Suele decirse, no sin acierto, que la filosofía y la ciencia aparecen cuando se abandona el mito, sustituyéndolo por el logos o explicación racional, en la tarea de explicar la realidad en toda su complejidad: el universo físico, la naturaleza individual humana, la convivencia social con todas sus implicaciones de carácter político y moral… Este acontecimiento tuvo lugar en la cultura griega alrededor del siglo VI a. C.
El Origen del Pensamiento Filosófico en Grecia
Dos son las grandes cuestiones que se plantean ante este hecho:
1. ¿Por qué este hecho trascendental ocurrió en la cultura griega y no en cualquier otra cultura antigua, y precisamente alrededor de esta fecha?
El origen de la filosofía se ha querido explicar a menudo recurriendo a la genialidad de los griegos. Dejando a un lado el genio griego, cuya genialidad es tan difícil de negar como resulta difícil de explicar en qué consiste, la Grecia anterior al surgimiento de la filosofía se caracteriza por las siguientes circunstancias:
- En primer lugar, una sociedad aristocrática, agrícola y guerrera, lo que lleva consigo una determinada estructura social y unos determinados ideales morales.
- En segundo lugar, peculiar de la cultura griega prefilosófica es que carece de libros sagrados y de un sistema educativo organizado; el papel del educador, a todos los niveles, lo desempeñan los poetas (muy especialmente Homero) y los aedos.
A partir del siglo VI a. C. aparece la moneda. Los viajes traerán consigo nuevos conocimientos técnicos y geográficos, el contacto con otras civilizaciones y formas de vida, nuevos conocimientos de etnología. Esto nos permite comprender dos hechos fundamentales: que la filosofía surge en Grecia como una crítica de la sabiduría popular, a la que pretende suplantar, y que la crítica al mito se lleva a cabo en todos los frentes.
2. ¿En qué consisten el pensar mítico, que se abandona, y el pensar racional, que se le opone?
Homero y Hesíodo son los representantes del mito en el mundo griego clásico, pudiéndose definir el mito como un hieros logos o narración de lo sagrado, donde el hombre griego se concibe a sí mismo como el resultado de los acontecimientos míticos ocurridos en los tiempos primordiales. La expresión «del mito al logos» se refiere al origen de la filosofía como superación de las formas míticas y religiosas. En el siglo VI a. C., en Grecia, es la escuela de Mileto quien lo representa.
Los Filósofos Presocráticos
En el siglo VI a. C., en Grecia, un conjunto de hombres, llamados actualmente presocráticos, cuestionan las explicaciones míticas que reciben determinados problemas y buscan explicaciones más seguras, más razonables.
La Escuela de Mileto
En el siglo VI a. C., Grecia ocupaba buena parte de las costas del Mediterráneo. Jonia, en Asia Menor, era uno de los centros más activos. Será la primera cuna de la filosofía.
Parece que fue con Tales de Mileto, astrónomo y matemático, con quien se origina la filosofía. Comienza por cuestionarse el valor de las explicaciones míticas, considerándolas arbitrarias, y busca explicaciones con necesidad lógica. Se produce así el paso del mito al logos. Se trataba de buscar en la propia naturaleza las causas necesarias de los fenómenos, procurando encontrar una ley a partir de la cual se pudiera explicar racionalmente la realidad.
Según Tales, el principio del que surge todo es el agua; había constatado que el agua, o lo húmedo, se basó en que el agua rodea toda la tierra, que se presenta en tres estados que están en continua transformación, que interviene en todos los procesos vitales. Por primera vez, se plantea la posibilidad de una investigación racional de la naturaleza. Anaximandro de Mileto identifica esa physis con el ápeiron, lo común a todas las cualidades contrarias. Para Tales, ese principio no podía ser el agua ni ningún elemento determinado, pues no podría dar cuenta de todos los cambios.
Los Pitagóricos
También en el siglo VI a. C., pero en el sur de Italia (la Magna Grecia), Pitágoras y su comunidad protagonizaban el nacimiento de un movimiento de investigación filosófica, matemática y mística. Las doctrinas elementales son: inmortalidad y transmigración de las almas. Conciben la naturaleza a partir de las relaciones numéricas, concepción muy marcada por el misticismo, responsable de la armonía que gobierna el cosmos. El cultivo de las matemáticas es el camino de la purificación moral. El alma, que está unida al cuerpo, puede alcanzar la unión con lo divino. Es, por tanto, uno de los objetivos de la secta pitagórica lograr la purificación del alma. Pero, al parecer, esta situación cambió radicalmente a partir del siglo VI, muy posiblemente bajo la influencia de multitud de movimientos religiosos que, procedentes de Persia, de la India, de Egipto, se asentaron en el mundo griego.
Heráclito contra Parménides
Por un lado, la observación y la reflexión sobre el cosmos que realiza Heráclito, cercano a los pensadores de Mileto, le conducen a afirmar que todo está en constante proceso de cambio, que la inestabilidad es ley de vida. Ciertamente, él, que en su polis de Éfeso había vivido muchos trastornos políticos y sociales, sabía muy bien que nada es perdurable. Afirmaban que, para descubrir teoremas matemáticos, no se necesita observar el mundo, solo se tiene que especular o razonar lógicamente. Parménides asume esta concepción: si los sentidos nos dicen una cosa y la razón otra, debemos guiarnos más por la razón; los sentidos muchas veces nos engañan, en cambio, un razonamiento lógico nunca engaña.
Los Pluralistas
Empédocles, Anaxágoras y los atomistas Leucipo y Demócrito protagonizan el primer intento de conciliación. Pretenden sumar perspectivas: aceptan que la physis es un proceso de cambio constante y que lo que es no puede venir de lo que no es. Las cosas naturales son combinaciones, en proporción matemática, de estos elementos, y estas combinaciones y recombinaciones están regidas por dos fuerzas: el amor, que atrae, y el odio, que divide. Y los cambios que observamos en el mundo, y en nosotros mismos, no serían nada más que reconfiguraciones de este conglomerado.
La Ilustración Griega: Sofistas y Sócrates
En la segunda mitad del siglo V a. C., en un lugar privilegiado, se inicia una nueva búsqueda intelectual, ya no centrada en cuestiones físicas y cosmológicas, sino en el propio hombre y su organización social. Se produce un fenómeno de carácter social y político: la sofística. Los sofistas eran sabios o maestros de la sabiduría, cuyo nombre fue adquiriendo poco a poco un sentido peyorativo. Alejandro, que son los de su decadencia, se gobernaba por ciudades independientes, polis, de forma democrática.
Sofistas
Atenas es, en el siglo V a. C., una sociedad democrática abierta al debate. Era necesaria una formación más amplia para dominar de forma exacta el lenguaje. La razón es que hay una actividad política generalizada, el sistema aristocrático cede paso a la democracia, el ciudadano se siente protagonista de la cosa pública, se produce la isonomía y la isegoría. El centro de interés de los filósofos anteriores era la naturaleza; los nuevos protagonistas, los sofistas, rechazan esta temática cosmológica ante la imposibilidad de dar una respuesta unitaria al problema de la physis. Los sofistas cuestionaron la capacidad humana de alcanzar un conocimiento seguro y universal. Eran hombres que habían visitado diferentes polis y constataban las dificultades que se presentan en la consecución de un conocimiento fiable. En esta línea, Protágoras defendía posturas claramente relativistas: existe una verdad para ti y una verdad para mí.
Sócrates
Rechaza tanto el escepticismo como el relativismo, al igual que su discípulo Platón. Sócrates afirma, irónicamente, «solo sé que no sé nada»; pero no niega la posibilidad de acceso al conocimiento por parte del hombre, solo quien se reconoce ignorante tiene la posibilidad de iniciar un camino hacia el conocimiento. Pero esta areté, la virtud, es el conocimiento. Las pretensiones de los sofistas son absurdas: pretenden enseñar la excelencia, pero afirman que el conocimiento es imposible.
El Método Socrático
Era el arte del diálogo, de hacer las preguntas adecuadas, llevando la discusión hacia un objetivo determinado. Se muestra ignorante sobre lo que está tratando, presentándose esa ignorancia como ironía (una burla fina y disimulada), dando a entender lo contrario de lo que se dice. Pero, una vez aceptada la propia ignorancia, una vez abandonados los prejuicios y los saberes infundados, este arte se convertía en una herramienta de acceso al conocimiento, se convertía en mayéutica, en el arte de ayudar al interlocutor a buscar por sí mismo la verdad, verdad que se esconde en su propio interior.