El poder político, las utopías y las distopías

1. El poder y la política

A diferencia de la ética, la política debe conformarse con crear leyes e imponer orden. Si cada uno busca lo que es útil o placentero para sí, la ley es imprescindible para imponer la paz con la que sueña la ética. Por su parte, la paz solo se alcanza si disminuyen las exigencias personales y se renuncia a un nivel de vida muy alto en detrimento de aquellos miembros de la sociedad menos favorecidos. El poder del Estado debe servir tanto para crear como restaurar la armonía en la convivencia social. La política ha de contemplar la parte injusta e imperfecta del ser humano y ejerce su poder contra ella. Pero como la política también es una construcción humana, su práctica puede y debe ser supervisada a su vez por la ética, ya que no siempre la ley es justa ni el poder se ejerce para que se cumplan las leyes.

1.1 La noción de poder

El poder es la facultad de cambiar la conducta de los demás para conseguir imponer la voluntad propia, a pesar de la resistencia de los otros. Esta influencia puede ejercerse porque quien obedece lo hace bajo la amenaza del empleo de la violencia o porque ha sido manipulado. Por tanto, el poder consiste en la relación desigual que se establece entre distintas personas o grupos. Para la filosofía política existen tradicionalmente categorías de poder diferentes:

  • Poder coercitivo: Es la capacidad de obligar a alguien a actuar de un modo determinado empleando, para ello, la violencia o las amenazas. El miedo es lo que asegura la obediencia, pero al mismo tiempo crea resentimiento y resistencia en quien lo sufre, por lo que se trata de la forma de poder menos efectiva.
  • Poder de recompensa: Depende de bienes materiales o servicios con los que se premia la disposición de alguien a modificar su conducta para cumplir la voluntad de otro.
  • Poder persuasivo: Es la habilidad de convertirse en referente para otros. A través de este tipo de poder, los miembros de una determinada comunidad se identifican con un sujeto al que toman como modelo y por el que se dejan influir.
  • Poder legítimo: Es el poder respaldado por el derecho y la opinión pública, que se convierte así en autoridad. La filosofía intenta realizar un análisis crítico de las ideologías con las que el poder puede tratar de favorecer intereses propios si los ciudadanos no ejercen el suyo para defenderse contra la manipulación y la propaganda.

1.2 El poder político: origen y legitimación

Las definiciones más clásicas son:

  • Hobbes: El poder consiste en la disponibilidad de recursos para obtener un bien o unos objetivos. Está en manos del Estado.
  • Weber: El poder es la capacidad de conseguir obediencia dentro de un grupo.
  • Marx: El poder es la capacidad de una determinada clase social de imponer sus intereses sobre el conjunto de la sociedad.
  • Lasswell: El poder es la capacidad para intervenir en los procesos a la hora de tomar decisiones.

En este poder político confluyen dos características importantes:

  • Autoridad: Proviene del latín autoritas, que significa poder del que gobierna. Es una cualidad histórica, moral y a veces carismática.
  • Potestad: Proviene del latín potestas, que significa tener poder sobre. Es un concepto donde se mezcla poder, derecho y obligación o deber. Poder, porque puede ser ejercido por la autoridad; derecho, porque quien lo ostenta está facultado legalmente para poner en práctica la autoridad, y deber, porque la persona que lo ejerce está obligada a ponerlo en práctica.

El poder político es la capacidad que tiene una persona o conjunto de personas para imponer sus decisiones a una comunidad, que debe obedecer. A través de la coerción, se asegura la obediencia de la comunidad. La coerción implica el uso o la amenaza de la violencia u otros tipos de fuerza para que los ciudadanos acaten las leyes legítimamente aprobadas. El derecho y los sistemas legales, en general, se sustentan en la amenaza de la fuerza, aunque el uso de la misma se encuentra regulada y limitada por la ley. El poder político depende, por tanto, de la coerción material o institucional, así como de la fuerza o medios jurídicos e institucionales que están presentes en el Estado democrático contemporáneo. En una democracia, la base legítima del poder político reside en el pueblo. A través del proceso electoral, el pueblo delega ese poder en los representantes políticos que libremente elige. El sistema electoral cuenta con una serie de características:

  • Permite una transferencia pacífica de cargos representativos, a la vez que regula la rotación en el poder.
  • Canaliza las demandas de los ciudadanos a través de los programas de los diferentes partidos políticos.
  • Los partidos políticos son indispensables para que la democracia pueda existir.
  • Es un sistema universal e integral que respeta las diferencias de sexo, raza, religión, lengua, propiedad, educación e ideología. Además, el proceso electoral promueve la competencia abierta al conllevar una pluralidad de candidaturas.
  • Es un sistema igualitario, porque no admite diferencias en los votos por cuestiones de carácter económico o social.
  • Es un sistema directo y secreto.

Otras formas de legitimar el poder político según Max Weber son:

  • Carisma: Se trata de un don personal que nace con ciertos individuos. Es el don de atraer y caer bien. Es una fuerza irresistible que todo verdadero líder posee.
  • Tradición: Descansa en la creencia cotidiana de la santidad de las tradiciones que rigieron desde tiempos lejanos la comunidad y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer esa autoridad.
  • Racionalidad: Es una forma que se basa en un sistema organizado, con unas normas electorales y con una selección de personal o funcionariado. Para Weber, descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones instituidas y en los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad.

2. Nación, sociedad civil y Estado

La palabra nación procede del concepto latino natio, que significa comunidad de origen o comunidad de procedencia. El concepto nación describe a una agrupación de personas que se constituye a partir de sus costumbres y tradiciones. Una nación es, por tanto, una sociedad consciente de ello, que se basa en lazos primordiales y solo existe porque sus miembros se confiesan parte de ella. Los miembros de una nación se distinguen por una identidad común o conciencia colectiva y, generalmente, por un mismo origen, lengua, tradición, cultura o territorio. La sociedad civil constituye una esfera de la vida pública en la que el Estado (la sociedad política) no interviene directamente. Incluye una amplia gama de organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro que están presentes en la vida pública. Expresan los intereses y valores de sus miembros y de otros, según consideraciones éticas, culturales, políticas, científicas, religiosas o filantrópicas.

El Estado es una comunidad establecida en un determinado territorio. Se organiza mediante un orden jurídico que crea un cuerpo de funcionarios y garantiza un poder jurídico autónomo. Intenta realizar el bien común en el ámbito de la comunidad. Forma una unidad política superior, independiente y soberana. Las funciones del Estado son:

  • Mantener la ley y el orden público.
  • Promover el bien común.
  • Administrar los asuntos públicos.
  • Ser un agente económico.
  • Emitir dinero y regular mercados.
  • Distribuir la riqueza.
  • Monopolizar en exclusiva la violencia legítima.

2.2 La soberanía y el poder del Estado

El poder representa la fuerza legítima que tiene el Estado para hacer cumplir sus decisiones y alcanzar sus fines. Por ello, la idea de poder se complementa con la de autoridad. La autoridad es un poder legítimo del Estado que se ejerce a través de los órganos indicados para ello. Además de la autoridad, los elementos más importantes del Estado son:

  • Población.
  • Territorio.
  • Estructura jurídico-política: Es el conjunto de leyes que organizan la convivencia de un país.
  • Gobierno o poder ejecutivo.
  • Soberanía.

Thomas Hobbes concibe el Estado como resultado de un pacto, el contrato de comunidad (es un contrato donde todos renuncian a algunos de sus derechos de manera irrevocable y se proponen crear un estado que asegure que dicho pacto se cumpla). En virtud de este acuerdo, el ser humano cede parte de su libertad a una entidad superior capaz de evitar que la confrontación entre los diferentes intereses individuales degenere en un conflicto social. De esta forma, se evita la “guerra de todos contra todos”. Esto debe ser así ya que, para Hobbes, el ser humano es egoísta y antisocial por naturaleza, pues “el hombre es un lobo para el hombre”. Además, tiende a satisfacer sus propios intereses aun en perjuicio de sus semejantes. En conclusión, el Estado aparece como un poder total y absoluto que dicta las leyes y la moral. Se impone a la voluntad de los miembros de la sociedad que le cedió sus derechos. El Estado se convierte en un instrumento necesario que, al asumir los derechos, garantiza la paz y la concordia entre los individuos, poniendo punto final al estado de terror previo a su creación. La sociedad civil está sometida al poder del Estado.

Jean Jacques Rousseau plantea que el derecho a gobernar depende de la voluntad general de los gobernados. El contrato social de Rousseau consiste en un pacto por el que se eliminan los egoísmos individualistas mediante la sumisión de cada ciudadano a la voluntad general unánime y asamblearia. Rousseau sería la democracia directa. También realizaron aportaciones como Montesquieu, quien formuló el principio de la separación de poderes, en virtud del cual se conseguiría evitar el abuso en la acción de gobierno y garantizar el respeto a los derechos de los administrados. Los tres poderes que señala Montesquieu son el ejecutivo, el legislativo y el judicial. En la actualidad, estos tres poderes se han ampliado, como el económico, el ideológico y el de la información.

3. La dimensión utópica del ser humano

Cuando hablamos de utopía nos referimos a un ideal al que se aspira pero que aparece como irrealizable en el momento de su formulación, algo deseable pero inalcanzable que no puede concretarse ni en un espacio ni en un tiempo histórico.

4. Las utopías clásicas

Desde la Antigüedad se intentaron proponer nuevos ideales o formas de vida social y política. Platón, en La República y Las Leyes, esbozó la imagen de un estado aristocrático ideal del que era premisa básica el trabajo de los esclavos. Los filósofos gobernarían el Estado. Los guardianes o guerreros velarían por su seguridad. El estado surge de necesidades humanas como la alimentación, la vivienda y el vestido: si se cubren las tres de modo austero, se puede alcanzar la felicidad. En el Renacimiento se analizaron de forma crítica los cambios de la época y se describieron las aspiraciones y necesidades, sobre todo de las clases más débiles. Destacan tres utopías: la de Tomás Moro, la utopía científica de Francis Bacon y la utopía de Tomás Campanella.

Tomás Moro, en 1516, escribe Utopía, donde se describe en forma de conversación la situación de miseria material y moral en la que se encuentra la Inglaterra de su tiempo. Presenta una sociedad ideal. Sin embargo, en la segunda parte se describe la isla de Utopía desde un punto de vista geográfico, social, económico y político, cuyas características fundamentales son: supresión de la propiedad privada, igualdad, desarrollo integral de la persona a través de la educación y democracia representativa.

Francis Bacon es el autor de la primera utopía científica o tecnológica. En su obra Nueva Atlántida describe una isla que está situada más allá de América: Bensalem. Esta isla está gobernada por intelectuales y científicos, que viven en la casa de Absalón. Al vivir obsesionados por la ciencia, los habitantes de esta casa no se preocupan apenas por el pueblo. Las propuestas que Bacon nos hace en esta utopía son: descubrir a través de la ciencia los secretos de la naturaleza, reorganizar el saber y mostrar el autoritarismo tecnicista. Pretende ante todo ser un canto a las transformaciones tecnológicas.

Tomás Campanella, en Ciudad del sol, describe su utopía política. La obra nos muestra una sociedad gobernada por sacerdotes donde reina la concordia. Los bienes económicos no están en manos de unos pocos, sino que pertenecen a la colectividad. Las propuestas de Campanella se pueden resumir en: eliminación de la propiedad privada; elección del gobernante más sabio, como en Platón; sistema totalizador de saberes; teocracia jerárquica y desarrollo del ocio, pues solo se trabaja cuatro horas.

La modernidad aporta una visión optimista: el poder de la razón, de la ciencia y de la técnica como medios para aportar soluciones a los problemas que se le presentan al ser humano. Ante la explotación de la clase trabajadora, surgen las ideas socialistas, que confían en un ser humano capaz de transformar la sociedad. Destacan Saint Simón, Ch. Fourier y R. Owen. Es preciso cambiar radicalmente la sociedad y proponen para ello una nueva sociedad donde no exista ni la explotación ni el dominio de unos seres humanos sobre otros. En el siglo XX, destaca la utopía de B. F. Skinner, una utopía psicológica sobre el control del comportamiento para ser feliz; otros temas principales son: el trabajo, el ocio y el tiempo libre, la educación y la libertad.

5. Las utopías negativas

Durante el siglo XX aparecen escritores, e incluso cineastas, que denuncian situaciones no deseables. Una utopía negativa es un relato que nos presenta un lugar imaginario donde la gente lleva una vida deshumanizada y, a veces, donde impera el miedo. También se denominan antiutopías o distopías. No proponen una alternativa ideal, sino que describen una situación que no parece adecuada para el ser humano y a la que este llegará si no cambia su forma de actuar. Sus características son:

  • Pesimismo: Se intenta evitar un destino fatal.
  • Fatalismo: Se intenta evitar un destino fatal.
  • Temor: Este género literario trata de afrontar vicios del mundo contemporáneo como la explosión demográfica, el armamentismo, el desgaste ecológico, el avance de la contaminación, el poder de la ciencia y la lucha por el poder. Todo ello es, sin duda, causa de miedo ante un futuro desolador.

El mundo representado en las utopías negativas se encuentra dominado por las grandes multinacionales tecnológicas y los gobiernos se vuelven cada vez más irrelevantes. Durante el siglo XX destacan, entre otras, las antiutopías de Huxley, Orwell y Bradbury.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley: El autor imagina una sociedad que utilizaría la genética y la clonación para el condicionamiento y el control de los individuos. Los niños son concebidos en probetas y clasificados para pertenecer a una de las cinco categorías de población.

1984, de Georges Orwell: Analiza el poder totalitario. El problema del individuo contra el sistema; la libertad como no-libertad; el poder sobre los individuos y la falta de vida privada fuera del partido.

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury: Cruda crítica de la sociedad norteamericana de 1953, después de los episodios de Hiroshima y Nagasaki. Un mundo imaginario en el cual los bomberos, tras haber inventado un mundo en el cual nada se quema, ahora se dedican a quemar los libros con la excusa de que son el verdadero problema de la sociedad.

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