Contexto Histórico-Cultural
Nuestro autor vive en una época dominada por la sociedad burguesa. El periodo revolucionario que se extiende a lo largo de la primera mitad del siglo XIX permite a la burguesía construir una Europa a su imagen. En la segunda mitad del siglo se crean nuevos estados: Alemania e Italia.
Las conquistas burguesas se fundamentan en el enriquecimiento causado por la Revolución Industrial. Este proceso distanció a la clase burguesa de la proletaria. Además, la necesidad de materias primas y de nuevos mercados llevó a la colonización de África y Asia, y convirtió a las naciones europeas en grandes imperios.
Políticamente, el siglo XIX se define por dos corrientes:
- El liberalismo de Adam Smith que defiende la libertad política y económica.
- Las políticas socialistas y anarquistas, cuyo origen encontramos en la filosofía de Marx.
Nietzsche no comparte ninguna de estas ideologías, que propugnaban un final feliz para la sociedad humana.
El acontecimiento más importante en el campo de las ciencias biológicas fue la publicación del libro “El origen de las especies” de Darwin. La concepción de Nietzsche de la vida humana, junto con el tema del superhombre y la voluntad de poder, se relacionan con el evolucionismo darwinista, basado en la selección natural.
En opinión de Nietzsche, la cultura de la época, excepto la música de Wagner, expresa la decadencia que invadía aquella Europa burguesa. El simbolismo de la poesía de Verlaine y Rimbaud manifiesta esa visión sin ideal ni ilusión, pese a la ruptura con la tradición y al rechazo de la burguesía.
Contexto Filosófico
En la segunda mitad del siglo XIX, el positivismo es el movimiento dominante, pero a medida que el siglo avanza, nacen reacciones contra sus principios. Así surgen el historicismo de Dilthey y el vitalismo, en el que se sitúa al propio Nietzsche. Ambas corrientes pretenden comprender la realidad más allá de la explicación científica.
El positivismo de Comte identifica la razón con la razón científica, y la verdad científica con el modelo de verdad. Se trata de una visión de la realidad que se centra en los hechos objetivos de la ciencia. Nietzsche se opuso a este ideal. Para él, la ciencia se basa en presupuestos extracientíficos y ha sacralizado el mundo matemático, muy distinto del caótico mundo real. La realidad no es objetiva, sino un conjunto de interpretaciones. Su filosofía se presenta como una crítica radical al pensamiento que va desde la Ilustración hasta el idealismo de Hegel: la fe en la razón, en la ciencia, en la autonomía y en la libertad, en la historia como progreso y en la educación. Según este autor, la Ilustración asume los mismos valores que el Cristianismo: la verdad, la bondad y la belleza. Y el positivismo no sería más que una continuación en la misma dirección.
Las teorías de Freud también se oponen a la tradición racionalista. El psicoanálisis concede una decisiva importancia a los instintos y a la libido para explicar la personalidad. El principio del placer rige la vida del ser humano, y la represión o satisfacción de este principio determina qué somos y en qué nos convertimos. Esto supuso una conmoción y una crítica a la sociedad «neurótica» de su época.
Otro crítico de la visión ilustrada de la vida es Schopenhauer. Defendió que el mundo es nuestra “representación” de él, una representación que es fruto de la organización, mediante las categorías del entendimiento, del material proporcionado por las percepciones. Este mundo que nos representamos es esencialmente “voluntad” de existir, ansia de perdurar en el ser. Esa voluntad es lo que explica todo movimiento, toda acción, todo cambio que se produce en el mundo. Por eso, el mundo es, como señala su obra más conocida, “voluntad y representación”.
El papel que Schopenhauer atribuye a la voluntad, mucho más importante y primaria que la razón, será una influencia decisiva en Nietzsche, especialmente en la primera época. Con Schopenhauer, la razón deja de ser lo que nos define y se convierte en un instrumento al servicio de nuestro instinto por perdurar en la vida. En segundo lugar, Nietzsche asume de este autor su crítica a la concepción ilustrada de la historia como progreso y su visión cíclica del devenir. Sin embargo, Nietzsche se separa de su pesimismo, proponiendo un sí rotundo a la vida.
Relación con la Actualidad
Ateísmo o anti-ateísmo
El cristianismo, y sobre todo el catolicismo, han perdido la influencia que tuvieron en el pasado. La creencia en Dios es menos sólida y se ha convertido en una nebulosa que el ser humano entiende de acuerdo con sus criterios subjetivos, habiendo una fuerte crisis de vocaciones y distanciamiento entre la doctrina cristiana y sus creyentes. Esta situación, en la que participa gran parte de la sociedad occidental, tiene una de sus causas en la “muerte de Dios” propugnada por Nietzsche.
La vulgarización del vitalismo
Nietzsche apuesta por la vida y por una moral que gira en torno a ella. Se trata de vivir el momento y de renunciar a la trascendencia que confiera a la vida su peso y su sentido, y de buscar ese sentido en la vida propia. Las consecuencias de este vitalismo se encuentran en la actual identificación de la felicidad con lo material, en el culto al cuerpo y a la imagen, buscando la eterna juventud y el deseo de la inmortalidad en el aumento de la esperanza de vida.
El arte: La imagen frente al concepto
En la expresión artística, la realidad nunca es definitiva, sino que va haciéndose y cambiándose constantemente. El llamado arte moderno es una expresión perfecta de la pluralidad de significaciones que, según Nietzsche, construye la realidad.
El superhombre se ríe de los valores del mundo suprasensible, pues sabe que se deben a la imaginación humana y que lo único con carácter de obligatoriedad es la vida misma. No hace caso de los prejuicios de la gente vulgar, no cree en la igualdad (invento de los cristianos, socialistas y débiles de espíritu para refrenar su imperiosa voluntad de poder). Mediante la lucha y la autosuperación, impone su dominio y crea jerarquía entre los hombres. La igualdad, en cambio, solo lleva hacia la degeneración, convirtiendo a los pueblos en rebaños. El superhombre es el hombre fuerte: el gran guerrero, amante de la vida, de la alegría; la voluntad de poder por encima de la crueldad, el sufrimiento y el mal.
La teoría de la evolución influyó en la doctrina del superhombre. El superhombre será al hombre actual lo que el hombre actual es a la bestia.
La visión evolutiva del superhombre con el eterno retorno es una incoherencia del pensamiento de Nietzsche, pero esto no le importaba porque subordinaba la razón a la vida, y la vida es para Nietzsche antítesis, contradicción, sinrazón. Su vitalismo desemboca en irracionalismo. La vida está más allá del bien y del mal, del placer y del dolor, y también de la verdad y la falsedad. Nietzsche, que niega a Dios, introduce otro absoluto: la vida.
Hacia la superación del nihilismo: la transmutación de los valores
Nietzsche pretende superar este nihilismo de la conciencia europea del siglo XIX. No cabe vuelta atrás, sino crear algo nuevo: la moral del superhombre. El valor supremo es la vida, que es voluntad de poder. ¡Más allá del bien y del mal, del placer y el dolor, hay que afirmar la voluntad de poder!
El retorno a Dionisio
El personaje ideal que encarna la afirmación de la vida, la voluntad de poder, es Dionisio, personaje mitológico de la cultura griega. Frente a Cristo, ama apasionadamente la vida, aceptando todo lo que hay en ella, incluso el dolor, el sufrimiento y el mal. Cristo, como estos son inherentes al mundo, niega y desvaloriza este mundo y afirma el más allá, otro mundo en el que el hombre vivirá gozando de una existencia feliz, sin dolor, sin sufrimiento ni mal. Pero Dionisio, los griegos y ahora Nietzsche, aceptan el sufrimiento y el dolor porque son necesarios para que exista la vida, la alegría eterna de crear, la voluntad de poder. Negar el sufrimiento equivaldría a negar la vida, la voluntad de poder, actitud propia de los débiles, de los decadentes, de los cristianos. Pero el hombre dionisiaco, amante de la vida y del poder, asume el sufrimiento, la crueldad, la maldad, porque son indispensables para la expansión gozosa de su vitalidad.
El eterno retorno
Amar profundamente la vida es crear la “religión” del eterno retorno, tal como existía en el mundo griego. La vida, su voluntad de poder, es alegría, y ello exige eternidad, el eterno retorno de todas las cosas. La eterna afirmación es el valor por excelencia, infinitamente superior a las otras religiones, todas negadoras de este mundo.
El superhombre
La religión del eterno retorno no tiene dios, y su vacío será llenado por el hombre cuando se supere a sí mismo. Es decir, el superhombre ocupará su puesto.
Crítica a la moral y religión tradicionales
Los valores superiores del cristianismo (castidad, pobreza…) ejes de la moral occidental, son cosas antinaturales, que aprisionan la vida y hacen débil al hombre. La vida es fuerza, libertad ilimitada… La moral es lo que impone restricciones, límites, obstáculos a la expansión de la energía vital hasta terminar sofocándola. La moral cristiana se podría decir que es una “moral del resentimiento”; infravalora esta vida y se inventa otra ficticia en el “otro mundo”, es decir, el cielo o el infierno. Esta invención es el único medio que tienen los débiles de engañar a los fuertes y protegerse de ellos. La moral igualitaria del cristianismo expresa el rencor del hombre que es inferior hacia el superior. Nietzsche desvela la hipocresía moral: el amor al prójimo tiene una finalidad egoísta, ya que es el deseo de salvar el alma personal. Lo más noble del hombre es solo una máscara que oculta lo más vil y bajo. La moral, la bondad y la santidad son los únicos instrumentos de que dispone el débil para liberarse del fuerte y así tratar de dominarlo.
La muerte de Dios
Dios, como fundamento de la moral y la verdad, ha muerto, es decir, el hombre ha descubierto que no existe, que solo es un producto de su imaginación. El ateísmo transformará profundamente la vida del hombre sobre la tierra. Si Dios era el fundamento de moral, verdad, religión… con su muerte todo esto se derrumba.
Negación de la verdad
La verdad también está subordinada a la vida. Verdadero es lo que favorece la vida, falso lo que la perjudica. El pensamiento está al servicio de la vida y no al revés. Nietzsche sienta así las bases del vitalismo: dice que la vida no es un argumento y que entre las condiciones de la vida puede estar el error. Las verdades son mudables y relativas. No hay verdades absolutas, normas morales absolutas, ya que no existe el absoluto.
El nihilismo
El hombre creía en unos valores (Dios, religión…) que se han desmoronado, e ignorante de otros posibles, ya no cree en nada; vive sumido en el nihilismo y la desorientación. Los valores platónico-cristianos negaban la vida (nihilismo negativo), pero la vida no puede ser reprimida indefinidamente y los rechaza para poder afirmarse, surgiendo un vacío (nihilismo relativo).