El primer Wittgenstein: Atomismo lógico y la estructura del lenguaje

1. Hechos y proposiciones: La forma lógica

El Tractatus Logico-Philosophicus es la primera obra, breve y difícil, de Wittgenstein. Incluso en su forma literaria, expresa el ideal logicista de este primer periodo de su pensamiento. Las diversas proposiciones están numeradas en un orden jerárquico deductivo, como si fuera un tratado de lógica formal en el que de unos cuantos axiomas se deducen sucesivamente postulados y corolarios. Sin embargo, esto da al escrito un carácter aforístico que ha posibilitado interpretaciones diversas. La más habitual entiende que Wittgenstein parte de dos supuestos:

  • «El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas».
  • El lenguaje es «la totalidad de las proposiciones» expresivas de hechos.

Esto conlleva una doble consecuencia. En primer lugar, la identificación entre pensamiento y lenguaje: «El pensamiento es la proposición con significado». Las proposiciones, en cuanto sonido, son hechos, pero se diferencian de los otros hechos del mundo en que son hechos significativos. Luego el lenguaje es la representación lógica del mundo y esto no es otra cosa que el pensamiento: «La totalidad de los pensamientos verdaderos es una representación del mundo». De esta identificación se sigue una consecuencia importante: lo no expresable no es pensable y viceversa; por tanto, solo es expresable —luego pensable— aquello que sea un hecho del mundo. De aquí el rechazo de la metafísica.

En segundo lugar, la afirmación de una similitud estructural, un isomorfismo, entre el mundo y el lenguaje. Wittgenstein explica esta correlación entre hechos y proposiciones recurriendo al atomismo lógico de su maestro Russell. El mundo está formado por hechos atómicos, es decir, que acontecen independientemente unos de otros; son los elementos del mundo. Los elementos del lenguaje son las proposiciones atómicas (‘p’, ‘q’) que representan formalmente hechos, y su verdad depende de que exista el hecho atómico que expresan. Hay, pues, una conexión necesaria entre proposiciones y hechos. Los hechos del mundo constan, en último término, de objetos, son combinaciones de objetos; pero para el lenguaje hay gran diferencia entre «hecho» y «objeto». Los objetos se nombran y un nombre es un signo primitivo, no admite definición. Los hechos se representan con proposiciones y estas expresan un estado de cosas, se refieren significativamente al mundo. Si conocemos la naturaleza del objeto sabremos qué hechos atómicos son lógicamente posibles (las combinaciones posibles según la lógica). Luego hechos y proposiciones comparten la forma lógica, de ahí que las proposiciones atómicas representen formalmente hechos atómicos. Se llama a esto teoría figurativa porque una proposición es una figura, esto es, «un modelo de la realidad» y hechos y figuras comparten la misma estructura, son isomorfos. Así es posible distinguir entre proposiciones analíticas o tautológicas y proposiciones sintéticas o fácticas. Si un hecho atómico no es la combinación lógicamente posible de objetos carece de sentido, correlativamente una proposición tiene sentido si expresa un hecho posible (tautología). Pero las tautologías no representan ningún estado de cosas real, sino meramente posible, carecen de contenido. Para que sea verdadera es preciso que, además de tener sentido, exprese un hecho real. La importancia de las formas lógicas reside en que permiten diferenciar las proposiciones de las pseudoproposiciones. Es, pues, posible la ciencia sobre hechos y la lógica, pero la filosofía no es una ciencia porque no expresa nada sobre el mundo.

2. La ciencia empírica

«El mundo está totalmente descrito por todas las proposiciones elementales más la indicación de cuáles son verdaderas y cuáles falsas». Es decir, la enumeración de la totalidad de las proposiciones verdaderas constituiría la totalidad de las ciencias naturales. Es claro que, con respecto a las proposiciones fácticas, basta con verificarlas o, más genéricamente, con contrastar su verdad; el resultado será la ciencia. La verificación presenta el problema del criterio, tratado más adelante. Las ciencias empíricas contienen, además de proposiciones fácticas, leyes, hipótesis, teorías; estas establecen correlaciones entre hechos, pero no son hechos. Puesto que los hechos atómicos son independientes entre sí, no hay nexo causal: «La fe en el nexo causal es superstición». Luego el aparato teórico de las ciencias reproduce una necesidad lógica, no del mundo: «Fuera de la lógica todo es azar». No hay leyes naturales. Las teorías científicas no dirán qué es el mundo, sino tan solo el cómo del mundo.

3. La lógica

La proposición ‘p’ expresa la posibilidad de un hecho y será verdadera si se produce el hecho ‘p’; lo mismo ocurre con ‘¬p’ (‘no p’). La proposición ‘p v ¬p’ (‘p o no p’) expresa toda posibilidad, luego es verdadera con independencia de que se cumpla ‘p’ o ‘no p’; es la tautología. Toda tautología es necesariamente verdadera. Toda contradicción, ‘p ¬p’ (‘p y no p’), es necesariamente falsa. Las tautologías y contradicciones no expresan ninguna posibilidad determinada, luego no tienen sentido respecto al mundo; pero sí lo tienen dentro del lenguaje, pues expresan modos posibles de relaciones entre proposiciones. Es posible una ciencia que no recurra a la verificación empírica, por tratar de los signos del lenguaje. Es posible, en consecuencia, hacer lógica (“la matemática es un método lógico”), pero no se puede crear una proposición con sentido que describa la lógica. Para entender esto hay que reparar en la distinción, fundamental para Wittgenstein, entre decir y mostrar. La lógica se muestra en las proposiciones con sentido, está presente en estas proposiciones, pero no es dicha por ellas. “Lo que se puede mostrar no puede decirse”. La lógica (las tautologías, las contradicciones, las proposiciones lógicas) establece los límites del lenguaje, del pensamiento y del mundo, y así muestra su propio límite, lo inexpresable: “La lógica es trascendental”, no pertenece al mundo, queda fuera de lo pensable y expresable.

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