El Estado y la Política
El hombre, como muchas otras especies, es un animal social. Sus relaciones están guiadas por normas, valores e instituciones creadas por los propios seres humanos.
Sociedades sin Estado
Las sociedades sin Estado son las primeras formas de organización social humana de las que se tiene noticia, y que perviven todavía hoy en los llamados pueblos primitivos.
Sociedades con Estado
Las primeras sociedades con Estado aparecieron en torno al año 3300 a. C. en Oriente Próximo. Este tipo de sociedades se caracterizan porque en ellas aparecen grupos diferenciados en virtud de sus funciones, privilegios o poder económico (castas, estamentos, clases) y por contar con instituciones que administran el poder que unos individuos o grupos ejercen sobre otros.
Tipos de Orden Social
A lo largo de su historia la humanidad ha ido desarrollando distintos tipos de orden social que iban respondiendo a las condiciones impuestas por el desarrollo técnico, el aumento de la población, las circunstancias medioambientales, las relaciones de poder, los conflictos con otras comunidades, etc.
La Polis Griega
Los griegos llamaron polis (lo que solemos traducir al español por ciudad-Estado) a las comunidades más o menos autosuficientes e independientes en las que se organizaban. De ahí procede el término política, empleado para referirse a aquello que atañe a la polis.
Generalizando el uso de ese término podemos definir hoy la política como el arte de dirigir y organizar el Estado, de transformarlo, o en su caso de abolirlo.
Filosofía Política
Con la filosofía política aparece una reflexión racional, crítica y radical sobre la naturaleza del Estado. Esa reflexión se centra en cuestiones tales como el origen y la finalidad del Estado, la naturaleza de las relaciones individuo-Estado, las relaciones entre ética y política, la legitimación del poder político -o, lo que es lo mismo, el conflicto entre lo legal y lo legítimo-, etc.
Legitimidad de las Leyes
Uno de los problemas con los que se encuentra la reflexión filosófica sobre la política y el Estado es el de la legitimidad de las leyes. No hay orden político sin leyes, pero ¿hay alguna razón para que debamos obedecer las leyes?
Llamamos legalidad a lo que dictamina la ley, cualquiera que sea el origen y la finalidad de la ley.
Llamamos legitimidad a la justificación de la ley, a que haya razones para obedecerla.
El Proyecto Cristiano-Medieval
Tras la caída del Imperio romano se desarrolla en Europa el proyecto cristiano-medieval que hace de Dios el centro en torno al cual gira la vida humana y la existencia entera. De Dios procede todo, y, por tanto, también el poder. Entre los siglos XV y XVII los reyes acaparan el poder político (en conflicto, muchas veces, con la nobleza o la Iglesia) y buscan legitimarse apelando a su procedencia divina.
El Estado Moderno
El desarrollo del Estado moderno va acompañado de una separación paulatina del ámbito religioso y el político, por lo que la legitimación del poder se acabará independizando de toda justificación religiosa.
Doctrinas Contractualistas
Se llaman doctrinas contractualistas a aquellas que consideran que el poder político, y en consecuencia el Estado, surgen a merced a un pacto o contrato establecido entre los individuos. A este pacto se le denomina pacto o contrato social.
Las teorías contractualistas parten de varias suposiciones:
Antes de la creación de un poder político los seres humanos se encontraban en estado de naturaleza.
En este estado de naturaleza los individuos vivían aislados, cada uno atendiendo a sus propias necesidades o las de su comunidad natural (que se reducía a la pareja e hijos pequeños).
La sociedad es una creación artificial, fruto de una convención, de un pacto.
Nicolás Maquiavelo
Renacimiento.
Realismo.
Se trata de tomar los fenómenos políticos tal y como son, prescindiendo de toda consideración moral o religiosa. Y lo primero que hay que hacer es aclarar qué es lo específico del campo político. Pues bien, la política trata del poder y del Estado. Esto es, trata de cómo instaurar una comunidad política, un Estado, de cómo dotarla de estabilidad y permanencia y, lo que va enteramente ligado a lo anterior, de cómo obtener el poder y conservarlo.
Maquiavelo cree que la religión es útil, y aun necesaria, para el hombre. Pero la religión debe estar subordinada a los fines políticos, debe funcionar (tal y como sucedía en Grecia y la Roma precristiana) como una institución del Estado.
El Estado es, pues, el lugar de realización del ser humano, del ciudadano. Por eso no hay nada superior al Estado, que no debe estar subordinado a nada fuera de sí mismo, debe ser soberano.
El Príncipe Maquiavelo describe, con el realismo que le caracteriza (esto es, sin reparar en límites morales o religiosos), las técnicas o estrategias para conquistar el poder y mantenerse en él. Estas estrategias, que están sacadas del comportamiento real de los dirigentes políticos del pasado o del presente, pueden ser válidas para cualquier época porque hay cierta regularidad en el comportamiento humano cuando es sometido a unas circunstancias similares. Así, la ambición, el deseo de gloria, el temor, etc., son las mismas en la república romana y en nuestros días.
Pesimismo antropológico.
Varias son las cualidades que le permitirán al príncipe hacerse con el poder y conservarlo. En primer lugar, la fortuna y la virtú.
Maquiavelo considera que la fortuna (esto es, la suerte, el azar, el destino) rige en gran medida las acciones humanas y la historia. Es, pues, un factor que se debe tener en cuenta para el triunfo de un príncipe en sus empeños.
Pero aunque la fortuna es un factor importante, Maquiavelo cree que, al menos en gran parte, nuestro destino nos lo labramos nosotros mismos. Por eso es esencial para un príncipe que aspira a conquistar, instaurar y, en todo caso, gobernar, un Estado, que posea una gran dosis de virtú (= virtud). Por virtud entiende “capacidad”, “potencia”, “energía”, “empuje”, “resolución”. Pero si la virtú es una cualidad puramente humana, el príncipe ha de tener en cuenta que existe una parte de “bestial” en el ser humano. Por eso el príncipe debe tener también algo de león y algo de zorro. Como tales debe ser diestro en el manejo de la fuerza (hasta el extremo de emplear la crueldad si es necesario) y de la astucia (debe manejar el arte de la simulación, debe estar dispuesto a faltar a su palabra, etc.).
Thomas Hobbes
Es el primer teórico explícitamente contractualista.
Para descubrir cuál es la naturaleza del poder político, Hobbes comienza preguntándose cómo se ha originado la sociedad civil; o, lo que es lo mismo, cuál es la situación en la que vivirían los seres humanos de no existir un Estado. Para ello, intenta imaginar cómo se conducirán unos seres humanos no sometidos al poder político. A esa situación imaginaria la llama Hobbes estado de naturaleza. La vida de los seres humanos en tal estado se caracterizaría por:
Los hombres viven libres.
En este estado los hombres actúan mo
vidos por dos principios: defender su propia vida y satisfacer sus apetitos naturales.Al no haber nada que limite sus deseos y pasiones, los hombres pueden apetecer cualquier cosa de sus semejantes: robarles, someterlos, humillarlos, etc. Esto origina una guerra permanente de todos contra todos, por lo que en este estado no hay posibilidad de progreso, ni propiedad, ni sociedad de ningún tipo.
De ahí que para salir de esa guerra de todos contra todos los hombres acaben estableciendo un pacto o contrato social por el que crean el Estado o sociedad civil.
Ese pacto o contrato consiste en que cada ser humano por separado se comprometa a renunciar a sus derechos naturales (o sea, a hacer uso libremente de su poder) a favor de un individuo o Asamblea; siempre y cuando todos los demás seres humanos se comprometan a lo mismo.
A partir de entonces es el poder (del monarca o la Asamblea) quien decide qué derechos han de poseer, y cuáles no, los individuos. Al margen de esta decisión del poder ya no existirá derecho alguno. Dicho poder será un poder absoluto.
El estado de naturaleza se caracterizaría, según Locke, por lo siguiente:
Los individuos están en posesión de unos derechos naturales, que serían dados por Dios. Éstos son el derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y el derechos a castigar a quienes infrinjan estos derechos.
Los hombres son seres racionales, y por tanto, libres. La razón, que también es dada por Dios, les sirve a los hombres, entre otras cosas, para conocer sus derechos naturales.
Guiados por su razón, los seres humanos conviven en régimen de igualdad y libertad. De esta convivencia surge una sociedad civil, previa a la existencia del Estado.
A medida que se desarrolla la producción de bienes, aparecen las desigualdades económicas. Por tanto, el Estado se crea con dos objetivos:
Defender mejor los derechos naturales, castigando a quienes, ocasionalmente, los conculquen.
Mediar en caso de conflicto de intereses. Dado que uno de los derechos naturales que hay que defender es el derecho a la propiedad, y que los conflictos de intereses son básicamente de tipo económico, se puede decir que, en el fondo, la labor del Estado se reduce a defender el derecho de propiedad.
Liberalismo político.
El liberalismo nació como una corriente de pensamiento enfrentada al absolutismo y a los restos del feudalismo (tales como las prerrogativas de los gremios a la hora de fijar los precios, o los privilegios de la nobleza) que aún sobrevivían en Europa.
La teoría política liberal fue iniciada por Locke, pero tiene entre sus defensores y perfeccionadores a Adam Smith, David Hume, Montesquieu, Hegel, etc. El liberalismo político se caracterizaría por los siguientes rasgos:
Separación entre sociedad civil y Estado. Puesto que el estado de naturaleza es un estado relativamente apacible, Locke defiende, frente a Hobbes, la existencia de una sociedad civil anterior a la creación del Estado. Esa sociedad civil surgiría de las interrelaciones de los individuos movidos por sus intereses.
Los poderes del Estado deben ser limitados. La satisfacción de las necesidades se lleva a cabo en el seno de la sociedad civil, por lo que el Estado debe dejar la máxima libertad posible para su desarrollo. En consecuencia, hay que poner límites al poder del Estado. Para ello:
Se establecerá una separación entre diversos poderes en el Estado. Locke defenderá la separación entre el poder legislativo, el ejecutivo-judicial y el federativo.
El poder legislativo será elegido por los ciudadanos.
El Estado está únicamente para solucionar los conflictos entre los individuos.
Derecho de rebelión. Puesto que el poder es recibido del pueblo, este tiene siempre el derecho a rebelarse contra la tiranía y contra cualquier político que se exceda de sus límites.
Rousseau.
Una de las señas de identidad del movimiento ilustrado es la fe en el progreso. Pero frente a los ilustrados, Rousseau sostiene que las ciencias y las artes han ayudado a crear sociedades artificiales en las que domina la desigualdad y todos los males que ésta trae consigo: la opresión de la mayoría por la minoría; la génesis de pasiones depravadas (ambición, ansia de honores, deseo de cosas superfluas); la artificiosidad de la vida, en la que los individuos
se juzgan por las apariencias; la creación de seres dependientes de los demás y de los instrumentos y, por ello, débiles, etc.
Libertad e igualdad.
Una buena parte de las luchas contemporáneas ha girado en torno a dos ideas (que son expresión de dos objetivos): libertad e igualdad. En torno a estas dos ideas se han constituido dos tipos de teorías sobre el poder político: la que, a grandes rasgos, podemos llamar liberal, y la que, también a grandes rasgos, podemos llamar socialista.
Tras la independencia de los EE. UU. de América y la Revolución francesa, la concepción liberal del Estado parece alcanzarse. Pero con el tiempo el liberalismo político y económico no fue suficiente para satisfacer las aspiraciones de gran parte de la población de los países más desarrollados. Comienza así la lucha por la igualdad, que será tan intensa, al menos, como, hasta entonces, la lucha por la libertad política. Mientras este sistema (el liberalismo) propiciaba el enriquecimiento rápido de los empresarios y comerciantes más hábiles, conducía a la inmensa masa de la población a una vida miserable, sin seguridades de ningún tipo frente a las desgracias, y obligada a soportar unas condiciones laborales brutales.
Frente a este estado de cosas surgen las organizaciones obreras (sindicatos…) y las doctrinas políticas de corte socialista o reformista.
El socialismo utópico.
Se puede definir el socialismo como un movimiento social (teórico y práctico) que lucha contra las desigualdades económicas surgidas en las sociedades industriales modernas. Dentro del socialismo, así entendido, se pueden diferenciar tres grandes corrientes (aunque esta clasificación no deja de ser un tanto arbitraria): el socialismo utópico, el comunismo y el anarquismo.
Bajo la denominación de socialismo utópico suelen agruparse una serie de propuestas de tipo político y económico que se caracterizan por pretender reformar el sistema social a base de buena voluntad: mediante la educación, creando sociedades alternativas, o constituyendo empresas donde los obreros fuesen tratados de una manera más equitativa.
El comunismo.
Se caracteriza por defender la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, que sería sustituida por la comunidad de bienes. Representantes: Karl Marx y Friedrich Engels. Los seguidores de Marx sostenían que todo poder político está siempre al servicio de una clase dominante. Por ello propugnaban:
Tomar el poder del Estado por una vanguardia obrera que instaurase una dictadura del proletariado.
Socializar los medios de producción (que pasarían a ser gestionados por el Estado).
Eliminar la propiedad privada, causa de las desigualdades sociales y de la explotación.
Finalmente, la destrucción del propio Estado (la sociedad, ya perfectamente organizada, podría prescindir de toda superestructura de dominación).
El anarquismo.
Los anarquistas se caracterizan por luchar no sólo contra las desigualdades económicas sino también contra el Estado y toda forma centralizada de poder. Dentro del movimiento anarquista se pueden distinguir a su vez dos grandes corrientes:
El anarquismo individualista: cuyo objetivo es buscar la máxima libertad individual, frente a cualquier tipo de restricción de ésta, ya sea política, religiosa o moral. Representante: El representante más lúcido de esta postura es Max Stirner.
El anarquismo colectivista: que considera al hombre un ser eminentemente social, cuya liberación no puede venir si no es a través de la lucha colectiva. Pretende sustituir la organización estatal por una confederación libre de comunidades rurales y urbanas. Sus teóricos más importantes son: Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropokin.
Los movimientos reformistas.
Persiguen una reforma social hacia sistemas más igualitarios, conservando las formas de Estado democrático-liberales.
La socialdemocracia: surge como una alternativa a los movimientos comunistas. Frente a éstos:
Defienden la vía reformista hacia el socialismo, mediante la participación de los obreros (y, en general, de las clases explotadas) en la política de los Estados, e introduciendo paulatinamente mejoras sociales (educación y sanidad públicas y gratuitas, sistemas públicos de pensiones, etc.).
Defienden las instituciones políticas democráticas.
El feminismo.
Es un movimiento social y político cuyo objetivo es luchar contra toda forma de discriminación de las mujeres, y contra la violencia física o simbólica que nace de esa discriminación. Como teoría política desarrolla una crítica al modelo de sociedad patriarcal, que se habría impuesto en todas las sociedades que han alcanzado cierto nivel de desarrollo.
Conviene tener presente que feminismo no es un concepto equivalente y contrapuesto al machismo. El feminismo no busca una posición de superioridad de la mujer sobre el varón. Si tal caso se diese estaríamos hablando de otra cosa (que quizá se podría denominar hembrismo). El feminismo surge, al igual que otros movimientos sociales y políticos, para luchar por la igualdad.