- Relación entre los objetos individuales y los conceptos. Problema epistemológico de la relación entre pensamiento y realidad.
- Tipo de realidad que corresponde al concepto.
- Formación del concepto universal.
En la Edad Media aumenta la complejidad debido a repercusiones teológicas relacionadas con la doctrina de la Trinidad, la Redención y el pecado original.
Origen del problema: Porfirio y Boecio
El punto de partida es un pasaje de la Isagoge, conocida por la traducción de Boecio, en la que afirma que, dado el carácter introductorio de su escrito, no entraría en la cuestión de:
- Si los géneros y las especies son entidades subsistentes o si son materiales o inmateriales.
- Si existen separadas de los objetos sensibles o situados en los mismos, expresando sus características uniformes.
A lo largo de esta disputa, se introdujo una nueva solución: que el universal no existe ni siquiera en el intelecto y sea solo un nombre.
Boecio, en sus comentarios a la Isagoge, ofrece una solución aristotélica al problema: las ideas generales no son sustancias, aunque sí tienen base objetiva en la realidad. Se forman a partir de los individuos mediante un proceso de abstracción. Los géneros y las especies…
Realismo absoluto o ultrarrealismo (Remigio, Odón, Guillermo)
Las citas de Porfirio fueron las que iniciaron la discusión. La primera solución no sigue las líneas sugeridas por Boecio, sino que fue una solución simplista de realismo exagerado.
Afirma que nuestros conceptos corresponden a una realidad que existe fuera de nuestra mente, una realidad subsistente en la que participan los individuos.
El único camino para salvar la objetividad de nuestro conocimiento consiste en mantener una correspondencia exacta e ingenua entre el pensamiento y las cosas.
Entre los primeros que formulan esta teoría se encuentran Remigio y Odón.
Uno de los principales defensores del ultrarrealismo fue Guillermo de Champeaux, quien mantuvo frecuentes disputas con Abelardo, en las que el realismo absoluto fue duramente criticado y superado por soluciones nominalistas y de un realismo moderado.
Guillermo afirmó, en principio, la identidad de la esencia universal de todos los individuos. Posteriormente, bajo la influencia de las críticas de Abelardo, admite que la esencia universal en los diversos individuos de una especie es la misma, no esencialmente, sino por ausencia de diferencia.
Nominalismo: Roscelino
En el siglo XI aparece una nueva solución: el nominalismo. Su principio básico es que solo existen los individuos, y en ellos se encuentra la verdadera realidad. Se opone al punto de partida del ultrarrealismo, que admite la correspondencia exacta entre el pensamiento y la realidad.
Desde la época anterior, en la que domina claramente el realismo, se encontraban filósofos que recordaban que la lógica de Porfirio, Boecio y Aristóteles trataba sobre las palabras, pero no sobre las cosas.
Sin embargo, suele considerarse a Roscelino como el instaurador de esta doctrina. Para Roscelino, el universal no tiene ningún tipo de realidad; se identifica con la palabra mediante la que se designa.
Solo existen:
- Por una parte, los individuos concretos a quienes nombramos (no existe sabiduría, sino hombres sabios).
- Por otra, la realidad física de la palabra o término con que se nombran los individuos.
Abelardo
Abelardo critica los planteamientos extremos, tanto del nominalismo de Roscelino como del ultrarrealismo de Guillermo (ambos maestros suyos de dialéctica), y desarrolla una teoría intermedia entre ambos, que puede denominarse como realismo moderado.
Veremos su solución a través de tres apartados, correspondientes a las preguntas: ¿qué es el universal?, ¿cuál es su fundamento?, ¿cuál es su contenido lógico?
1. La universalidad está en las palabras
Abelardo, teniendo en cuenta:
- Por una parte, la evidencia de que solo existen real y sustancialmente los seres individuales.
- Y, por otra, la definición aristotélica del universal tal como la transmitió Boecio («aquello que puede predicarse de varias cosas»).
Llega a la conclusión de que la universalidad no puede atribuirse a las cosas, sino a las palabras o términos con los que nos referimos a las cosas.
Ahora bien, distingue claramente dos niveles en las palabras (vox o sermo), con lo que se diferencia de Roscelino:
- Vox: palabra entendida como entidad física.
- Sermo: se refiere a la relación de la palabra con el contenido lógico.
La universalidad no será otra cosa que la función lógica que determinadas palabras adquieren en los juicios: la de referirse a, la de predicar una pluralidad de individuos.
2. Fundamento del Universal
Puesto que una idea no puede sacarse de la nada y que los universales no existen fuera de las cosas, es preciso que estas tengan algo que justifique la validez o la falsedad lógica de las predicaciones que a ellas se refieran.
A ese fundamento le llama Abelardo el «estado de las cosas«.
No se trata de admitir que tengan en común alguna esencia; se trata simplemente del hecho de que determinados individuos se encuentran existiendo, cada uno de ellos, en el mismo estado que otros individuos. Para extraer de ellas los universales, basta recoger la semejanza común de los seres que están en el mismo estado y designarla con un nombre.
3. Contenido lógico del universal
Para Abelardo, solo se da verdadera ciencia de los singulares, ya que su conocimiento es claro y preciso. Los conceptos universales no pueden fundamentar una ciencia real; no son verdadero saber, sino opiniones sobre las cosas. La razón se debe a que solo nos proporcionan representaciones confusas y relativamente indeterminadas.
El contenido lógico del universal será resultado de un proceso de abstracción en el que se prescinde de toda individualidad; solo se retienen los elementos comunes a los individuos semejantes de los que se ha extraído.
Para Abelardo, un universal no es más que una palabra que designa la representación confusa que el pensamiento ha extraído de una pluralidad de individuos que tienen una manera de ser semejante. En sí mismos, solo existen en el entendimiento, pero se refieren a los individuos, únicas entidades que tienen existencia real.
El problema de los universales después de Abelardo
1.1 La solución de Abelardo fue realmente decisiva, tanto por la crítica que realizó a las posturas extremas del realismo y del nominalismo, como porque sus aportaciones supusieron la base de planteamientos posteriores al problema de los universales.
- a) Critica y supera el nominalismo extremo mediante teorías de la dimensión significativa.
- b) Critica y supera el ultrarrealismo; de esta forma, marca una orientación hacia el realismo moderado.
1.2 Realismo moderado: Tomás de Aquino
Los fundamentos de la doctrina tomista habían sido ya puestos antes del siglo XIII.
Santo Tomás admite:
- a) El universal ante rem: el universal existe antes que la realidad de las cosas; existe en la mente divina en forma de ideas ejemplares.
- b) El universal in re: es la esencia individual concreta, que es igual en los distintos miembros de la especie. Constituye la base objetiva, real, del universal.
- c) El universal post rem: el concepto universal abstracto.
1.3 A finales de la Edad Media, el problema de los universales sería replanteado de nuevo por Guillermo de Ockham y sus seguidores. Tomando como principio fundamental el postulado de que solo los individuos existen como realidades subsistentes, la nueva corriente del siglo XIV irá alejándose del realismo y reafirmando un nominalismo con poderosas bases lógicas.