1. El Evolucionismo
1.3 El Evolucionismo en la Actualidad
– Neodarwinismo o Teoría Sintética de la Evolución
Esta teoría explica la evolución de los organismos de manera coherente, aunque no sin lagunas, como ocurre con toda teoría científica.
Sus tesis fundamentales son:
- a) Los organismos pueden experimentar variaciones en sus genes (mutaciones) que se producen al azar y no buscando algo; no persiguen una meta, no son finalistas.
- b) Las mutaciones son relativamente frecuentes en todas las especies (un individuo por millón).
- c) De estas mutaciones, algunas son ventajosas y otras desfavorables, y la naturaleza realiza una selección, anulando a los individuos que resultan con genes desfavorables para sobrevivir o para competir con otros individuos mejor dotados, y quedándose con aquellos cuyos genes les hacen más aptos para adaptarse al medio.
- d) Las mutaciones ventajosas se transmiten por medio de la herencia, ya que son solo los individuos mejor adaptados los que sobreviven y transmiten dichas variaciones a sus descendientes. A lo largo de generaciones, esas variaciones favorables se acumulan y transforman progresivamente los organismos. El origen de las especies actuales se encuentra en la suma de pequeñas variaciones ventajosas en los genes, a lo largo de periodos muy largos de tiempo.
Resumiendo, para el neodarwinismo, las mutaciones explican las variaciones casuales que se heredan, y la selección natural dirige el curso de la evolución eliminando las variedades no adaptativas y dejando a los individuos mejor adaptados.
1.4 El Proceso Evolutivo en Fechas
- Según un gran número de científicos actuales, hace aproximadamente unos 13.500 millones de años se produjo la «gran explosión» (el Big Bang), en la que se sitúa el origen del universo.
- La Tierra, lo mismo que el sistema solar del que es una minúscula parte, se formó hace unos 4.500 millones de años.
- Hace aproximadamente 3.500 millones de años apareció en ella la vida. Las primeras formas de vida fueron unicelulares, en concreto, las células procarióticas, las más simples de todas las células y en las que el ADN se encuentra disperso en el citoplasma, pues carecen de núcleo.
- Las células eucarióticas poseen un núcleo que contiene el ADN empaquetado en los cromosomas y un conjunto de estructuras más complejas; aparecieron hace unos 2.000 millones de años, posiblemente por asociación, por simbiosis, de varias procarióticas distintas.
- Existen huellas de organismos pluricelulares con una antigüedad de 700 millones de años. Son organismos blandos, como las esponjas o las medusas, y están formados por un gran número de células especializadas en funciones diferentes. Ofrecen una gran variedad de formas.
- Los animales con esqueleto externo (los crustáceos o los erizos de mar) surgieron hace unos 600 millones de años. De estos animales se han encontrado fósiles que han permitido a los paleontólogos hacerse una idea más precisa del proceso seguido por la evolución desde ese momento.
- Aproximadamente hace 100 millones de años, aparecieron los mamíferos en una Tierra que estaba dominada por los dinosaurios. Al comenzar la desaparición de estos, hace unos 65 millones de años, los mamíferos se fueron convirtiendo en los dueños de la tierra firme y evolucionaron en una gran diversidad de direcciones. Una de estas direcciones la tomaron los primates que, desde el principio, se especializaron en la vida en los árboles. Con el tiempo, algunos de ellos abandonaron los árboles y empezaron a andar erguidos por la sabana, apoyándose exclusivamente en sus patas traseras. El más antiguo de los homínidos conocido vivió aproximadamente hace 4,5 millones de años, en África Oriental, y se le conoce con el nombre de Ardipithecus ramidus. El hombre actual (el Homo sapiens) tiene una antigüedad de unos 100.000 años.
2. El Proceso de Hominización
En la actualidad se admite como un hecho científico que todos los seres vivos existentes, incluido el hombre, proceden de otros por evolución, y se entiende por proceso de hominización el conjunto de pasos que llevan a la aparición del ser humano a partir de otros seres vivos, en concreto, a partir de los primates. El ser humano actual pertenece al grupo de los primates, al de los monos. La conocida expresión que afirma que el hombre desciende del mono no es correcta. Sigue siendo tan mono, tan primate como cualquier otra de las más de cien especies vivientes del grupo, pero no ha evolucionado a partir de ninguna de las especies actuales, sino de especies ya desaparecidas, muchas de las cuales han sido también antepasadas de otras formas modernas de primates. Dentro de los primates, el ser humano pertenece al grupo de los haplorrinos y, dentro de él, al de los catarrinos. Entre los catarrinos, forma parte del grupo de los hominoideos, como los chimpancés y los gorilas. Es también homínido. Según los biólogos, la separación del linaje humano del de los chimpancés se produjo entre hace 4,5 y 7,5 millones de años.
2.1 Concepto de Naturaleza
En el lenguaje cotidiano se entiende por naturaleza el conjunto de los seres naturales en contraposición a los seres artificiales, hechos todos ellos por la intervención del hombre. Otras veces, el término naturaleza hace referencia a aquello que es innato, frente a lo que es adquirido. Naturaleza, pues, como lo propio; lo adquirido, como lo ajeno. Como cualquier otro mamífero, el ser humano nace con unas pautas de conducta propias de su especie. Son las que suelen llamarse «conductas innatas»: taxias, reflejos e instintos. Ningún ser humano nace sin saber cómo alimentarse de la madre, cómo llorar en respuesta al dolor para recibir alimento. Sin embargo, es igualmente cierto que no todas las conductas son innatas, sino que, por el contrario, la mayoría de las acciones de los seres humanos son producto de «conductas adquiridas», del aprendizaje. También en ocasiones el término naturaleza se utiliza en contrapuesto al de convención, de manera que se entiende por naturaleza lo que las cosas son espontáneamente, y por convención lo que existe por acuerdo entre humanos. En este sentido, es natural en todos la necesidad de comer, mientras que es convencional que se utilicen para ello ciertos instrumentos y no otros: tenedores y no palillos. Y, por último, es frecuente utilizar el término «natural», equiparándolo a normal, a habitual. Su contrario, «antinatural», designa lo anormal o poco acostumbrado. Es correcto afirmar, así, que es natural que padres y madres quieran a sus hijos, y antinatural que no lo hagan.
2.2 La Naturaleza en el Ser Humano
Tomando el término naturaleza como el conjunto de los seres naturales, es evidente que el ser humano forma parte de la naturaleza, que es un ser natural más. Tanto que desde la antigüedad ha sido descrito como un cierto tipo de animal con unas características peculiares: «animal racional», «animal dotado de palabra», «bípedo sin plumas». Desde esta perspectiva, si comportamiento natural es aquel que realizan los seres naturales, entonces todo el comportamiento de los seres humanos, desde la acción más altruista y desinteresada hasta la más violenta y sanguinaria, podría ser calificado de natural, por haber sido realizado por un ser natural. Pero decir esto no aclara nada sobre el comportamiento humano, ni dice nada sobre él. Sería tanto como afirmar que el armario de madera que alguien tiene en su habitación también es natural, porque natural es la madera, el árbol con que se hizo el armario.
Si se toma el término naturaleza como lo que es innato, entendiendo innato como aquello con lo que nace el sujeto, lo que viene dado ya en el nacimiento, será comportamiento natural el espontáneo, aquel que no es premeditado. En el caso del ser humano, lo innato y lo espontáneo coinciden. Lo innato y espontáneo en el ser humano será, pues, lo que está en él desde su nacimiento y sin artificio ni alteración, y es indudable que en el hombre hay muchos elementos que poseen estas características: todo ser humano es un organismo complejo que incluye sistemas (nervioso, endocrino, linfático, etc.) y órganos (cerebro, pulmones, corazón, etc.) igualmente variados y no menos complejos, y todos ellos poseen una forma concreta de funcionar y una serie de exigencias para poder hacerlo. O, a nivel molecular, todo ser humano posee un genotipo (el conjunto de todos los genes —porciones de material genético— que determina en el individuo unas características específicas) y un fenotipo: «en el interior del núcleo celular existen no solo instrucciones para construir un cuerpo que se ajuste a la configuración humana, con tejidos humanos, órganos y sistemas complejamente entramados formando un todo, sino también instrucciones que dan precisión y un infinito número de variantes individuales» (C. Rainer, El cuerpo humano). Además, en todos los seres humanos existen, en estrecha relación con su biología, una serie de características comunes: la disposición a satisfacer las necesidades básicas (alimentarse, acobijarse, buscar pareja sexual), la necesidad y la capacidad de aprender, etc.; características que le permiten, como al resto de los seres naturales, adaptarse al medio en el que viven. La necesidad y la capacidad de aprender son de una importancia decisiva, ya que hacen indispensable la cultura como elemento de configuración del ser humano. Los genes son responsables de las características fisiológicas de todos los seres vivos y, en algunos, también de sus comportamientos. Pero en las especies que poseen un sistema nervioso complejo y un cerebro desarrollado, los genes son responsables de menos comportamientos. Las especies con estas características heredan menos conductas y, consecuentemente, tienen que aprender más. El caso más extremo es el del ser humano. Al pertenecer a la especie con un sistema nervioso más complejo y con un cerebro más desarrollado, cuando nace es el ser más desvalido, con menos conductas determinadas por sus genes y, por lo mismo, con una necesidad de aprender para poder sobrevivir.
¿El ser humano es realmente solo un cuerpo predeterminado por las características necesarias para adaptarse al medio y por la información genética que portan sus genes? En la historia del pensamiento y la filosofía occidentales, han sido muchos los autores que han querido ver «algo más» en el hombre: una huella del Dios creador (Tomás de Aquino), unas ideas innatas (Sócrates, Descartes) o, incluso, unas estructuras universales que posibilitan el conocimiento y la acción (Kant). Todos ellos asumen que existe una determinada naturaleza humana presente en todos los hombres y que va más allá de lo puramente orgánico.
El último sentido del término naturaleza es el de normal, de habitual. Y también en este sentido se puede aplicar a determinados comportamientos humanos. Lo mismo que se puede decir que es natural que cayera la manzana de Newton, se puede decir que lo es que los perros ladren o que los hombres hablen. La manzana, como cualquier cuerpo más pesado que el aire, está sujeta a una norma, a una ley (la de la gravitación de los cuerpos) y, por eso, es natural, es normal, que caiga; el perro está sujeto a la manera de ser propia de su especie y, por eso, no aprende a ladrar, ladra, no puede hacer sino ladrar. El ser humano habla porque tiene una estructura cerebral adecuada, un aparato fonador adecuado y la capacidad de aprender: el ser humano aprende a hablar, y, por cierto, que en «una» lengua. Por supuesto que ese aprendizaje es posible porque nace con la capacidad de aprender, de manera que esa capacidad es natural del hombre. Pero lo es la capacidad, no los contenidos del aprendizaje. Ahora bien, en otros casos, aunque se aplique al comportamiento humano el término natural, no quiere decir que ese comportamiento sea innato, espontáneo. Se oye con frecuencia afirmar que es natural que los hombres se casen, que no se dejen quitar lo que es de su propiedad o que en verano es natural irse de vacaciones. Lo que se está diciendo es que hay una norma o un hábito que hace que los hombres se casen. Más sensato parece entender que todas estas normas, estos hábitos y otros muchísimos más han sido establecidas por los seres humanos dentro de una determinada cultura, son aprendidas y, por ello, no son innatas ni espontáneas: son como son, pero podrían ser de otra manera. En conclusión, se puede decir que el ser humano es un ser natural: a) porque forma parte de los seres naturales; b) porque cuenta espontáneamente con un sistema biológico que posee un determinado funcionamiento y también una serie de exigencias para adaptarse al medio; y, por último, c) porque es necesario en él que la adaptación al medio la realice dentro de una cultura determinada.
2.3.1 Definiciones de Cultura
Es ya clásica la definición de cultura que propuso Tylor en 1871: «La cultura, en su sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad». Y no muy distinta, la que propuso Malinowski: «es el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de los consumidores, por el cuerpo de normas que rige diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres». En ambas definiciones, la cultura comprende, pues, todo lo producido por el hombre en sociedad, ya sean objetos, normas o ideas. Y parece claro, por ello, que cultura y sociedad se implican mutuamente: toda cultura remite a una sociedad determinada, de la misma manera que toda sociedad se desarrolla en una cultura concreta.
2.3.2 Características de la Cultura
La cultura aparece como un segundo ambiente, como una segunda naturaleza, propio del hombre y producido por él. Por ser su sentido tan amplio, es frecuente en sociología distinguir entre cultura material (los objetos materiales producidos por el hombre) y cultura no material (los objetos intelectuales, conceptos estéticos, valores, creencias, etc.). Lo que no queda claro, y las interpretaciones de los diversos autores son diferentes, es si la cultura material es el resultado de la no material, es decir, si lo que se produce materialmente es consecuencia de las ideas, creencias y valores o si, por el contrario, son estas las que reflejan la producción material. También se puede distinguir entre aspectos conductuales y aspectos mentales de la cultura, esto es, entre las reglas de conducta (normas y valores concretos) y las reglas, más abstractas y a veces inadvertidas, que posibilitan esas reglas de conducta. Cuando algunos rasgos o conductas se encuentran en todas las sociedades, se habla de universales culturales: «los antropólogos han identificado toda una variedad de universales culturales, incluyendo la existencia del arte, la danza, el adorno corporal, los juegos, el regalo, la diversión y las reglas de higiene» (Anthony Giddens).