El Siglo de Pericles y el Contexto Histórico de Platón
La Hegemonía Política de Atenas
En el siglo V a.C., Atenas alcanzó la hegemonía política y militar sobre Grecia. El poder ateniense tuvo su origen en las Guerras Médicas contra los persas. En el 490 a.C., el ejército invasor fue repelido por los atenienses en la batalla de Maratón. Sin embargo, la amenaza persa no se desvaneció.
En el 480 a.C., los persas volvieron a la carga. Obtuvieron una primera victoria al conseguir traspasar el paso de las Termópilas, donde Leónidas y sus 300 espartanos murieron. El sacrificio de los 300 permitió a la flota ateniense replegarse hacia Atenas. Temístocles propuso abandonar la ciudad y retirarse a la isla de Salamina. Los persas, creyendo en una desbandada de los atenienses, se abalanzaron sobre sus posiciones en la bahía de Salamina. Fueron directos hacia una trampa marítima donde resultaron masacrados y vencidos por la poderosa marina ateniense.
Esta victoria marcó el inicio de la hegemonía ateniense, basada en el dominio marítimo, y la consolidación de la democracia radical. En el 431 a.C., se inició una guerra fratricida entre los griegos, la Guerra del Peloponeso, que finalizó en el 404 a.C. con la derrota de Atenas. Con el final de la Guerra del Peloponeso, el poder espartano se extendió sobre toda la Hélade. En el 359 a.C., empezó la hegemonía de Macedonia, con el reinado de Filipo II y la construcción del imperio de su hijo Alejandro Magno.
Política y Cultura en la Atenas de Pericles
Destaca la figura de Pericles, quien rigió los destinos de los atenienses durante treinta años, hasta su muerte, víctima de la peste. Pericles, demócrata radical a pesar de ser aristócrata, llevó a Atenas a su máximo esplendor político y cultural. Se rodeó de intelectuales, entre los que se contaban Fidias, supervisor de la construcción del Partenón, Anaxágoras, Heródoto, el historiador, y el arquitecto Hipódamo de Mileto.
El teatro, con sentido religioso, era una auténtica escuela de ciudadanía para los atenienses. En las obras de teatro se elevaban ideales cívicos a conflictos sobre la existencia del ser humano, sin dejar de lado las manifestaciones de las pasiones humanas. Dramaturgos trágicos fueron Esquilo, de la generación de Maratón, Sófocles y Eurípides, fallecidos ambos en el 406 a.C. Al final de este siglo, nació Platón e inició su obra filosófica.
Vida y Obra de Platón
La Vida del Divino Filósofo
Platón nació en Atenas en el 427 a.C. y murió en el 347 a.C. Vivió el declive de la hegemonía política de su ciudad, terminada con la derrota militar de los atenienses frente a Esparta. Contempló el despegue del poder de Macedonia sobre la Hélade, que alcanzó su máxima altura y esplendor con Alejandro Magno. Esta última parte de la historia tiene que ver con Aristóteles.
Manifestó un incipiente deseo por dedicarse a la acción política en Atenas, pero la ejecución de su maestro Sócrates lo sumió en un profundo desengaño sobre la ocupación política y las leyes. Esas meditaciones lo condujeron a una conclusión que caracteriza su pensamiento político. En el 387 a.C., compró en Atenas una villa consagrada al héroe Academo. Allí fundó la Academia. Su obra tuvo una influencia decisiva en la cultura occidental y fue considerado como el «filósofo divino» por su refinamiento y elitismo.
Los Diálogos Platónicos
Desde el principio, Platón desarrolla su filosofía a lo largo de su obra a través de diálogos. Son disputas verbales ficticias entre personalidades reales, pero convertidas en personajes de ficción. Estos son «convocados» por Platón para confrontar ideas complejas mediante la discusión dialéctica, lo cual no siempre se logra. La incapacidad de alcanzar una conclusión definitiva representa la naturaleza sin salida de la cuestión que se discute.
Platón utiliza en sus diálogos numerosos mitos. Pero no son mitos tomados de la larga tradición mitológica griega, sino que son mitos de invención propia. Para Platón, diálogo y mito son dos momentos inseparables y ambos esenciales.
Algunos de los diálogos más importantes de Platón son: Apología, que retrata la figura y la muerte de su maestro Sócrates; Fedón, sobre la inmortalidad del alma; Fedro, donde analiza el problema de la belleza; Banquete, sobre el amor y donde expone el camino hacia el mundo de las ideas; República, que describe la teoría de las ideas y el modelo de ciudad ideal; y Timeo, que plantea el problema de la génesis del universo.
La Doctrina de las Ideas
No se puede separar el pensamiento de Platón de su teoría de las ideas. Platón construye la doctrina de las ideas a lo largo de su vida y de su obra. Es indispensable para comprender toda su epistemología como un ascenso gradual del conocimiento humano desde el conocimiento de lo particular al de lo universal. La concepción del ser humano como un ser compuesto de cuerpo y alma, y la teoría de las virtudes se construyen sobre esta doctrina.
Las Ideas
Platón instaura una ontología dualista que diferencia dos mundos:
- El mundo inteligible: donde se hallan las ideas, que son realidades universales, simples, incorruptibles, eternas e invisibles.
- El mundo sensible: donde habitan las cosas particulares, compuestas, corruptibles, perecederas y visibles.
La doctrina de las ideas es su respuesta a la idea de Heráclito del flujo continuo y eterno de la realidad. Ante la filosofía heraclítea, Platón postula la existencia de las ideas por razones epistemológicas. En el ámbito moral, la existencia de un solo mundo sensible y cambiante conduce al relativismo de los sofistas, donde cada hombre es la medida de todas las cosas. Como consecuencia, lo moralmente bueno para uno puede resultar malo para otro. Platón combatió el convencionalismo de los sofistas con la doctrina de las ideas.
Cosas e Ideas: Participación e Imitación
Las cosas particulares y las ideas están separadas. Las ideas son trascendentes a este mundo; las cosas sensibles, «imágenes» correlativas de aquellas, son inmanentes. Platón establece esta separación, indicando que una cosa bella «participa» de la idea de lo bello en sí. También utilizará el concepto de «imitación» para indicar el modo de relación entre las cosas sensibles y las ideas correspondientes: las cosas sensibles son imitaciones de las ideas.
El Alma y el Ser Humano
Platón expone en diversas obras, especialmente en el Fedón, diferentes opiniones sobre el alma. Estas pueden considerarse una doctrina filosófica sobre el alma.
El Dualismo Platónico: Cuerpo y Alma
El ser humano es un compuesto separable de cuerpo y alma. Esta composición es pasajera; el alma es inmortal y, tras la muerte, se libera del cuerpo. El cuerpo y el alma participan de las características de los dos tipos de realidad: el mundo sensible y el mundo inteligible. El alma se asemeja a las ideas, es divina; y el cuerpo a lo propio del mundo sensible, lo material y corruptible. El alma se encarna y, debido a su indeseable relación con los sentidos, se extravía, se embarulla y marea, y tal parece que estuviera borracha.
El Mito del Carro Alado como Metáfora del Alma
Platón compara las tres partes del alma con un conjunto de un carro tirado por dos caballos y dirigido por un auriga. Esto lo hace para fundamentar la inmortalidad del alma, pero también proporciona un símil de su concepción funcional tripartita de la psique. En este mito, uno de los caballos, blanco, es hermoso y bueno; el otro, negro, es feo y desobediente. El auriga, en muchas ocasiones, tendrá grandes dificultades para conducir el carro rectamente.
El alma, mientras es perfecta, tiene alas y se mantiene en las alturas. Pero cuando las pierde, cae a la tierra encarnándose en un cuerpo. Las alas del alma se crían y crecen con lo bello, lo bueno y lo sabio. Y con lo malo, lo feo y cosas semejantes se marchitan y mueren. Cuando conservan sus alas, las almas humanas se suman al cortejo de los dioses del Olimpo, que, a su vez, están conformadas por caballos y aurigas buenos.
Cuando alcanza el techo, las almas de los dioses salen al exterior y se detienen sobre la espalda convexa del cielo, espalda contra espalda. La bóveda celeste se mueve circularmente, y las almas de los dioses son transportadas en la revolución del cielo. Entonces, contemplan el espectáculo más fascinante y único. Las demás almas, las mejores, alguna vez consiguen pasar la cabeza al otro lado de nuestro cielo. Cuando esto sucede, contemplan algunas ideas. La razón por la que no pueden permanecer en el exterior del cielo es la constante disputa en la que se hallan sus caballos. Algunas no consiguen contemplar el cielo de las ideas en ningún momento.
La lección es que el ser humano, cuanto más siga las indicaciones del auriga, más cerca se halla del conocimiento de las ideas, lo universal y eterno. Y, por el contrario, cuanto más se deje dominar por los caballos, más vivirá enfangado en lo particular y corruptible.
La Inmortalidad del Alma: Anámnesis y Doctrina de las Ideas
Platón sostiene que el alma existe antes que el cuerpo. Para probar la preexistencia, propone la doctrina de la anámnesis: aprender es recordar. Esto solo es posible si el alma de cada uno de nosotros existía ya en alguna parte con anterioridad a su coexistencia con nuestro cuerpo. La anámnesis, con su apariencia mística y religiosa, constituye la doctrina de las ideas eternas, la cual, a su vez, requiere una ontología dualista. Si el mundo en el que vivimos es el lugar de lo compuesto, alterable, particular y visible, resulta obvio que el ser humano jamás podría aspirar a contemplar las ideas. A la fuerza, su alma debió contemplar todo fuera de este mundo sensible antes de encarnarse.
El Conocimiento y las Ideas
Platón establece que el objeto supremo del conocimiento son las ideas. Esta idea está arraigada en su ontología dualista, que distingue entre mundo inteligible y mundo sensible; en la diferencia entre cuerpo y alma, y en la doctrina de las ideas.
Las Metáforas del Conocimiento: El Mito de la Caverna
El aprendizaje supremo es el aprendizaje de la idea de bien. Para comprender esto, Platón propone un símil que ha tenido una influencia extraordinaria en toda la tradición occidental.
Así como el Sol emite la luz que da claridad a la superficie, revelando su color, forma y textura, de modo que el ojo puede verlos, la idea de bien es la capacidad de conocer la verdad con la que el alma podrá «contemplarla». Esta comparación presupone la existencia de un mundo visible y un mundo inteligible.
Platón profundiza en la estructura del mundo visible y del mundo inteligible y los tipos de conocimiento mediante el símil de la línea. Se toma una línea y se divide en dos segmentos: el mundo visible y el mundo inteligible. Estos se dividen en otros dos:
- Visible o sensible: al que se le llama «opinión».
- Inteligible: al que se le llama en conjunto «intelección».
Solo a partir de la comparación entre el Sol y el bien, y el símil de la línea, puede comprenderse el sentido del mito de la caverna. Platón introdujo este mito para explicar mediante imágenes cómo es la naturaleza humana.
El conocimiento tiene grados, y su adquisición es gradual. El ascenso hacia la idea luminosa comienza con el conocimiento de las sombras, y a ellas debe retornar una vez alcanzada la idea de bien con una nueva luz. El mito de la caverna es una metáfora de esta concepción de la adquisición del conocimiento como un proceso gradual. Unos esclavos permanecen encadenados y solo pueden mirar a la pared. A la espalda de estos, hacia el exterior, pasan en fila unos hombres portando sobre sus cabezas objetos de todo tipo. Y, más arriba, arde un fuego, que proyecta las sombras de los objetos que llevan sobre la pared, de la que los esclavos no pueden apartar la mirada.
La liberación supone el inicio de un difícil ascenso hacia el exterior de la gruta. Al salir, el esclavo liberado descubrirá los objetos que proyectaban las sombras, aunque considerará estas más verdaderas que los objetos mismos. Por último, en el exterior de la caverna, la luz del Sol le producirá un dolor instantáneo en los ojos que lo obligará a acostumbrar su mirada poco a poco, primero a ver las imágenes de las cosas reflejadas en el agua, luego las cosas mismas, después los astros del cielo y la noche, y, finalmente, el Sol.
El esclavo no puede quedarse contemplando el Sol. Debe iniciar el descenso hacia sus antiguos compañeros y tratar de compartir la iluminación de su conocimiento. Sin embargo, lo tomaron por loco, se mofaron de él y trataron de asesinarlo.
La Dialéctica
La intelección solo se alcanza a través del poder dialéctico, que implica «recorrer» completamente un camino hacia arriba y un camino hacia abajo. Estos dos movimientos son la «inducción» y la «deducción». La dialéctica toma las hipótesis como peldaños que conducen a lo no hipotético: el principio, las ideas.
Política: Kalipolis, la Ciudad Utópica
Platón desarrolla en la República su reflexión política mediante la imaginación de una ciudad utópica, Kalipolis, «ciudad preciosa». República es una meditación sobre los ciudadanos, la estructura de la ciudad y la forma de vida más justa.
La Razón de Ser de la Polis
La falta de autarquía de los seres humanos para subsistir por separado es la razón del nacimiento de la polis, de la ciudad. La ciudad es la cohabitación en un mismo lugar de residencia de personas que se asocian para poner a disposición de los demás las cosas básicas para la vida. Una vez garantizada la supervivencia, Platón añade a su ciudad utópica el lujo y el refinamiento, de modo que la austeridad dé paso al bienestar. A los productores se añaden los cazadores y pescadores, pintores, músicos, poetas, etc.
Este crecimiento no es sostenible salvo que se apropien de los pastos y de la tierra cultivable de los vecinos, al tiempo que deberán estar preparados para que estos no hagan lo mismo con ellos mediante la guerra. De ahí surge la necesidad del guerrero, del soldado, y su oficio, las armas. Se hace necesaria la clase de los guardianes, conformada por los hombres más rápidos, valientes, fuertes y los mayores amantes de la verdad, filósofos por naturaleza.
La educación de los guardianes incluye matemáticas, aritmética, geometría, armonía y astronomía. Los mejores seguirán una educación complementaria en dialéctica que les prepara para ser gobernantes filósofos tras acceder a la idea de bien. Platón los llamará «guardianes perfectos» para diferenciarlos de los «guardianes auxiliares». Tras ascender, los «guardianes perfectos» están obligados a descender al mundo sensible y «mancharse las manos».
El «Alma» de la Ciudad y la «Ciudad» del Alma: Las Tres Clases
Platón expone en la República una doctrina donde postula el isomorfismo entre el alma del ser humano y la polis: en el alma de cada uno hay las mismas partes, los mismos modos de ser y en el mismo número que en la ciudad. Y en la ciudad utópica hay las mismas clases que en el alma humana.
Platón concibe al alma del ser humano como una ciudad. Llama «acrópolis» a la parte inmortal del alma, cuya actividad específica es la razón. Y al final, cuando pone en duda que su ciudad utópica pueda llegar a existir, habla de la ciudad interior, la única en la que se debe actuar.
Las clases de la polis son las siguientes: los guardianes perfectos, los auxiliares y los productores. Y el alma presenta una estructura tripartita:
- Parte racional: controla y retiene al deseo fisiológico primario, básico, pues no siempre es lo mejor o más saludable.
- Ánimo: no muy acertadamente, se ha denominado, convencionalmente, parte colérica.
- Parte apetitiva: incluye el deseo de comer, beber, el deseo sexual, etc. Es la parte del deseo fisiológico.
El ánimo entra en conflicto con el apetito. Cuando los apetitos entablan disputa con la parte racional, el ánimo pone al servicio de la razón lo que es propio de ella, el coraje y el arrojo.
La relación entre las partes del alma y las clases de la ciudad es la siguiente:
- Los guardianes perfectos, los gobernantes filósofos, serían como la razón de la ciudad, y la razón sería como los guardianes perfectos del alma.
- Los guardianes auxiliares serían como el ánimo de la ciudad, y el ánimo sería como los guardianes del alma.
- Los productores serían como el apetito de la ciudad, y el apetito sería como la clase productiva del alma.