Nietzsche: Crítica a la Moral, Religión y Filosofía Tradicional
La Filosofía de la Sospecha
Friedrich Nietzsche pone en entredicho el camino recorrido por la humanidad durante los últimos 2000 años y responsabiliza de ello al cristianismo. Junto a Marx y Freud, se le puede considerar uno de los protagonistas de la filosofía de la sospecha: cree que los modelos científicos, religiosos y filosóficos han sido los responsables de la perdición del ser humano, ya que en Occidente ha existido la tendencia a primar valores como la resignación y la debilidad, la moral tradicional, en detrimento de la naturaleza humana, basada en los instintos y la confianza que se deriva de la fuerza. Este proceso arranca con Platón y se fortalece con el cristianismo.
Su crítica va dirigida a los pilares de la cultura occidental, ya que considera que esta está viciada desde su origen. Los frentes a los que dirige su crítica son los siguientes:
- La moral: Nietzsche mantiene que los valores tradicionales habían perdido su valor (nihilismo pasivo). Está convencido de que los valores tradicionales (base del cristianismo) representan una moralidad creada por personas débiles y resentidas que promueven valores como el conformismo y la sumisión, por lo que propone crear valores nuevos.
La moral tradicional que sostiene valores como la bondad o la resignación crea una especie de mala conciencia en el individuo, que reniega así de su propia naturaleza, basada en la confianza en las pasiones y en la fuerza.
El error de la moral tradicional está en que no toma como base los instintos básicos de la vida; por ello, es antinatural. Su objetivo será crear “el hombre bueno”, aunque realmente sea esclavo de esa ficción.
La moral tradicional postula, además, otro mundo, el mundo del más allá o de la perfección platónica y, por ello, los valores que sustenta son ficticios, propios de los débiles.
Para la moral tradicional, la norma suprema de conducta es el altruismo (la entrega a los demás sin esperar nada a cambio). Esto es, para Nietzsche, un rasgo de decadencia personal.
Nietzsche concluye que la lógica de esta moral es una alteración de la personalidad, ya que considera que lo poderoso y fuerte es suprahumano y, en cambio, lo débil y lo vulgar es propio del hombre.
La Religión Cristiana
Según Nietzsche, el origen de la religión es el miedo que el hombre tiene a sí mismo y a su incapacidad de asumir su propio destino. Cuando al hombre le invade un sentimiento de poder, en vez de utilizarlo, lo atribuye a otro ser más poderoso que es Dios. Por ello, la religión lleva a la alienación del hombre, fomentando valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio o la humildad, sentimientos propios del rebaño.
El vitalismo de Nietzsche propone que el ser humano busque sus objetivos y fines vitales dentro de sí mismo, sin recurrir a nada externo a él.
La Filosofía Tradicional
La filosofía tradicional sería principalmente la que creó Platón al afirmar la existencia de un mundo absoluto o perfecto, y al ser como algo estático o inmutable, frente al ser dinámico que defendía Heráclito.
Además, la filosofía mantiene que a través de la razón se puede llegar a la verdad. Cree Nietzsche que esto es un error, ya que, por un lado, no existe una única verdad y, por otro, como la filosofía nos ha llevado a pensar que solo es real lo que se puede explicar por la razón, muchos aspectos humanos han quedado eliminados (sentimientos, instintos…). Y esto es un error.
Los Engaños del Lenguaje
La naturaleza humana, al igual que la de todos los seres vivos, trata continuamente de superarse a sí misma, de mejorar su nivel de vida, de exteriorizar la fuerza que posee en su interior e imponerse sobre los obstáculos que encuentra, incluso llegando a dominar al prójimo.
La razón es también un mecanismo que tiene el ser humano para sobrevivir, imponerse y dominar. Es por ello que el ser humano quiere saber, no por el saber en sí, sino para poder dominar la realidad y ponerla a su servicio. El ser humano encuentra en la razón la fuerza de que carece vitalmente, por ello al débil, sobre todo, le es muy útil, y utiliza la inteligencia engañando, mintiendo. Para ello, se sirve del lenguaje, de los conceptos.
Por ello, hay que ser conscientes del valor relativo de los conceptos y del lenguaje que utilizamos para expresarlos, ya que este no nos va a permitir captar la verdad de una forma absoluta, sino tan solo superar el caos que produce en nuestra mente el intento de captar aquello que es de por sí cambiante.
Los conceptos son ficciones, pues no se corresponden con la realidad objetiva, nos hablan de un mundo sin cambios… son meras interpretaciones de la realidad.
Si el lenguaje miente, también lo hace el hombre que lo utiliza, aunque cree que dice la verdad. El hombre cree que lo que percibe y lo que entiende es lo verdadero, pero es él mismo el que ha creado su propia realidad. Se contenta con nombrar las cosas entendidas desde su perspectiva o punto de vista. Y esto hace también el filósofo y el científico, que creen en una naturaleza inmutable, fija, porque confía en sus conceptos.
Los filósofos insatisfechos con la realidad variable han intentado buscar el ser permanente.
Pero hay en el ser humano una dimensión distinta de la racional, que adopta una actitud diferente, que no toma como referente la razón y el lenguaje, sino la intuición. Es lo que hace el genio, el artista, que se deja seducir por las fuerzas profundas que se manifiestan en la naturaleza. El humano intuitivo acepta la alegría y el dolor y no se esconde tras la mentira de la razón.
También la ciencia falsea la realidad al hablar de átomos, puntos y líneas, ya que con estos conceptos intenta describir los fenómenos aun a costa de falsearlos.
El ser humano que hace ciencia no solo quiere conocer la realidad objetiva, sino para poder seguir sobreviviendo y progresar en la vida. La perspectiva de la ciencia es una perspectiva más, pero no la única y, en la medida en que fomenta la dependencia de la tecnología, infravalora la pasión, el amor y el misterio, en general.
El Vitalismo: La Vida No Se Percibe en los Conceptos
La base de la filosofía de Nietzsche no va a ser la razón, la verdad… sino la vida. Esta es para él la única realidad, y se manifiesta en los siguientes rasgos:
- La vida es, por un lado, fuerza, impulso, supervivencia… La vida es fuerza que genera movimiento, tiende a manifestarse. En la vida nos encontramos con obstáculos y luchamos para superarlos. Aquí surge la agresividad, cuando se toma una postura activa ante el obstáculo. Por ello, la vida supone también supervivencia y, como consecuencia, dominio.
- La vida es también espontaneidad, instinto, imprevisibilidad. Es la manifestación libre de la fuerza. La vida es misterio.
- La vida implica cambio, movimiento… nada permanece.
- El verdadero fundamento de la vida es la tragedia. El nacimiento, la muerte, el auge, la destrucción son factores inherentes a toda vida. No pueden ser percibidos mediante conceptos, sino mediante la visión del sentimiento trágico de la vida. Tomada la vida en su totalidad, cada individuo solo es un fragmento del momento.
- Frente a la concepción inmóvil de la vida, Nietzsche la entiende como algo en constante renovación, frente al racionalismo que la concebirá como algo inmóvil y cerrado.
Dionisos y Apolo: Actores en el Escenario de la Vida
A través de la distinción de dos principios fundamentales, lo apolíneo y lo dionisíaco, Nietzsche da su interpretación del mundo y la filosofía griega.
Apolo es el dios de la luz y la medida, representa las formas, las ideas, el orden (el racionalismo). Dionisos encarna la afirmación de la vida, el erotismo, el desenfreno, el riesgo, la noche… No pueden vivir el uno sin el otro.
Según Nietzsche, en la tradición filosófica europea, desde Platón, ha dominado Apolo: es la razón la que debe prevalecer sobre todas las actividades del alma y esto ha provocado la aparición de un mundo ilusorio y falso, que ha ignorado lo vital.
Nietzsche reivindica la necesidad de conciliar las dos tendencias para equilibrar las dos dimensiones que tiene el ser humano.
El Nihilismo
Es una consecuencia de la muerte de Dios. El ser humano pierde la fe en los valores eternos e inmutables. La trascendencia pierde su significado y deja de ser un referente para el individuo.
Los primeros síntomas de nihilismo aparecen de la mano de la moralidad y la religión, en tanto que son debilitadoras de la vida.
Pero hay también otros modos de llegar al nihilismo:
- Pensar que todas las etapas de la historia tienen un determinado fin: cuando el ser humano se da cuenta de que esto no es verdad, nace la desesperanza, el dolor y… la conclusión de que el mundo no tiene explicación ni sentido.
- La idea de que no sabemos ni a dónde vamos ni de dónde venimos puede conducirnos también al nihilismo. Al perder el referente en el más allá, el individuo moderno cae en la desesperanza.
- Los seres humanos estamos constantemente valorando, positiva o negativamente, las cosas y los hechos, tomando como base nuestros valores. En la medida en que vayan desapareciendo los valores de la cultura occidental, irán apareciendo posturas nihilistas que acelerarán el proceso de eliminación de los valores obsoletos.
Todo esto será un proceso que pasará por las siguientes fases:
- Cuando el individuo se da cuenta de la destrucción de la metafísica, la moral y la religión, intenta revitalizarlos y no darlos por perdidos.
- Al fracasar en su intento, el ser humano adquiere los valores del nuevo mundo y ve que son incompatibles con los anteriores.
- El ser humano se desprecia a sí mismo y el dolor que siente le lleva a la autocompasión y el odio de sí mismo.
- La última fase es la de la destrucción, donde se impone un nuevo credo, unos nuevos valores. Esta última fase histórica todavía no ha llegado. Según Nietzsche, es algo que ocurrirá en el transcurso de las dos generaciones siguientes. Después triunfarán la moral del vencedor y la capacidad de decisión. Cuando esto ocurra, cada ser humano mantendrá su posición por encima de todos o contra todos. Actuará con plena libertad, sin someterse a nadie.
- Cuando Nietzsche proclama “Dios ha muerto” todo es legítimo y es el fuerte quien crea los valores. No se propone ninguna escala de valores; estos se eligen en cada situación. Nietzsche proclama la libertad absoluta.
Moral de los Esclavos y Moral de los Señores
Nietzsche piensa que los valores predominantes en Occidente (moral de los esclavos), han perjudicado mucho al ser humano. Por ello, propone imponer una moral de los señores integrado por valores que afirmen la vida.
Nietzsche hace un estudio sobre el origen psicológico de los valores morales: cómo surgen y evolucionan los valores.
Lo primero que investiga es el origen de los conceptos “bueno” y “malo” en diversas lenguas, y encuentra que los nobles y poderosos hacen la siguiente identificación:
bueno = noble = poderoso = feliz = amado por los dioses
Esto es así, porque son los poderosos los que tienen el poder para establecer e imponer nombres y significados.
Para Nietzsche esta moral surge espontáneamente del amor a la vida. Bueno es igual a fuerte, orgulloso…; por el contrario, malo es simple, servicial, humilde, mentiroso, sumiso.
Esta es la que Nietzsche llamará “moral de los señores” y en ella lo bueno es lo que conduce al individuo hacia el bien, lo que le permite plasmar las virtudes de la vida. Es la moral de las individualidades poderosas que tienen superior vitalidad y vigor.
Nietzsche defiende la idea de que la violencia, por ejemplo, es un componente de los pueblos fuertes y orgullosos. La alegría que se deriva de infligir atrocidades a otros estaría en la base de la psique humana. Pero, la llamada conciencia moral surge del interior del ser humano, con el objeto de limitar sus deseos e impulsos. Es, pues, una conciencia represora.
Para crear los valores de la nueva moral debemos pensar en cómo es la vida y, en este sentido, la voluntad de poder es la principal fuente de valores, pues expresa la movilidad del ser. El ser tiende a ser cada vez mejor y más fuerte y muestra de ello es la vida animal y la vegetal. Pero esto ocurre también en la vida humana. Nietzsche reclama una vida regida por la voluntad de dominio, una vida sana, fuerte y pletórica, como reflejo de la moral de los señores.
Crítica contra el Cristianismo
En El Anticristo Nietzsche hace una dura crítica al cristianismo. Parte de la idea de que la religión surge del miedo, de los sentimientos de impotencia del ser humano frente a la vida.
Partiendo de la tradición judía, el cristianismo introduce los valores que aquella planteaba: solidaridad, humildad, compasión… basados todos ellos en el sacrificio.
Asimismo, el cristianismo transmutó los valores dionisíacos mediante el invento de un mundo ideal y el desprecio al mundo real, aceptando la inmortalidad y considerando esta vida como un paso a otra vida mejor.
Para Nietzsche, el cristianismo es un platonismo vulgar, una filosofía para débiles y esclavos. Con los conceptos de pecado, culpa, arrepentimiento, penitencia… la religión actúa constantemente contra la vida.
Según él, la religión es la rebelión de las clases más desfavorecidas contra el poderoso. El cristianismo va contra la vida, ya que las religiones son de los débiles, son obstáculos para el progreso de la civilización.
La religión plantea la moral del rebaño, del débil, frente a la fuerza y el afán de mejorar. Es una moral de cobardes que ha impedido el avance y desarrollo humanos y la liberación de su fuerza creadora.
Además, Nietzsche acusa al cristianismo de despreciar el cuerpo, los impulsos, los instintos, las pasiones y los valores estéticos. Por ello, piensa que la muerte de Dios abriría las puertas al desarrollo pleno del ser humano.
El ser humano no debe mirar al mundo del más allá, porque este es falso, sino que debe mirar a este mundo, el único que existe.
Para Nietzsche la resurrección y la vida posterior a la muerte son un invento para mantener a los creyentes dentro del rebaño, por el miedo al juicio final.
El pecado será el disparate más grande en todo ese mundo, ya que daña los ideales de la vida y envenena valores como la vida bella, sana, valiente…
La Muerte de Dios
Nietzsche proclama su “Dios ha muerto” como acontecimiento principal de su presente histórico.
La idea de Dios ha impedido al ser humano ser verdaderamente humano, porque le ha subordinado a la idea de un “más allá” más auténtico que esta vida. Por ello, es necesaria la muerte de Dios, para que se produzca una liberación, es necesario el ateísmo. Esto significa, que el sistema de valores de nuestra cultura occidental pierde aquello en lo que se sustentaba, el cristianismo ya no tiene capacidad de mantener la fe en Dios. Tal pérdida de fe traerá consigo la liberación de las fuerzas creativas del ser humano y este podrá centrarse en el mundo en el que vive, se movilizarán otra vez las fuerzas de la vida y el hombre creerá nuevamente en los recursos de la vida terrenal.
El Último Hombre y el Superhombre
Las ideas sobre estos temas las plasma en la obra Así habló Zaratustra, de su etapa de madurez.
Según Nietzsche, la muerte de Dios es un acontecimiento histórico, aunque es algo que no ha ocurrido en un momento determinado. En definitiva, todas las personas han dado muerte a Dios.
Pero tras la muerte de Dios surge un riesgo: el ser humano no tiene ningún ideal y se siente perdido, ante un ateísmo que no le ofrece ningún aliciente (un ser nihilista). Esta es la situación en que estamos nosotros ahora. Según Nietzsche, nosotros somos “el último hombre” del que se habla en Así habló Zaratustra.
Ahora bien, tras el “último hombre” se da la llegada del superhombre, que se dará cuando el ser humano abandone su pasividad y supere el nihilismo.
Las reflexiones de Nietzsche en torno al ser humano están ligadas a la biología y antropología del siglo XIX, según las cuales la especie humana no es inmutable y eterna. Además, acepta la teoría de la evolución y concibe la llegada del superhombre como una consecuencia de la continua evolución del ser humano.
Piensa Nietzsche que el hombre es un ser a medio hacer, un puente entre la bestia y el superhombre, un paso de la animalidad a la superhumanidad. Es su destino, pero en su recorrido evolutivo todavía no ha alcanzado su cima. Por ello, la vida humana se encuentra ante una encrucijada: o vencer al hombre mediante la superación, o volver a la animalidad primitiva.
Mientras todos los animales han producido algo superior a ellos, el hombre se resiste a evolucionar, no quiere abandonar los valores del pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Está, pues, vuelto al futuro y concibe ideales.
El ideal que propone Nietzsche es el superhombre, en el que se daría el radical cambio de valores que el filósofo propone.
Aunque todavía no ha surgido, Nietzsche cita a personas que podrían servir como modelos: Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón.
El superhombre, pues, representa una tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la tierra y la exaltación de los instintos. El hombre para convertirse en superhombre, debe expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre, sino de la sustitución de Dios por el superhombre, de modo que este se convierta en un ser con plenitud de poder sobre sí y sobre los demás.
Mientras las masas (“el rebaño”) se adaptan a la tradición, el superhombre es seguro, independiente y muy individualista. Siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en los “otros mundos” que proponen las religiones, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Es un creador de valores, refleja la fuerza y la independencia de alguien liberado de las ataduras que imponía la vieja moral.
El superhombre se moverá por su “voluntad de poder”; no solo poder sobre los otros, sino también sobre uno mismo.
Tras la muerte de Dios, esta transformación del ser humano se dará en distintas fases descritas por Nietzsche a través de los siguientes símbolos:
- El espíritu se convierte en camello: el camello expresa la grandeza de la ley moral, es el ser humano dominado por el idealismo. Cuando el idealismo se derrumba se pasa a la siguiente fase.
- El camello se convierte en león: el león logra deshacerse de su carga, el ser humano entra en disputa con la moral objetiva, su voluntad está por encima de la ley moral idealista. Todavía no es capaz de crear valores nuevos.
- El león se transforma en niño: es capaz de generar nuevos valores. Aquí nace el superhombre y junto a él el nihilismo. Los valores vigentes decaen y el ser humano pierde su sentido. Es la última fase del proceso, que trae el final de la metafísica.
La Voluntad de Poder
La naturaleza humana es histórica, porque es libre y porque tiene voluntad y deseos de progreso. Por ello, el ser humano debe volcarse en este mundo y olvidar el mundo del más allá, superándose cada vez más. Esta voluntad de superación es la que lleva al ser humano a la diferenciación: cuanto más fuerte sea la voluntad de dominio, mayor será la diferencia entre seres humanos. A mayor debilidad mayor igualdad; es decir, cuanto más débil sea un ser humano mayor esfuerzo realizará para ser igual a sus semejantes.
La voluntad de poder no se limita a los seres humanos; también el resto de los seres vivos tienden a mejorar su nivel de vida. De hecho, la vida es como una gran torre que va elevándose a medida que vamos madurando, creciendo. Cada nivel que alcanza el ser humano le impulsa a conseguir el siguiente. Así, la vida necesita mostrar esta voluntad de poder, bien como una forma de superarse a sí mismo o bien a los demás.
Así también, el fin del conocimiento no es llegar a la verdad absoluta, sino controlar la realidad, es una herramienta para conseguir el poder. Pero, en realidad no hay verdades absolutas, pues todo está en constante cambio.
Finalmente, la voluntad de poder no consiste en someter a los esclavos o a los débiles, sino en la plena confianza en uno mismo, la fe en los recursos que nos ofrece la vida.
Quien cree firmemente en sí mismo también quiere que los demás fortalezcan su iniciativa y su voluntad. No ocurre así con los que solo se sienten poderosos con el miedo y la desconfianza de los demás. Estos sí impiden que los demás desarrollen su ámbito de poder para poder mantener el suyo.
En definitiva, es la voluntad de poder lo que permite dominar a los demás.
La Teoría del Eterno Retorno
Es el concepto que menos desarrolla Nietzsche, el que menos claro queda.
El punto de partida de esta teoría es la idea de que la vida, la historia, el tiempo… no son lineales; es decir, no son como una línea que va evolucionando hacia una meta. Desde este punto de vista, la vida, la historia tienen una meta, un sentido. Es una manera de entender la vida en la que el futuro y el pasado cobran mucha importancia, pero el presente queda en nada.
Por el contrario, Nietzsche piensa que la vida no es así, ya que no transcurre ni en el pasado ni en el futuro, sino en el presente. Por ello, acudiendo a una representación muy antigua de la vida, dirá que esta es cíclica. No avanza hacia una meta, hacia un fin.
El superhombre será este ser que decide vivir el presente, asumiendo la vida tal como es, asumiendo sus retos, para mejorarla.
La imagen que mejor expresa la estructura de la vida es la de una espiral, en la que los acontecimientos se van repitiendo, pero mejorando cada vez, hacia arriba.
Y todo ello, en este mundo y en un tiempo infinito en el que lo que ahora es volverá a ser de nuevo. También cada uno de nosotros volverá a ser una y otra vez tal como ahora es, volverá a vivir tal como ha vivido. Es decir, el futuro.
El hecho de concebir la vida como cíclica, trae como consecuencia que el presente pasa a ocupar un lugar central. En la vida todo es presente, no hay pasado ni futuro. Es un instante que se recrea y depende totalmente de lo que ser ser humano haga, lo que decida en el hoy y en el ahora.
Nietzsche quiere acabar con la idea de que hay un objetivo final, porque piensa que quien vive para el futuro sacrifica el presente (que es lo único que, por otro lado, tiene). Así, para él la vida es un presente que no acaba nunca; si no vivimos el presente, la vida es muerte, no es vida.
Cuando la vida acaba vuelve a surgir otra situación, el ahora se transforma. Esto ocurre así continuamente. De tal modo que la finalidad de la vida es la vida misma, tal y como es.
Está determinado por el presente y cada vez que actuamos marcamos el modelo de comportamiento que tendremos en el futuro. Ahora bien, la vida no se dirige a una meta. Por ello, hay que poner fin en la esperanza en un más allá que dé sentido a la vida humana y admitir la existencia plena en este mundo instante a instante, viviendo cada momento de la vida como algo creativo. Esta será la actitud del superhombre.