El Renacimiento y el Comienzo de la Modernidad
El Renacimiento marca el inicio de la modernidad en Europa. Esta época se caracteriza por un renovado interés en la cultura grecorromana, lo que pone en primer plano las cuestiones humanas.
Es también la época de la revolución científica, que introduce una nueva forma de entender la naturaleza basada en la experimentación y la formulación de leyes matemáticas. Los logros de la nueva ciencia conducen a una cosmovisión mecanicista, que reemplaza la antigua visión del universo basada en el aristotelismo.
En el ámbito filosófico, destaca Descartes, cuya nueva forma de filosofar, partiendo de la subjetividad, abre un camino que seguirán posteriormente todos los grandes pensadores. Su distinción entre la mente y el cuerpo generó un debate que aún resuena en la actualidad. Finalmente, el establecimiento de los Estados nacionales otorgó una gran importancia a la política.
El Pensamiento de René Descartes
La obra del francés René Descartes es especialmente significativa para la historia de la filosofía porque con él comienza el pensamiento moderno. El aspecto más relevante y novedoso es la importancia que otorga al sujeto como punto de partida para la reflexión filosófica. Siendo, además de filósofo, un destacado matemático y científico, se fijó en cómo el rigor de las matemáticas, capaces de ofrecer conocimientos seguros y exactos, contrastaba con el pensamiento filosófico de los antiguos, que parecían incapaces de ponerse de acuerdo. Tratando de superar esta incertidumbre, Descartes se propuso descubrir un camino firme y seguro, basado en la luz de la razón y no en la tradición, para encontrar la verdad. La filosofía de Descartes aspira a diseñar un método que nos permita lograr verdades firmes y seguras sobre las cuales construir todos nuestros conocimientos. Para no correr el riesgo de aceptar como válido algo que puede ser falso, propone comenzar por dudar metódicamente de todo conocimiento que no sea indudable. Empezamos dudando metódicamente de todo conocimiento basado en los sentidos,
pues a menudo nos engañan. Tampoco deberíamos fiarnos del mundo, pues en ocasiones lo que percibimos en sueños nos parece muy real. Es más, incluso debemos dudar de los razonamientos, pues también nos equivocamos aún estando convencidos de haber discurrido correctamente. Con la hipótesis del genio maligno, la duda se vuelve hiperbólica. ¿Cómo puedo saber, con total certeza, que mi mente funciona de manera correcta, que nada me engaña y que lo que me parece segurísimo es una auténtica verdad? Para salir de este escepticismo radical y sin salida, Descartes llega a la primera verdad indudable, al cogito cartesiano: si estoy dudando, estoy pensando. Si estoy pensando, existo. Por lo tanto, “pienso, luego existo”. Esta primera verdad no es producto de ningún razonamiento, es una intuición que capto de modo claro y distinto. Por lo tanto, una idea será verdadera si puede captarse de la misma manera. Establece un nuevo criterio de verdad.
El Método Cartesiano
En su obra El discurso del método, Descartes propuso una serie de reglas claras y sencillas para orientar el trabajo de filósofos y científicos en su búsqueda de la verdad. En contra de la autoridad de los antiguos, considerará que el uso sistemático de la razón es la única fuente fiable para encontrar la verdad. Para ello hay dos operaciones que la razón puede efectuar: la intuición y la deducción. La intuición proporciona un conocimiento inmediato de verdades infalibles que se perciben con total evidencia de manera clara y distinta. La deducción es el proceso indirecto que nos permite encadenar conocimientos simples para llegar a verdades complejas.
El método que propone se basa en la aplicación de estas dos operaciones en cuatro etapas:
- Evidencia: la base del saber debe estar formada por unas pocas verdades evidentes, claras y distintas captadas por la intuición.
- Análisis: el segundo paso del método consiste en dividir la cuestión concreta que queramos estudiar en partes más sencillas.
- Síntesis: una vez resueltos los elementos simples es necesario recomponer el problema complejo para dar respuesta a las cuestiones planteadas.
- Repaso: Finalmente es necesario repasar los pasos realizados para asegurarnos de no haber cometido ningún error.