Charles Darwin: La Evolución y el Fin del Finalismo
Charles Darwin, con su obra El origen de las especies por medio de la selección natural, revolucionó el pensamiento contemporáneo. Sus teorías criticaban la idea romántica que vinculaba las nociones de cambio y desarrollo con los conceptos de progreso y racionalismo.
Según la teoría de la evolución, el ser humano es el resultado de la evolución de las especies que le han precedido. Sin embargo, esta tesis no implica que haya un proyecto o un objetivo final en el proceso evolutivo. Resulta imposible encontrar en él ningún tipo de noción finalista. Por consiguiente, tampoco sería necesario postular la existencia de un dios o de un espíritu absoluto que se extendiera hasta alcanzar una conciencia suficiente de sí mismo que trascendiera la naturaleza.
De este modo, la teoría de la evolución rechazó la idea de una historia tendida hacia un objetivo final trazado racionalmente por Dios. Asimismo, el darwinismo desechó la idea de invariabilidad aristotélico-tomista, según la cual las especies nacerían de uno en uno o habrían sido creadas de manera definitiva y perfecta, sin sufrir cambio alguno en su constitución.
Karl Marx: El Materialismo Histórico y la Lucha de Clases
Karl Marx dio un giro al idealismo hegeliano, subrayando que el fundamento de la realidad es la Historia (no la Idea), conformada a partir de la relación de fuerzas que se establece en las estructuras económicas. Las ideologías impiden que el individuo cobre conciencia de su alienación, lo que impide que se desarrolle como persona, estando como está inmerso en un sistema económico de explotación.
Según el análisis marxista, la búsqueda de cualquier esencia, la de la esencia humana fundamentalmente, carecería de sentido, puesto que en realidad no existe; solo llega a existir lo que el ser humano realiza en la Historia. El materialismo histórico entiende que la historia humana se deriva de las leyes de la ciencia económica, puesto que ésta da las claves para la comprensión de aquélla, creando, además de las infraestructuras propiamente económicas como la producción, las formas de vida y las clases sociales, las condiciones para la creación filosófica. La lucha de clases puede generar cambios en la Historia. El marxismo se convirtió en una filosofía revolucionaria que tenía como objetivo enfrentar al proletariado con el capitalismo para alcanzar el paraíso comunista.
Friedrich Nietzsche: La Muerte de Dios y el Superhombre
La obra filosófica de Friedrich Nietzsche se rebeló contra todos los valores tradicionales de corte racionalista. Esta denuncia radical originó una profunda crisis en la conciencia occidental y destruyó los fundamentos de todo lo que se había tenido por valioso desde la época de los griegos hasta el positivismo.
Nietzsche recuperó la noción darwiniana de cambio o evolución. Ya desde Platón, la filosofía sostuvo que resultaría imposible hallar una verdad fija. La filosofía impuso un dualismo ontológico: en el mundo imaginado no hay ni luchas ni sufrimiento. Ese mundo, en cuya cima se encontraría el propio Dios, ha constituido, según Nietzsche, la vía de escape principal para que el ser humano huyera del mundo físico en el que está inmerso. Postura, pues, propia del ser humano enfermo y decadente que rechaza la vida y sus valores más importantes.
Según Nietzsche, la moral decadente está en la base de la metafísica, contra la que Nietzsche luchó durante toda su vida, apoyándose para ello en explicaciones de corte exclusivamente naturalista. Por otro lado, Nietzsche intentó establecer las bases para una nueva cultura integrada por hombres y mujeres que aman la vida y que quieren superar, por tanto, la moral que se les ha impuesto, definiendo así lo que Nietzsche llamó el superhombre, es decir, aquél que alcanza a vivir sin ese Dios que ya ha muerto.
Sigmund Freud: El Psicoanálisis y la Condición Humana
Sigmund Freud, al igual que Marx y Nietzsche, criticó las bases ideológicas de la conciencia occidental, para lo cual formuló su famosa teoría psicoanalítica. Freud no solo ha dejado un gran rastro entre los grandes pensadores de nuestra cultura (Lacan, Marcuse), sino en muchos otros movimientos sociales.
Freud planteó una idea de humanismo herido por las debilidades de la conciencia, los complejos y el sufrimiento, quedando así patentes los mecanismos que condicionan a la razón, y cuestionó igualmente todos los grandes ideales que recurren a la humanidad como un complejo totalizador.
El optimismo racionalista alaba las bonanzas del ser humano libre. Frente a esa visión optimista, Freud describió las estructuras que condicionan el desarrollo libre del Yo: por una parte, la libido, que se identifica con las fuerzas del Ello, y, por otra parte, el Superyó, que representa la ley del padre, es decir, la socialización del individuo.