El Razonamiento y la Racionalidad
El Razonamiento
Llamamos razonar al modo de pensar que sigue las leyes de la lógica. La lógica es un conjunto de procedimientos que nos permite llegar a una verdad si el punto de partida es verdadero. La lógica es una técnica para hacer buenos razonamientos, pero que puede utilizarse para muchos fines diferentes.
Un timador puede razonar muy bien para encontrar la manera de engañar a la víctima. Un enfermo mental -por ejemplo, un paranoico- puede razonar muy bien a partir de una alucinación. Por eso conviene distinguir entre «facultad de razonar» y el «uso racional de la inteligencia«.
Con esta última expresión nos referimos al esfuerzo por realizar el proyecto de alcanzar verdades universales -es decir, de conseguir las evidencias más poderosas, las mejor corroboradas- tanto teóricas como prácticas. Para ello, la inteligencia utiliza todas sus competencias: inventa hipótesis, observa, imagina, experimenta y razona.
Usos de la Racionalidad
El «uso racional de la inteligencia» es el esfuerzo por realizar el proyecto de alcanzar verdades universales. Esas verdades pueden ser teóricas o prácticas. Hay, por tanto, un uso teórico y un uso práctico de la racionalidad.
- Racionalidad teórica: se ocupa de las verdades teóricas sean ideales o reales.
- Racionalidad práctica: se ocupa de las verdades prácticas que han de guiar al comportamiento y, en especial, de las verdades éticas.
Podemos usar la inteligencia de distintas maneras, podemos no sentir ningún interés por ese uso racional, universal de la inteligencia.
El Uso Racional de la Inteligencia como Obligación Ética
Al hablar de una obligación ética, estamos hablando de un comportamiento necesario para realizar un proyecto de vida deseable para toda la humanidad. Ese proyecto que va a dirigir nuestra acción nos permite evaluar los distintos usos de la inteligencia. Será más valioso aquel uso que sea imprescindible para la realización del proyecto ético común de construir un mundo justo y solidario.
Por tanto, una forma de vida basada en la dignidad de la persona, exige el uso racional de la inteligencia, en especial de la inteligencia práctica. El amor, la compasión, el propio interés, muchas religiones orientales, o el cristianismo, que está en el origen de la idea occidental de la persona, puede justificar la aceptación de ese modelo ético basado en creencias propias no universales.
La Irracionalidad
El uso irracional de la inteligencia supone el enclaustramiento en la evidencia privada y el rechazo de toda crítica. Es la soberbia de la propia opinión. Puede desembocar en la violencia, el dogmatismo y la tiranía, y esas tres cosas son falsas o perjudiciales o ambas cosas. Se basan en la idea de una verdad personal, individual, que pretende imponerse a los demás.
Es fácil comprobar que la irracionalidad se relaciona con la violencia. La convivencia humana conduce a conflictos. La libertad produce divergencias. Solo hay tres maneras de solventar los conflictos que los enfrentados deseos humanos plantean: la fuerza, la razón y los sentimientos benevolentes. Parece que la solución más amable y humana es la que apela a los sentimientos benevolentes. Una humanidad plena de amor mutuo alcanzaría fácilmente la felicidad.
La Creencia Privada como Criterio
El irracionalismo convierte la evidencia privada, la creencia personal, en el último criterio para el comportamiento, esto era defendido por Friedrich Nietzsche y Miguel de Unamuno (alemán y español).
Unamuno escribió: «La razón es enemiga de la vida, la razón mata. Una ilusión que resulte práctica, que nos lleve a un acto que tienda a conservar o acrecentar o intensificar la vida, es una impresión tan verdadera como la que puedan comprobar más escrupulosamente los aparatos científicos que se inventen».
Lo que le llevó a afirmar: «La vida es el criterio de la verdad, y no la concordancia lógica que lo es solo de la razón. Si mi fe me lleva a crear o aumentar vida, ¿para qué queréis más pruebas de mi fe? Cuando las matemáticas matan, son mentira las matemáticas».
Nietzsche también afirmó el carácter vital de la verdad y acabó confundiendo la fuerza de la evidencia con la fuerza a secas. Las personas quedan irremisiblemente separadas en sanas y enfermas, en fuertes y débiles, en superiores e inferiores.
Verdades Compartidas
Solo la confianza en el uso racional de la inteligencia, en la capacidad de encontrar verdades teóricas y prácticas compartidas, pueden permitir la convivencia humana. La razón es el punto de encuentro, el método para conseguir la solución de los conflictos aceptable para todos. Usar racionalmente la inteligencia es una obligación ética, porque es imprescindible para realizar el proyecto ético común, el gran proyecto humano de construir un mundo justo y solidario.
Posibilidad de una Filosofía Juvenil
El adolescente se enfrenta críticamente a su propio mundo, personal y social. Tiene que tantear la fortaleza de sus creencias sobre sí mismo y sobre la realidad, tiene también que comprobar si el «mundo social» en el que vive es aceptable o no. Tiene dos caminos, la sumisión o la crítica. Criticar no es destruir lo anterior, sino medirlo según los criterios adecuados.