Propuesta filosófica: Reivindicación de la vida
El nihilismo
Para Nietzsche, la cultura occidental ha adoptado una postura nihilista. Ahora bien, el nihilismo no es una filosofía, sino la consecuencia histórica del modo de interpretar la existencia del hombre y del mundo de la cultura occidental. Es la esencia del hombre de occidente, puesto que sus valores religiosos, morales y metafísicos representaban algo que no existe, que en realidad era la nada y, por esto, tenían en sí mismos su propia destrucción.
Se puede hablar de un nihilismo negativo o pasivo, que sería la esencia de la tradición platónico-cristiana, y de un nihilismo positivo o activo, que consiste en destruir el sistema de valores del otro nihilismo. De este modo, para Nietzsche, el nihilismo es un estado intermedio, en el que llega a su fin una era de la humanidad y otra nueva era aparece. Este tiempo intermedio es el que vive Nietzsche, un tiempo de crisis en el que los ídolos han caído y el hombre no sabe dónde agarrarse. Nietzsche lo ve en su doble aspecto: ocaso y amanecer:
- El ocaso: Viene representado por la expresión “muerte de Dios”.
- El amanecer: Viene dado en esa transmutación de valores (que supone la superación del nihilismo) y en las nuevas intuiciones de Nietzsche (la Voluntad de Poder, el Eterno Retorno y el Superhombre).
El nihilismo es superado tras la muerte de Dios, puesto que ya no consideramos el mundo del más acá como el mundo desdivinizado (abandonado por los dioses), sino como el único real y verdadero, y es en este momento cuando aprendemos a valorarlo y a amarlo tal y como es.
La voluntad de poder
Aunque es una constante en su pensamiento, Nietzsche no define nunca esta expresión. Lo que sí podemos decir es que no es la voluntad entendida en términos psicológicos (una voluntad abstracta e indiferente), ni la voluntad de Schopenhauer, ni la voluntad pasiva (la “voluntad de obedecer” o la “voluntad de la nada” del nihilismo), tampoco la “voluntad de verdad” del hombre teórico, ni la voluntad que busca el placer y evita el dolor. En Nietzsche, la Voluntad de Poder es entendida en función de la vida (sin embargo, no se puede equiparar a la voluntad de vivir de Schopenhauer).
La vida es Voluntad de Poder y ésta es: voluntad de ser más, de vivir más, de superarse. En una palabra: es voluntad de crear. Y más que una facultad del hombre, sería todo el conjunto de fuerzas y pulsiones que se dirigen hacia el poder (tal y como es entendido en Nietzsche). Así, la Voluntad de Poder:
- Expresa un mundo dionisiaco, activo, móvil, creador y destructor, pluralista, un mundo de metamorfosis y diferencias intensivas.
- Es la que lleva a cabo la transmutación de todos los valores: pues es aniquiladora de los valores anteriores y creadora de nuevos valores.
Además, esta “voluntad de poder” no debe ser entendida sólo en un plano moral, sino más bien a nivel cósmico: “este mundo es voluntad de poder y nada más que eso. Sed vosotros también esa voluntad de poder y nada más que eso”.
El eterno retorno
Es la idea que resume la filosofía de Nietzsche y expresa el destino del hombre y del mundo. Pues, para él, el mundo se presenta desprovisto de todo carácter de racionalidad: el azar lo domina todo. Ahora bien, este mundo tiene en sí una necesidad, que es su voluntad de reafirmarse y, por ello, de volver eternamente sobre sí mismo. Por eso, este mundo dionisiaco de la eterna creación y destrucción de sí no tiene otra finalidad que la del círculo: “la felicidad del círculo”.
Además, añadirá Nietzsche, la idea del eterno retorno puede destruir al hombre o exaltarlo: pues, el pensamiento de que esta vida, tal y como la hemos vivido, tendrá que ser revivida otra vez y una cantidad innumerable de veces, que no habrá nada nuevo, puede sumir en la desesperación al hombre más fuerte. Por eso Nietzsche aboga por la aceptación total de la vida, lo cual implica la aceptación del pasado y el deseo de que la vida se repita tal y como ha sido. Esto es lo que él denomina “amor fati” y supone un decir sí al devenir y a la repetición; el amar tanto la vida, que se desee que todo se repita (el placer y el dolor, la salud y la enfermedad). Esto es, en definitiva, amar la eternidad.
Puesto que sólo entonces el hombre se sentirá ligero ante el eterno retorno, pues habrá desaparecido la diferencia entre la voluntad y la necesidad porque lo que la voluntad quiere libremente, tiene que venir necesariamente como eterna repetición. Así, el eterno retorno expresa la afirmación del instante, de la repetición, del tiempo como círculo, que es lo que va a caracterizar al hombre nuevo: al Superhombre.
El Superhombre
Aparece como término final de la filosofía de Nietzsche. La primera característica del Superhombre es su libertad de espíritu. El Superhombre puede sobrellevar la verdad sobre la vida y el mundo sin necesidad de ningún tipo de soporte metafísico porque no se siente arrojado ni desamparado en el mundo, sino que, por el contrario, disfruta de la tierra y ama tanto la vida, que desea que todo se repita eternamente (abraza el eterno retorno).
Nietzsche presenta al Superhombre como fruto de tres transformaciones que aparecen en su obra “Zaratustra”, donde afirma: El espíritu se transforma en camello, el camello en león y el león en niño:
- El hombre-camello: Representa al hombre de la tradición occidental que carga con el peso de la religión y de todos los valores morales tradicionales, de ese trasmundo que él mismo ha creado y que lo tiene alienado.
- El hombre-león: Quiere conquistar su libertad, arrojar los antiguos valores y poder decir “yo quiero”. Este es el hombre que mata a Dios. Es un paso necesario para llegar al Superhombre, pero todavía no lo es porque todavía no es capaz de crear nuevos valores (no tiene capacidad creadora, sólo destructora).
- El hombre-niño: A medida que el hombre se va quitando las cargas, se va haciendo el creador de sus propios valores, se convierte en el hombre-niño que busca la afirmación de sí mismo.
Así, el Superhombre es un nuevo hombre, afirmativo y creador, que posee la inocencia de un niño, que está más allá del bien y del mal, que no actúa por el principio del deber, sino por el querer. Es un ser superior que dice sí a las jerarquías entre los hombres (puesto que la igualdad sólo lleva, según Nietzsche, a una moral del rebaño). Es un ser por encima de la moral tradicional (que se ríe de los valores del mundo suprasensible porque sabe que él mismo los ha creado). Es un ser que vive la Voluntad de Poder (la voluntad de crear el mundo y sus valores) y vive el Eterno Retorno (que quiere el futuro porque quiere el pasado).