El Materialismo Dialéctico
En general, el término “materialismo” alude a la concepción según la que la realidad fundamental es la materia; y, junto con el término “dialéctico”, supone considerar a la materia como una realidad dinámica, movida por las oposiciones que se dan en su seno.
El “materialismo dialéctico”, como interpretación de la realidad físico-natural, fue formulado como tal por Engels, al aplicar a la naturaleza, bajo los planteamientos materialistas de Marx, el método dialéctico de Hegel. Según esto, la naturaleza consiste en materia dotada de movimiento, y el movimiento de la materia es dialéctico.
La “dialéctica de la naturaleza” se rige, según Engels, según tres leyes: la unidad y lucha de contrarios (sobre el origen del movimiento), el paso de la cantidad a la cualidad (sobre la transformación de los cambios progresivos en cambios “revolucionarios”), y la negación de la negación (es decir, la negación dialéctica, que preside todos los cambios en la naturaleza).
En línea con estas tesis, hubo intentos de desarrollarlas aplicándolas a diversas disciplinas científicas. Pero, a decir verdad, el propio Marx nunca se interesó bastante por ello, pues sus intereses se centraban en los análisis de la realidad histórica, social y económica (sobre los que trata el “materialismo histórico”). Puede decirse incluso que, ya que para Marx no puede considerarse a la realidad como algo independiente del hombre y de la actividad humana, tampoco el materialismo es separable de su carácter esencialmente histórico (y no tiene pues mucho sentido como teoría global de carácter más o menos metafísico).
El Materialismo Histórico
El “materialismo histórico” es la interpretación materialista y dialéctica de la historia humana; es una teoría que trata acerca de la formación y desarrollo de la sociedad humana, tomando los procesos de producción de la vida material como base del orden social. La historia es la sucesión dialéctica de distintos “modos de producción” (el esclavismo antiguo, el feudalismo medieval, el capitalismo moderno, ¿el comunismo futuro?); y el motor de ese movimiento dialéctico de la historia es la “lucha de clases” (como oposición social entre clases explotadoras y clases explotadas) y la “revolución” (como superación material de esa oposición y tránsito hacia otro estadio superior de la historia).
Un “modo de producción” se define por el conjunto de las “fuerzas productivas” de una sociedad (esto es, tanto la fuerza de trabajo como los medios de producción), y sus “relaciones de producción”, o relaciones sociales que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores. Todo ello forma la “infraestructura económica” de la sociedad, que es la estructura básica de toda sociedad, y de la que se derivan las “superestructuras” (sociales, políticas, jurídicas, religiosas, filosóficas…), que tienen un carácter “ideológico” (es decir, justifican el orden social existente y encubren sus contradicciones internas). También la conciencia humana es un resultado de las estructuras básicas socio-económicas (“No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino al contrario, es el ser social el que determina su conciencia”).
El devenir histórico, o la sucesión dialéctica de los distintos modos de producción, es un proceso impulsado por las contradicciones económicas (el desarrollo de las fuerzas productivas acaba por chocar con las relaciones de producción existentes), la lucha de clases (explotadores y explotados) y su superación revolucionaria. Por tanto, es el propio desarrollo económico el que, al alterar la infraestructura económica de la sociedad, hará patente la necesidad de la revolución (como superación de las contradicciones y readaptación de las relaciones de producción a las nuevas condiciones sociales, y por tanto como conquista de un nuevo y superior “modo de producción”). De tal forma, se verá alterada la totalidad del orden social. (Respecto a esta cuestión, puede considerarse la cuestión del determinismo económico y su tensión dialéctica con la idea misma de praxis revolucionaria).
El antagonismo social en la sociedad capitalista (entre burguesía y proletariado) debe ser resuelto mediante un proceso revolucionario que conduzca a un modo de producción socialista, en el que desaparezca la lucha entre clases explotadoras y explotadas. El “comunismo” supondría así la realización de la libertad humana mediante la construcción de un “hombre nuevo” en una sociedad sin explotación. (Pero el camino hacia ello habrá de pasar por una fase de transición, en la que tras la toma del poder político se instauraría la “dictadura del proletariado”, como momento necesario para llegar a la desaparición de toda forma de poder -señalar la relación entre marxismo y anarquismo-).
Análisis Económico del Capitalismo
El capitalismo es un sistema económico en el que el objetivo de la producción es la compraventa de los productos del trabajo humano (que se convierten así en “mercancías”), con el fin de obtener una ganancia. Se da así una tendencia a la acumulación del capital que, unida a la propiedad privada de los medios de producción, hacen que el capitalismo tienda a agudizar la oposición social entre burguesía poseedora y explotadora y proletariado desposeído y explotado.
La “mercancía” es pues la forma elemental del capitalismo. Su valor tiene una doble dimensión: el valor de uso, que viene dado por su utilidad y se mide según la cantidad de trabajo humano necesario para producirlo, y el valor de cambio, que es el que adquiere dicho producto al ser convertido en mercancía, es decir, al comprarse y venderse en el mercado.
En el mercado capitalista, también el trabajo es tratado como una mercancía, cuyo valor viene dado por el salario. Cuando el valor producido por la fuerza de trabajo es mayor que el valor de la fuerza de trabajo misma, el trabajador crea una “plusvalía”, que es la ganancia obtenida por el capitalista (y que es lo que, en la sociedad capitalista, se entiende por “capital”). De este modo, el funcionamiento económico del capitalismo se basa en la explotación del trabajo humano (recordar, al respecto, el análisis de la “alienación”), y la revolución debe combatirla aboliendo la propiedad privada de los medios de producción y “colectivizando” el sistema productivo.
Para estas cuestiones, ver algunos pasajes de El Capital.
Marx: Trabajo y Alienación
La actividad humana fundamental no es de tipo espiritual o conceptual, sino material; la esencia del hombre no es el conocimiento, sino el trabajo. El trabajo, para Marx, es el proceso de intercambio material entre el hombre y la naturaleza, mediante el cual el hombre, al transformar la naturaleza, se transforma a sí mismo; es decir, produce objetos y, con ello, autoproduce su vida; sólo mediante el trabajo el hombre se realiza como hombre.
En cuanto al concepto de “alienación”, para Marx, la alienación básica no es religiosa sino económica, de modo que la alienación de la esencia del hombre se manifiesta como alienación del trabajo humano (frente a la cual la religión no es más que un producto derivado, un reflejo de las propias contradicciones materiales de la vida humana, de su miseria social y económica -“La religión es el opio del pueblo”-). Dicha alienación del trabajo puede desglosarse en distintos niveles:
Pérdida de la fuerza del trabajo, inevitable consecuencia de su actividad productiva.
Pérdida del producto del trabajo, que, en la sociedad capitalista, se convierte en propiedad de otro, algo pues ajeno al sujeto que produce.
Pérdida del sujeto del trabajo, es decir, del propio trabajador, que al perder los productos de su trabajo acaba por convertirse él mismo en cosa, en mercancía (“reificación”).
Excepto en su primer nivel, la alienación es pues el producto de un determinado modo de relacionarse el hombre con los objetos que produce, es decir, es el producto de unas determinadas “relaciones de producción” (las propias del capitalismo). Y ante este hecho básico de la alienación económica, la alienación religiosa (Feuerbach) no es más que algo secundario: la religión es una mera “superestructura ideológica” que, al igual que la alienación social y política del proletariado, es el producto de determinadas condiciones sociales y económicas. (Para esta cuestión, ver Manuscritos de economía y filosofía, Manuscrito I, “El trabajo enajenado”).