El Objetivismo de Ortega
Objetivismo: En su primera etapa, Ortega aborda el «problema en España», analizando su situación cultural, social, técnica y política respecto a Europa. Su objetivo era equiparar a España con Europa sin imitar su cultura, preservando lo auténticamente español. La solución propuesta fue la creación de una élite intelectual y el uso del objetivismo. Argumentaba que el individualismo y subjetivismo español dificultaban la adopción de la ciencia, el rigor y el método. Las consecuencias de esta visión incluyen una valoración extrema de la ciencia, fomentando una actitud crítica (contrastar teorías) y la racionalidad como elemento corrector y método. Ortega consideraba que la falta de método y rigor era una herencia del pasado, lo que llevaba a una superficialidad en el tratamiento de los temas. Para hacer ciencia, se necesita un método riguroso, una costumbre crítica y la racionalidad, que no es exclusiva de un pueblo o raza. El objetivismo, como actitud creadora, propone volver a las cosas, contrastando todo con la realidad. Se trabaja mediante la actividad teórica, cuya herramienta es la abstracción, que permite ver las cosas desde un plano superior para desarrollar un conocimiento racional y una teoría. Este objetivismo se modifica con la publicación de su obra Meditaciones del Quijote, a partir del descubrimiento de la circunstancialidad.
Ideas y Creencias
Las ideas son herramientas que los seres humanos utilizan para situarse en el mundo. Ortega distingue entre ideas y creencias:
- Ideas: Son pensamientos que se nos ocurren y podemos examinar, adoptar o imitar. Van desde lo cotidiano hasta las teorías científicas más elaboradas. Son posteriores al individuo; primero se vive y luego surge la idea.
- Creencias: Son pensamientos que no se nos ocurren, sino que ya están en nosotros. Son anteriores al individuo y forman parte de nuestra realidad inmediata. Las damos por supuestas y no necesitamos defenderlas, como saber que el sol saldrá mañana.
La diferencia entre ideas y creencias radica en su papel en la vida. Somos conscientes de las ideas, pero no de las creencias.
Perspectivismo y Raciovitalismo
Ortega es un perspectivista. Su famosa frase «yo soy yo y mis circunstancias» refleja esta idea. El «yo» está inmerso en circunstancias como la cultura, la familia y la historia, desde donde actúa e interpreta para realizar su proyecto vital. Conocemos la realidad desde nuestras circunstancias, y esta percepción es intransferible. La verdad se construye unificando el mayor número de perspectivas complementarias. El raciovitalismo critica los excesos del racionalismo y el vitalismo, imponiendo la vida sobre el pensamiento. Propone una razón vinculada a la vida, una razón vital. Para Ortega, la vida humana es personal, y cada uno actúa desde sus circunstancias y libertad para ser responsable de ella y vivir de la mejor manera posible. El hombre razona para vivir mejor, no al revés: «no vivimos para pensar, pensamos para vivir».
Superación del Racionalismo
Ortega considera que la concepción racionalista, basada en la razón científica desarrollada durante la Edad Media, ha entrado en crisis. Los filósofos modernos creían que esta racionalidad podía explicar y modificar el mundo y al hombre, estableciendo nuevos fundamentos morales y políticos. Sin embargo, las ciencias de la naturaleza explican los fenómenos de forma causal, lo que Ortega considera insuficiente para resolver todos los problemas humanos de forma objetiva. La superación del racionalismo implica aceptar nuestro destino. El racionalismo ha considerado la razón sin tener en cuenta la ética. Ortega rechaza una razón que no considere la historia para desarrollar la filosofía, la ciencia, la moral y la política. La naturaleza es inseparable del conocimiento. Propone un nuevo modelo de racionalidad vinculada a la vida, la razón vital, que permita entender la realidad humana. Conocer la historia nos permite comprender la identidad humana, tanto individual como colectiva.
Wittgenstein
En el Tractatus, Wittgenstein defiende que la filosofía tiene como función la clarificación de las proposiciones, construyendo un sistema que permita analizarlas de forma lógica y mostrar su veracidad, falsedad o carencia de sentido. Para ello, se necesitan procedimientos propios del análisis científico, no de la filosofía. La especulación de las teorías filosóficas la conduce a no ser científica, aunque lo pretenda. Sin embargo, el conocimiento de las teorías filosóficas no es inútil. La filosofía debe investigar la naturaleza del lenguaje para poder decir algo sobre el mundo. En el propio Tractatus, Wittgenstein se percató de las dificultades del positivismo lógico y de la imposibilidad de evitar los problemas teoréticos (metafísicos, éticos, estéticos), lo que le llevó a modificar su pensamiento.
En su segundo libro, las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein abandona algunas de las ideas del Tractatus. Abandona la idea de que existe un lenguaje único, el positivista, capaz de describir lógicamente todo lo que existe en el mundo. En su segunda etapa, defiende que existen distintos tipos de lenguaje y que todos son válidos. Califica al lenguaje del positivismo lógico como un juego lingüístico más, ya que la relación lenguaje-mundo no es biunívoca, sino múltiple y diversa, lo que hace que este lenguaje sea insuficiente.
Descartes vs. Ortega
Descartes buscaba una nueva verdad basada únicamente en la razón, una sabiduría única porque la verdad es única, acorde con la importancia de la ciencia (matemáticas y física), no religiosa. Ortega, en cambio, considera que la razón está al servicio de la realidad, la más importante, con sus circunstancias. Las verdades son múltiples, dependiendo del punto de vista y las circunstancias desde donde se miran, y todas pueden ser válidas. La verdad está acorde con la vida humana, una ciencia humana que considera al ser humano con una dimensión temporal e histórica.
Raciovitalismo: Superación del Racionalismo y el Vitalismo
Ortega supera el escepticismo y el racionalismo ofreciendo un término medio: el raciovitalismo. Critica los excesos del racionalismo y el irracionalismo del vitalismo. Las circunstancias del devenir provocan que el hombre razone para sobrevivir: «No vivimos para pensar, pensamos para poder vivir«. La razón y la vida no pueden estar separadas. El raciovitalismo consiste en entender la vida desde la razón, la razón vital. Ortega plantea que la vida existía antes de que ningún filósofo pensara en ella, y que el pensamiento es secundario. La tarea de la razón es comprender y razonar sobre la realidad. Su objetivo es superar las dualidades sujeto-realidad y racionalismo-vitalismo.
Lo más importante es la vida, pero la vida humana es personal, lo que lleva al hombre a actuar según sus circunstancias, que también permiten distintas posibilidades y libertad. El sujeto realiza su «proyecto vital», razona para vivir lo mejor posible. La vida no está hecha, sino por hacer. La razón para el hombre es razón vital y también razón histórica. El hombre vive de la mejor manera posible a través de la cultura y la historia. La vida humana no puede ser analizada desde una razón intemporal porque el hombre es historia. No hay una teoría que justifique lo ocurrido ni prediga lo que vendrá, pero las generaciones marcan el paso de la historia. Cada generación se forma en un periodo concreto, de unos quince años, con creencias e ideas comunes. Al llegar a la madurez, intentan imponer sus ideas, sumándose a las generaciones anteriores. Para Ortega, no se puede explicar al ser humano ni al mundo sin tener en cuenta el momento actual. El ser humano acumula respuestas para sobrevivir a lo largo de la historia y las transmite. La razón histórica descubre que la vida se dota en cada época de una racionalidad provisional. El ser humano es heredero de las generaciones anteriores. Los sujetos de la historia no son los individuos ni las masas, sino las generaciones. Ortega distingue entre contemporáneos (que viven en el mismo momento) y coetáneos (que son de la misma generación).