El ser humano como ser moral: libertad y responsabilidad

El ser humano como ser moral

8.0. La libertad como fundamento de la moral

Como afirmó Erich Fromm en «El arte de vivir», «el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte». Dicho de otro modo, desde su libertad el ser humano se hace a sí mismo: es constructor y construcción a un tiempo. Por ello, es responsable de sí mismo y de lo que hace y, por tanto, también es un ser moral.

1. La responsabilidad como consecuencia de la libertad

El comportamiento humano se define por ser abierto y libre, lo que hace al ser humano responsable de sus actos. Este carácter libre del actuar humano constituye también la base del carácter moral que posee en exclusividad. La libertad posibilita que las acciones concretas que alguien lleva a cabo se ajusten o no a las costumbres y normas de su comunidad. Cuando el sujeto decide actuar de acuerdo con las normas asumidas, actúa correctamente (es moral); cuando decide libremente saltárselas, actúa incorrectamente (es inmoral). Pero en lo que no puede hacer es dejar de actuar en el marco de ese código normativo; es decir, lo que no puede hacer es ser amoral. Decimos que el ser humano es esencial e inevitablemente un ser moral.

2. La moral como código normativo

La palabra moral deriva del término latino mos, que significa «costumbre». El conjunto de estas mores, costumbres, constituye la moral de un pueblo o de un sujeto. Podemos definir el término moral como el código de normas que regulan la acción individual y colectiva que se considera correcta. Sin embargo, es preciso matizar esta definición, distinguiendo dos formas de entender eso que llamamos moral:

– Moral como contenido

Este sentido coincide con la definición que hemos dado antes. Se refiere al contenido concreto de una moral; es decir, a las normas y los principios que, según una comunidad o persona, regulan el comportamiento correcto.

– Moral como estructura

La moral es un rasgo constitutivo de la naturaleza humana: la naturaleza del ser humano le convierte en el único ser moral que existe y, además, le determina inevitablemente a serlo. Ante una situación concreta y ante la urgencia de actuar, el ser humano puede decidir hacer esto o hacer lo otro, pero debe decidir, es decir, no está en su mano abstenerse, pues eso mismo constituiría ya una decisión. La libertad nos permite elegir entre esto y lo otro, pero no nos permite no elegir. El ser humano no puede ser amoral, pues posee una serie de normas concretas de acción, pero también se encuentra obligado por su libertad a acatarlas o no.

Determinismo, indeterminismo y responsabilidad

7.0. El problema de la libertad

¿Hasta qué punto somos libres? Los argumentos deterministas son claros; sin embargo, las consecuencias que se desprenden nos parecen inadmisibles. El indeterminismo parece más acorde con nuestro sentido común, pero las pruebas y los argumentos que lo sustentan quizá no son suficientemente contundentes.

1. La responsabilidad desde el determinismo y el indeterminismo

Debemos partir de la idea de que cualquier acción que decidimos libremente es una acción responsable y que, de la misma manera, no existe responsabilidad allí donde no hay libertad. La responsabilidad consiste en la obligación de hacernos cargo de nuestras acciones o de la ausencia de ellas. Sin embargo, esta definición ocasiona problemas tanto a los deterministas como a los indeterministas.

  • En la unidad anterior, decíamos que lo específico del comportamiento humano era su carácter abierto y voluntario. Sin embargo, desde el determinismo se afirma que todo, desde la puesta de sol hasta mi elección amorosa, está determinado o causado; es decir, que no hay lugar en el mundo para la libertad. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre lo que hacen las personas y lo que ocurre a su alrededor? Desde esta perspectiva, ninguna, pues del determinismo se sigue que no hay acción como algo distinto del resto de los sucesos del mundo. Cuando hablamos de sucesos como los que siguen: una piedra que se desprende de la montaña cae sobre Pepe y le produce una hemorragia…, no solemos decir que la piedra sea responsable de la hemorragia. En general, no pretendemos que se hagan cargo y respondan de sus actos. Y no lo pretendemos porque consideramos que los hechos no podrían haber sido de otro modo. La piedra no es libre para decidir lo que hace. En cambio, si pedimos responsabilidades a un conductor borracho las pediremos porque pensamos que podían haber actuado de un modo distinto. Sin embargo, desde el determinismo, afirmar esto es una contradicción, pues ni siquiera los seres humanos poseen libertad. Lo que se acostumbra a llamar acción es un suceso como otro cualquiera causado y determinado. La definición que hemos dado de responsabilidad no es válida desde el concepto determinista. Desde esta perspectiva, sólo podemos hablar metafóricamente de responsabilidad, dándole un significado idéntico al de causa. Alguien o algo es responsable de un suceso cuando es su causa. Éste es un sentido que se aparta del que intuitivamente damos al concepto de responsabilidad.
  • El indeterminismo diferencia las acciones del resto de los sucesos: las acciones son fruto de un agente consciente y voluntario que actúa libre y espontáneamente. Desde el indeterminismo es lógico atribuir responsabilidades. El indeterminista se siente cómodo con la definición que hemos dado de responsabilidad. Un agente que escoge libremente entre varias opciones tiene la obligación de responder y hacerse cargo de su acción. Sin embargo, ¿qué significa responder a una acción? ¿Significa hacerse cargo también de las consecuencias imprevistas? Éste es el problema con el que se encuentra el indeterminista cuando intenta precisar en qué consiste la responsabilidad y en qué sentido hemos de responder de nuestras acciones.

2. La responsabilidad por las consecuencias imprevistas

Desde la postura indeterminista, se acepta como evidente que somos libres y que, por tanto, es lícito pedirnos responsabilidades. Ahora la pregunta es: ¿de qué debemos sentirnos responsables? De nuestras acciones, por supuesto, pero sólo de aquellas que realizamos tras una decisión consciente, voluntaria e intencional. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Incluso las acciones que llevamos a cabo de forma consciente tienen consecuencias no previstas. El interés de la cuestión está en si también pueden pedírseme responsabilidades por las consecuencias imprevistas. Para algunos autores no, pues no son propiamente acciones. Sin embargo, la forma en que atribuimos responsabilidades cotidianamente no se ajusta a esta consideración. Respecto al atropello de Jesús, nos preguntamos quién era responsable. En sentido estricto, ninguno de los implicados atropella intencionadamente a Jesús; por lo tanto, no es una acción, sino un suceso similar a un terremoto o una puesta de sol. Esta solución, sin embargo, no acaba de satisfacernos, pues no parece conectar con lo que sucede en la realidad cotidiana. Cualquier jurado habría atribuido a los implicados algún tipo de responsabilidad, al menos al conductor borracho. Y es que, de alguna manera, tenemos la obligación de prever las consecuencias de nuestras acciones, y atropellar a alguien si conducimos bebidos es bastante previsible. Otras veces, en cambio, no está tan claro si el agente debería haber previsto las consecuencias de su acción. De ahí el problema que suscita la atribución de responsabilidad.

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