El Pensamiento Filosófico de San Agustín: Alma, Conocimiento y Dios

San Agustín: Fe, Razón y la Búsqueda de la Verdad

La Síntesis entre Fe y Razón

Para San Agustín, el punto de partida de la filosofía debe ser la fe y las Escrituras. La filosofía ha de ser cristiana y, por tanto, no tiene sentido el estudio de autores al margen de las Escrituras. Religión y filosofía se complementan porque lo que no alcanza la filosofía lo enseña la religión. «Quiero conocer a Dios y al alma, nada más», todo lo demás es pura curiosidad. En consecuencia, solo se dan por válidas las filosofías anteriores que coincidan con la verdad cristiana: «cree para entender», «entiende para creer» (entendimiento racional de la fe).

El Alma y la Iluminación Divina

En la línea de Platón, define al ser humano como «un alma que se sirve de un cuerpo» y establece entre el cuerpo y el alma una separación tal, que la única manera que posee de explicar cómo el ser humano es capaz de obtener conocimientos universales es recurriendo a la iluminación divina. El alma es la parte más importante. El cuerpo se concibe como un mero instrumento del alma. El alma es una sustancia espiritual, asume todas las funciones cognoscitivas, de las que la más importante será la realizada por la razón superior, ya que tiene como objeto la sabiduría (y es en ella donde se da la iluminación). Además de las funciones propias de la inteligencia, le corresponden también las de la memoria y la voluntad, adquiriendo esta última un especial protagonismo en su pensamiento, al ser considerada una función superior al entendimiento.

El alma es inmortal, pero a diferencia de lo que ocurría en el platonismo, no es eterna. Los argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: siendo el alma de naturaleza simple no puede descomponerse, ya que no tiene partes; por lo que ha de ser indestructible, inmortal.

Dios y el Conocimiento Auténtico

Dios está presente en el interior del ser humano y le ilumina, convirtiéndose de esta manera en la fuente de todos los conocimientos universales. Consecuentemente, el camino del conocimiento auténtico va de dentro hacia fuera. De ahí, la predilección de Dios sea innecesaria. Dios aparece demostrado en la misma estructura del alma que cree y ama. Y Dios es un ser infinitamente perfecto que posee en sí, al modo de ideas divinas, las razones, o modelos ejemplares, según las cuales han sido creadas todas las cosas; de una sola vez ha hecho existir la totalidad de lo que ha sido, de lo que es y de lo que será en el futuro: todos los seres han sido producidos desde el principio como razones seminales que deben desarrollarse en el decurso de los tiempos, según el orden de las leyes que Dios mismo ha previsto.

La Búsqueda de la Felicidad y el Origen del Mal

Cada ser humano es original e irrepetible; la muerte es personal y definitiva. El pasado no vuelve. Y el ser humano se caracteriza por una actitud de búsqueda que le lleva a ir más allá de sí mismo, a autotrascenderse. En el ámbito del conocimiento, al autotrascenderse descubre en su propio interior a Dios iluminando su alma y posibilitándole llegar a la verdad. En el ámbito del querer, al hacerlo, llega también a Dios, puesto que el ser humano busca la felicidad, pero la felicidad no la puede encontrar en sí mismo.

De todas formas, el ser humano es libre y puede alejarse de Dios, objeto de su felicidad, y perseguir exclusivamente bienes mutables. En estas actuaciones del ser humano se encuentra, además, el origen del mal, que no es propiamente un ser, sino una ausencia de ser, por lo que no puede tener su origen en Dios.

Tipos de Males

  • Mal físico: la creación es buena porque el ser humano recibe lo propio de Dios: el Ser. El mal no procede de Dios porque es el No ser.
  • Mal moral: se basa en la falta (es el pecado original y hereditario) de Adán: libertad de la elección humana «capaz de pecar o no».

Dios no es el culpable, por tanto, el mal procede del uso incorrecto que hace el hombre de su libertad.

Las Dos Ciudades

Piensa que en toda sociedad existen dos ciudades: la de aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios, y la de aquellos que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos; pero estas dos sociedades no se pueden identificar con el Estado y la Iglesia, respectivamente. San Agustín dice que hay sociedades más perfectas porque algunas buscan amores espirituales y morales y otras, guerras. A partir de esta concepción, la humanidad se divide en la ciudad terrenal, que se mueve por el amor a sí mismos y asienta la unidad en la autoridad, y en la ciudad de Dios, que se mueve por el amor a Dios y su unión se mueve por la caridad.

Estas dos ciudades coexisten, persisten y persistirán, pero la ciudad terrenal es la anterior (en el tiempo) a la de Dios porque todos los humanos eran pecadores. La construcción de la ciudad de Dios es lo que da sentido a la historia porque es el ideal de desprendimiento del egoísmo y amor propio.

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