El S. XIX: Idealismo Alemán, Positivismo, Liberalismo, Marxismo, Vitalismos e Historicismos

El S. XIX: Idealismo Alemán

El S. XIX. El Idealismo Alemán. El idealismo, sobre todo el de Hegel (1770-1831), dominó el panorama filosófico de principios del s.XIX. Este pensador pretendió construir una filosofía que explicara toda la realidad sin dejar nada fuera de ella: la naturaleza y el ser humano, el pasado, el presente y el futuro. Y lo hizo a partir de la existencia de una realidad única, la idea, el absoluto, lo que normalmente se denomina realidades, que se expresa como momentos de la vida del absoluto. El racionalismo moderno había nacido en el mundo moderno cuando Descartes afirmó que la única realidad de cuya existencia se poseía una seguridad plena era el pensamiento, la conciencia. Kant dio un paso adelante en la valoración del pensamiento al mantener que existían las cosas que eran imprescindibles para que hubiera conocimiento. Con la filosofía de Hegel el racionalismo desarrolló plenamente sus posibilidades: lo único que existía era el pensamiento, la idea, el absoluto. El Positivismo. El idealismo alemán había sido capaz de explicar la naturaleza, el ser humano y su historia desde una perspectiva teórica, pero los seres humanos concretos no encontraban respuestas a sus problemas. La individualidad había desaparecido. Esta situación produjo el nacimiento de una serie de filosofías que tuvieron en común el rechazo del idealismo y el interés por solucionar los problemas concretos que los seres humanos tienen planteados. Una de ellas, el positivismo, corriente filosófica iniciada por Augusto Comte (1798-1857). Para Comte y sus seguidores únicamente era fecundo el conocimiento de los hechos -no podían conocerse las naturalezas o esencias-, y el prototipo de certeza lo proporcionaban las ciencias experimentales. El espíritu humano solo será capaz de evitar caer en el error con la experiencia y renunciaba a todo a priori. Para conseguir el orden en la sociedad, trató de organizar las ciencias experimentales de manera tal que su conocimiento sirviera para llegar a la construcción de una nueva ciencia: la sociología cuyo objetivo fueran los fenómenos sociales y las leyes. También propuso la creación de una nueva religión, la religión de la humanidad, ya que pensaba que sin una creencia común que uniera afectivamente a los miembros de una sociedad, la solidaridad entre ellos era posible.



El Liberalismo.

El empirismo ilustrado inglés no había muerto con Hume. Su desarrollo lo realizarían en el s. XIX una serie de pensadores, utilitarismo, que identificaba lo bueno con lo útil, y entendía la utilidad como el mayor o menor grado de felicidad que cada individuo aportaba con sus acciones a la vida de los demás seres humanos, a la promoción de su felicidad. John Stuart Mill (1806-1873), que sostenía que el principio de utilidad se extendía a toda la humanidad. Todos los seres humanos poseían, según Mill, sentimientos sociales, se sentían parte del grupo social y se pensaban a sí mismos como integrantes de él. Por eso proponía cultivar un sentimiento de solidaridad con respecto a los intereses colectivos de toda la humanidad y vivir de acuerdo con él. Con esta forma de pensar, y con la influencia del liberalismo económico de la época, mantenía que el Estado debía intervenir lo menos posible en la vida de los ciudadanos y dejar a su libertad individual. La forma política de llevar a cabo este programa asentará en una constitución democrática, directa si fuera posible, representativa, el pueblo tiene que elegir a aquellos representantes que en su nombre han de legislar en busca del bien común.

El marxismo. El desarrollo económico del s. XIX fue espectacular, pero al realizarse en un contexto liberal provocó que grandes masas de población, los proletariados, subsistieran en unas condiciones de vida infrahumanas. Esto llevó al nacimiento del movimiento obrero y a la aparición de una serie de filosofías que pensaban que sin unas condiciones económicas, sociales y culturales dignas, hablar de libertad no tenía sentido y que, por sí mismo, la tarea prioritaria del Estado no tenía que ser la de garantizar la libertad de los individuos, sino dotarles de unas condiciones dignas de vida. Una de estas filosofías, la más importante fue la de Karl Marx (1808-1883). Su obra contiene elementos de filosofía, economía, política, derecho… pero es sobretodo, la obra de un revolucionario que pretendió transformar la sociedad a partir de una concepción nueva y diferente de la historia. Vitalismos e Historicismos. A partir de la 2ª mitad del s. XIX surgieron también una serie de corrientes filosóficas que tuvieron como objetivo variar el rumbo de la tradición filosófica occidental que había pretendido sistematizar y dotar de sentido al conjunto de la experiencia humana desde el ángulo de la razón, o del método científico, y lo hicieron situando la vida, la historia, o ambas, como las categorías fundamentales sobre las que centrar la reflexión filosófica. Se trata de los movimientos conocidos como vitalismo e historicismo. Wilhelm Dilthey, Henri Bergson, Nietzsche, Ortega y Gasset son los pensadores más representativos de estas corrientes filosóficas.

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