El Pensamiento de Platón: Mundo Sensible e Inteligible

Platón: Biografía y Contexto

Platón nació en Atenas en el 428/427 a.C. y murió en el año 347 a.C. Perteneció a una familia aristocrática. El nombre «Platón» es un apodo que significa «anchas espaldas»; su nombre real era Aristocles. Aunque inicialmente quiso dedicarse a la política, los acontecimientos relacionados con la tiranía de los Treinta y la posterior ejecución de Sócrates por el gobierno democrático lo convencieron de que la solución a los problemas políticos solo podía venir de la Filosofía. A los 18 años entró a formar parte del círculo de Sócrates, quien ejerció una enorme influencia sobre su vida y su pensamiento. Podría decirse que experimentó una «conversión» a la Filosofía gracias a Sócrates. Invitado por el tirano de Siracusa, Dionisio el Viejo, viajó a esta ciudad para educar al sobrino del tirano, Dión. Aunque Dión se entusiasmó con las doctrinas de Platón, el resultado del viaje fue desastroso (parece ser que Dionisio vendió al filósofo como esclavo en Egina, alrededor del 387 a.C.). De regreso a Atenas, fundó la Academia (388-387 a.C.). A pesar del fracaso de su primer viaje, y esperando poner en práctica sus ideas de reforma política, emprendería otros dos viajes a Siracusa que también fracasaron.

La Academia Platónica recibió su nombre por estar situada en los jardines consagrados al héroe ateniense Academo. El programa de estudios culminaba en la Filosofía e incluía como preliminares las Matemáticas, la Astronomía y seguramente la Armonía. Es explícito el lema que parecía figurar en la entrada: «No entre aquí nadie que no sepa geometría». La Academia desarrolló una intensa actividad filosófica y científica, pero, a diferencia de los Sofistas, no se perseguía enseñar cosas que pudieran tener una aplicación práctica e inmediata en la vida pública, sino fomentar el amor desinteresado a la ciencia. Platón trataba de formar hombres de Estado, políticos que actuarían de acuerdo con convicciones fundadas en verdades objetivas e inmutables. La Academia se mantuvo como tal hasta el año 529 d.C., cuando fue cerrada por decreto del emperador Justiniano por motivos religiosos.

Mundo Sensible y Mundo Inteligible: La Teoría de las Ideas

Platón vive la decadencia de la polis desde una actitud conservadora y poco proclive al gobierno democrático. El contexto histórico en el que vive está marcado por un acontecimiento concreto: las guerras del Peloponeso. Estas guerras no solo suponían una confrontación entre Atenas y Esparta, sino que representaban, en el fondo, un conflicto entre dos formas de entender la vida y la sociedad (democracia y aristocracia). Platón rechazará el relativismo y las propuestas individualistas de los Sofistas, proponiendo una concepción natural de la justicia de carácter racionalista y universalista.

En la conocida como Carta VII, que escribe hacia el final de su vida, Platón confiesa su interés por la actividad política, pero los distintos acontecimientos que vive lo llevan a una profunda decepción. Entre esos acontecimientos destaca la Tiranía de los Treinta y especialmente la condena a muerte de su maestro Sócrates en la restaurada democracia. La concepción que inspira la reflexión de Platón sobre la actividad política (y a la que responde la fundación de la Academia) es la doctrina de Sócrates, cuando afirma que la virtud es conocimiento, lo que implica que existe un bien objetivo que es posible conocer: hay un bien tanto para los Estados como para los individuos, y captar ese bien es un problema de conocimiento.

Podemos afirmar, entonces, que la cuestión central de la filosofía de Platón, la Teoría de las Ideas o de las Formas, busca responder a tres intereses o intenciones fundamentales:

  • Intención política: los gobernantes deben guiarse en el ejercicio del poder por una serie de valores o ideales trascendentes y absolutos en la búsqueda del bien común.
  • Intención ética: Platón asume la Ética de su maestro, el intelectualismo moral socrático, y concibe la política como un saber: para ser justo hay que conocer qué es la justicia.
  • Intención cognoscitiva: la base de la reforma política platónica será la educación, pero la posibilidad de la enseñanza de la virtud implica una precisa justificación de lo que entendemos por verdadero conocimiento; solo puede haber conocimiento, y no mera opinión, cuando conocemos objetos estables y permanentes. El conocimiento es de verdades absolutas, universales, objetivas.

La formulación de la Teoría de las Ideas supone un trabajo de síntesis de los pensadores anteriores. Podemos considerar como «antecedentes»:

  • La investigación de Sócrates sobre la Definición, lo que denominamos Conceptualismo.
  • La caracterización del Ser de Parménides frente a la concepción del devenir de Heráclito.
  • La matemática pitagórica: la realidad esencial de las cosas no descansa en sus componentes materiales, sino en su estructura ordenada y armónica.
  • El Nous de Anaxágoras, interpretado como principio intelectual no material ordenador del Cosmos.

Frente al pensamiento de Heráclito, que consideraba que lo único cierto era el devenir de lo real, es Parménides quien inspira a Platón: dado que el verdadero conocimiento solo puede serlo de lo inmutable, el Ser, entonces no puede estar sujeto al devenir. Por otra parte, contra el subjetivismo y relativismo de los Sofistas, Sócrates estaba convencido de que existen definiciones universales de los conceptos morales, pero las meras definiciones «inducidas» desde un diálogo esclarecedor de las experiencias tampoco resultan convincentes para Platón. En contacto con los matemáticos pitagóricos descubre nuevas vías: el conocimiento solo puede serlo de lo universal, pero, a diferencia de Sócrates, no concibe lo universal como conceptos resultado de definiciones extraídas en el diálogo desde la experiencia, sino como entidades similares a aquellas con las que trabajaba la matemática pitagórica, entidades que tienen realidad por sí mismas, a las que no se puede acceder por los sentidos, sino por la inteligencia o razón.

En definitiva, tras las apariencias, siempre cambiantes, Platón se va a esforzar por encontrar realidades absolutas, porque su conocimiento le parece necesario para dar una base sólida a la Moral y a la Política; esto lo conduce a una reflexión sobre las condiciones del conocimiento en general. La pregunta platónica podría formularse en los siguientes términos: ¿Cuál es el Verdadero SER para que pueda fundamentar un VERDADERO CONOCIMIENTO?

La respuesta de Platón es que el Verdadero SER es el MUNDO INTELIGIBLE: un mundo de esencias que no pueden ser captadas por los sentidos, solo por la razón. Esencias eternas, universales, perfectas, únicas e inmateriales; un mundo de valores y de FORMAS ideales a las que llama IDEAS; no son meras construcciones mentales, son realidades, las únicas realidades en sentido pleno.

Frente a ese Mundo Inteligible está el MUNDO SENSIBLE, el mundo que conocemos a través de los sentidos, el mundo de las cosas materiales, que nacen y perecen; el mundo del cambio, lo particular, la pluralidad.

La afirmación fundamental de Platón es que el mundo sensible es el mundo de la APARIENCIA; la verdadera realidad la constituye el Mundo Inteligible en el que radica el ser de este Mundo Sensible: podemos decir de algo que «es bueno» o «es justo», o «es hermoso», porque existen la Idea de Bien, Belleza o Justicia. El BIEN en sí, la JUSTICIA en sí y la BELLEZA en sí no son meros conceptos o representaciones mentales (tal y como defendió Sócrates, y tal y como lo entenderíamos nosotros vulgarmente), son realidades independientes de las cosas buenas, justas y bellas, son, repetimos, la verdadera realidad, independiente del mundo físico, el cual deriva su ser de aquellas.

Las Ideas están organizadas de forma jerárquica, y todas ellas están presididas por la Idea de Bien, identificada con la Verdad, la Belleza y la Justicia. Por debajo de estas estarían las Ideas matemáticas y por último las correspondientes a entidades sensibles. El Bien, por tanto, es lo más perfecto, y es la CAUSA de toda la realidad (como se ilustra en el Mito de la Caverna). Constituye además el objeto último de conocimiento; solo podemos hablar de conocimiento verdadero cuando se conoce la Idea de Bien; solo podrá ser definido como «sabio» aquel que conozca la idea de Bien y solo este será el que esté capacitado para gobernar la polis. (Recordemos la intencionalidad política, ética y cognoscitiva que situábamos como principio de la formulación de la Teoría de las Ideas).

Dualismo Ontológico: Relación entre los dos Mundos

La Teoría de las Ideas supone, por tanto, un DUALISMO ONTOLÓGICO: hay dos mundos, el Mundo Sensible y el Mundo Inteligible (ejemplificados en el Mito de la Caverna). Son dos órdenes de realidad completamente distintas, pero, dado que el ser del Mundo Sensible radica en el Mundo Inteligible, debe haber algún tipo de relación entre ellos. Platón emplea dos nociones (ninguna de las dos muy clara) para explicar esto: las nociones de PARTICIPACIÓN e IMITACIÓN.

Según la noción de «participación», la multiplicidad y las semejanzas que observamos en el Mundo Sensible se deben a que varias cosas participan de la misma Idea. Participar significa «tomar parte», es decir, las cosas son en la medida en que toman una parte de la forma (su consistir, eidos) de una Idea, y son una realización múltiple y cambiante de la Idea en la materia. (Las acciones o leyes son más o menos justas, en la medida en que participan de la Idea de Justicia).

Desde la teoría de la «imitación», las Ideas son el modelo o paradigma de todas las cosas que encontramos en el Mundo Sensible. Todas las cosas de este mundo se puede decir que son, en cuanto reflejan la realidad de las Ideas y en su forma o consistir imitan lo que aquellas son. De ahí que Platón postule que toda Idea es para el Mundo Sensible un «para qué», un fin. El ideal al que todas las cosas deben aspirar.

Cosmología Platónica: El Demiurgo y el Timeo

La concepción del Mundo Sensible como imitación del Inteligible ganó importancia en el pensamiento de Platón, como lo prueba uno de los diálogos de vejez, el Timeo. En este diálogo, Platón explica la génesis del mundo sensible como una copia material realizada por el Demiurgo (término que en el griego antiguo significa artesano u obrero; sería el «artífice del Cosmos») de las Ideas.

Teniendo como modelo el Mundo Inteligible, el Demiurgo ordena la Materia caótica y eterna, configurando en el Espacio («receptáculo universal») un Cosmos concebido como un gigantesco ser vivo al que dota de un Alma cósmica (movimiento). Este Cosmos es esférico (dado que la esfera es la figura perfecta). En el centro del Cosmos está la Tierra, después las esferas de los planetas y la de las estrellas fijas. El movimiento en conjunto se hace sobre la base de armonías musicales y proporciones numéricas (en la línea pitagórica) y de acuerdo con el tiempo que es «la imagen móvil de la eternidad».

Esta explicación que da Platón en el Timeo sobre la Physis nos da una visión optimista del cosmos: el Demiurgo es «el mejor de los artesanos» y el modelo, el Mundo Inteligible, el más perfecto, de ahí que este mundo sea el mejor de los posibles.

Pero lo que nos interesa especialmente es que es una explicación finalista: frente al materialismo presocrático y el mecanicismo en el que había desembocado Demócrito, la teoría platónica establece una concepción FINALISTA (o TELEOLÓGICA). El Mundo de las Ideas constituye no solo el modelo -Causa Formal- sino también el «para qué» del cosmos -Causa Final-. Por vez primera se introduce, además, una causa inteligente ordenadora, el Demiurgo, que cree tener un antecedente en el Nous de Anaxágoras.

No obstante, Platón deja claro en el Timeo que esta cosmología, es decir, esta explicación sobre la génesis del mundo sensible, es solo «verosímil», puesto que se está hablando del mundo que solo es apariencia. Solo cuando hablemos de las Ideas podremos hablar de Verdad, y estaremos dando cuenta de un auténtico saber.

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