Descartes: Recuperación de los Conocimientos Previos y la Naturaleza del Ser
Descartes afirma: «Ya sé con certeza que soy, pero no con claridad qué soy». Para investigar esto, examina lo que creía ser: un ser compuesto de cuerpo y alma.
Dudas sobre el Cuerpo y el Alma
- Respecto a los atributos del cuerpo, descubre que la tesis del genio maligno le permite dudar de todos ellos, pues los conoce a través de los sentidos y estos están puestos en duda.
- Respecto a los atributos del alma, de algunos puede dudar, como por ejemplo de nutrirse, de crecer o de caminar, que eran las funciones que Aristóteles atribuía al alma sensitiva y vegetativa. Pero aparece uno del cual no se puede dudar: el hecho de pensar.
Y es así como llega a su segunda verdad: «No soy más que una cosa que piensa, un entendimiento o una razón». Esta cosa que piensa (res cogitans o sustancia pensante), que Descartes identifica con el alma, es concebida como diferente e independiente del cuerpo y más fácil de conocer. A continuación, deduce las acciones propias de la res cogitans: el alma es sujeto de las actividades siguientes: dudar, concebir (o entender), afirmar, negar, querer y no querer, imaginar y sentir. Como pasaba en el caso del pensamiento, los contenidos de la imaginación o de la sensación pueden ser engañosos, pero no lo es la existencia de la actividad de cada una de estas facultades. Puedo dudar que lo que imagino o siento sea real, pero no que estoy imaginando o sintiendo.
La Búsqueda de Nuevas Certezas
Ahora que ya sabe qué es, Descartes se plantea cómo podría obtener nuevas certezas y, para ello, hace un repaso de aquello de lo que había dudado:
- Que la realidad sea tal como nos la muestran los sentidos.
- Que exista un mundo material (en el que se incluye nuestro cuerpo) que sea la causa de nuestras ideas.
- La validez de las verdades matemáticas. Si no fuera por la hipótesis del genio maligno, sería indudable, ya que tienen el mismo grado de certeza que la primera verdad.
- Que Dios exista y sea veraz. La hipótesis del genio maligno impide establecer ninguna otra certeza, por lo que lo primero que debemos hacer es eliminarla. Para ello, tendremos que demostrar primero que Dios existe y después que es veraz (que no quiere que yo me engañe cuando pienso correctamente). El camino pasará por analizar los contenidos del pensamiento y ver si a partir de estos podemos conseguirlo.
Tipos de Ideas según Descartes
Descartes parte de una evidencia: pensamos ideas. Pero no todas parecen ser iguales. Su origen, su realidad y su fiabilidad parecen diferentes. Establece la siguiente distinción:
- Ideas adventicias: son aquellas que me muestran mis sentidos y que parecen proceder de fuera de mí. Su realidad y fiabilidad son puestas en duda, ya que también lo es la fiabilidad de los sentidos.
- Ideas facticias: son aquellas que han sido inventadas o producidas por mí, como cuando, combinando dos ideas, formo la idea de sirena, hipogrifo o quimera. En este caso, su realidad y su fiabilidad carecen de todo valor, ya que sabemos que son una mera ficción producida por mi imaginación.
- Ideas innatas: son aquellas que parecen haber nacido conmigo, que constituyen parte de mi naturaleza, ya que las encuentro en mi pensamiento y se me imponen por sí mismas de manera inmediata y evidente.
Demostraciones de la Existencia de Dios
Descartes hace hasta tres demostraciones diferentes de la existencia de Dios. Parte siempre de la evidencia de que poseemos en nuestra mente la idea de un ser sumamente perfecto e infinito, que él identificará con Dios (sustancia infinita). Esta idea no puede ser adventicia, ya que no he tenido conocimiento de tal ser, ni tampoco facticia, ya que considera que es imposible que algo imperfecto y finito (yo) pueda engendrar la idea de algo perfecto e infinito (Dios). Esta habrá de ser, por tanto, una idea innata que, como acabamos de explicar, son las que nos ofrecen una realidad y una fiabilidad más grandes.
Argumento Gnoseológico
La primera demostración parte de que yo tengo en mi mente la idea de un ser perfecto e infinito. Pero, como no soy perfecto ni infinito, por los principios antes mencionados, no puedo ser la causa de tal idea. Su causa habrá de ser algo que sea perfecto e infinito en sí mismo, es decir, Dios. Por tanto, Dios existe y es la causa de que posea en mí la idea innata de un ser perfecto e infinito.
Argumento Ontológico
Esta demostración está inspirada en el llamado argumento ontológico de Anselmo de Canterbury (1033-1109). Como podemos apreciar en el texto, los geómetras y matemáticos, en sus demostraciones, que son las más acertadas, cuando reflexionan sobre sus objetos, no pueden llegar a concluir, por más evidentes y correctas que aquellas sean, la existencia de ninguno de estos. No ocurre lo mismo, sin embargo, con la idea de Dios. Si yo encuentro una idea innata en mi entendimiento, todo aquello que conciba clara y distintamente en ella pertenecerá efectivamente a tal idea. No es concebible que a la idea de un ser sumamente perfecto le falte una de las perfecciones (existir). Por lo tanto, pertenece a la esencia del ser sumamente perfecto la cualidad de la existencia.
Eliminación de la Hipótesis del Genio Maligno
Una vez se ha demostrado la existencia de Dios, hay que eliminar la hipótesis del genio maligno. Como que Dios es un ser sumamente perfecto y engañar es una imperfección, Dios es veraz. Es decir, Dios no quiere que yo me engañe cuando algo se presenta a mi espíritu como claro y distinto. De esta manera, se restablece la verdad en el ámbito de las matemáticas y aparece Dios como garantía de la evidencia racional. Por lo tanto, cuando mi razón actúa rectamente, siguiendo el criterio de verdad y el método que más adelante explicaremos, sus resultados son verdaderos. Esto no significa que a veces no pueda equivocarme. Los errores dependen de la intervención de dos facultades: la de conocer (entendimiento) y la de elegir (voluntad). La primera me hace concebir o entender las ideas de las cosas. El juicio que las afirme o niegue depende de la segunda. Así pues, es nuestra libertad de aceptar o no lo que el entendimiento concibe la que hace posible el error. Es decir, poseo una cierta facultad de juzgar que he recibido de Dios, y este no quiere que nos engañemos. Si hacemos un buen uso, no nos equivocaremos. Cuando no es así, surge el error.
La Existencia del Mundo Extramental
Otra vez se recurre a la existencia y veracidad divinas para poder llevarlo a cabo. Se pregunta por el origen de las ideas que anteriormente había llamado adventicias. Que esta facultad activa no reside en mí puedo deducirlo del hecho de que estas ideas no responden a mi voluntad (aparecen independientemente de mis deseos y no tengo poder sobre ellas). Podrían proceder de Dios, pero si la mayor parte de los seres humanos tenemos la fortísima inclinación a creer que proceden de las cosas materiales y Dios es perfecto y veraz, es imposible que quiera que nos engañemos todos al pensar que es realmente así. Por tanto, el mundo material (res extensa o sustancia extensa) existe. La veracidad divina garantiza que mis ideas (adventicias) estén causadas por las cosas (que son materiales), pero no me garantiza que estas sean tal como las percibimos por los sentidos. Es decir, la duda que sobre los sentidos se planteó no podrá ser ya suprimida. Esto nos conduce a analizar los límites del conocimiento humano en Descartes.
«Descartes permanece dudando del conocimiento a través de los sentidos, pero cree en el conocimiento a través de la razón».
Los Límites del Conocimiento
Descartes distingue entre:
- Las cualidades primarias: al ser conocidas por la razón y cuantificables o matematizables, se nos muestran clara y distintivamente. Por tanto, Dios garantiza que pertenecen a las cosas, que son objetivas. Son la magnitud (extensión en longitud, anchura y profundidad), la figura, el número, la situación, la duración (tiempo) y el movimiento. «De la matematización te puedes fiar porque son objetivas».
- Las cualidades secundarias: al ser conocidas a través de los sentidos (cualitativas, no cuantificables), no poseemos ninguna certeza. Por tanto, no podemos asegurar que pertenezcan a las cosas, sino que son subjetivas, un producto o afección de los sentidos. Son los colores, los olores, los sonidos, los sabores, etc.
Conocemos las Ideas, no las Cosas: El Mundo como Representación
Por primera vez se duda que nuestras ideas (nuestro conocimiento de la realidad) sean una copia fiel e idéntica de lo que son las cosas, lo que corresponde a la concepción ingenua del conocimiento que se llama realismo gnoseológico. A partir de Descartes, se introduce la idea del mundo como representación. Nuestro conocimiento es una representación mental de la realidad. En este «volver a hacerse presente» del mundo en nuestra mente, ya no tenemos seguridad sobre si esta representación es una copia fiel o no, ni en qué aspectos refleja o no la realidad de las cosas. Se parte, entonces, de una única evidencia: tenemos ideas en la mente (idealismo cartesiano) y de estas, solo las cualidades primarias reflejan fielmente el ser de las cosas (realismo moderado). La filosofía moderna adquiere conciencia del sujeto y de su labor de mediación en el conocimiento. Descartes plantea en su duda metódica toda una serie de interrogantes sobre el origen de las ideas. Él cree haber aportado certezas y seguridades, pero los filósofos seguirán adentrándose en estas cuestiones y señalarán más claramente los límites del conocimiento humano.
Del Origen y la Constitución del Conocimiento: El Método
Los Presupuestos Gnoseológicos del Racionalismo Moderno
La teoría del conocimiento del racionalismo moderno se caracteriza por tres rasgos esenciales:
- Menosprecio de la información de los sentidos: se puede llegar a conocer la realidad sin necesidad de recurrir a la información que nos proporcionan los sentidos. Hay que apartarse de ellos, ya que a menudo nos inducen a error. Por tanto, el pensamiento, por sí mismo y al margen de toda experiencia sensible, es capaz de descubrir la estructura de la realidad.
- Innatismo: existe un conjunto de ideas que nacen con cada ser humano y forman parte de la estructura de su propia racionalidad. Basta con pensar correctamente para poder alcanzarlas.
- Las matemáticas como ideal de modelo de saber riguroso.
¿Por qué la Necesidad de un Método?
Según Descartes, alguien que va lento por el camino de la razón llegará antes (teniendo un buen método). Si va rápido, puede que sus pasos no sean firmes (teniendo un mal método). Descartes considera que la capacidad para conocer es muy similar en todos los seres humanos y que lo que distingue a unos de otros es la manera como esta se aplica. El método nos asegura un buen uso de la razón para poder avanzar en el conocimiento de manera sistemática, firme y segura.